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miércoles, 23 de octubre de 2013

Enemigo mío - Barry B. Longyear - 2

Viene de "Enemigo mío - Barry B. Longyear - 1"



Aquella tarde, mientras el gris del cielo se convertía lentamente en negro, Jerry y yo nos sentamos fuera de la choza, mordisqueando nuestras raciones de un cuarto de tableta. Los ojos amarillos del dracón estudiaron la línea negra del horizonte, luego Jerry meneó la cabeza.

-Ne, Davidge. Peligroso ser.

Me metí en la boca el resto de mi ración y hablé mientras masticaba.

-¿Más peligroso que permanecer aquí?
-Pronto recoger nosotros, ¿ne? - Estudié aquellos ojos amarillos.
-Jerry, crees en eso tanto como yo. - Me incliné hacia adelante en la roca y extendí las manos-. Mira, nuestras posibilidades serán mucho mejores en una masa terrestre mayor. Protección contra las olas grandes, quizá comida...
-Quizá no, ¿ne? -Jerry señaló el agua-. ¿Cómo gobernar nasesay, Davidge? En eso, ¿cómo gobernar? Ess eh lluvias, olas, después llegar tierra, ¿gavey? Bresha. - Las manos de Jerry se juntaron de repente-. Ess eh bresha nos lleva contra roca, ¿ne? Entonces nosotros muertos.

Me rasqué la cabeza.

-Las olas van en esa dirección a partir de aquí, igual que el viento. Si la masa de tierra es lo bastante grande, no tenemos que gobernar, ¿gavey?

Jerry resopló.

-Ne bastante grande. ¿Entonces?
-No he dicho que fuera una cosa segura.
-¿Ess?
-Una cosa segura, algo cierto, ¿gavey? -Jerry asintió-. y en cuanto a que nos aplastemos contra las rocas, probablemente habrá una playa como esta.
-Cosa segura, ¿ne ?

Me encogí de hombros.

-No, no es una cosa segura, pero ¿y si nos quedamos aquí? No sabemos lo enormes que pueden ser esas olas. ¿ y si viene una y se traga la isla? ¿Qué pasará entonces?

Jerry me miró, con los ojos entornados.

-¿Qué allí, Davidge? Una base Irkmaan, ¿ne?

Me eché a reír.

-Ya te lo he dicho, no tenemos bases en Fyrine IV.
-¿Por qué desear ir, entonces?
-Simplemente por lo que he dicho, Jerry. Creo que nuestras posibilidades serían mejores.
-Ummm. -El dracón cruzó los brazos-. Viga, Davidge, nasesay no mover. Yo sé.
-¿Qué sabes?

Jerry sonrió orgulloso, luego se levantó y entró en la choza. Al cabo de un momento volvió y tiró a mis pies una vara metálica de dos metros de longitud. Era la que el dracón había empleado para atar mis brazos.

-Davidge, yo sé.

Alcé las cejas y me encogí de hombros.

-¿En qué estás pensando? ¿Es que eso no salió de tu cápsula?
-Ne, Irkmaan.

Me agaché y cogí la vara. Su superficie no estaba oxidada y en un extremo había números arábigos: un número de catálogo. Por un instante un torrente de esperanza me inundó, pero se disipó cuando comprendí que se trataba de un número de catálogo civil. Tiré la vara sobre la arena.

-Es imposible saber cuánto tiempo ha estado aquí, Jerry. Es un número de catálogo civil y no hubo ninguna misión civil en esta parte de la galaxia desde la guerra. Quizá sea el resto de una antigua operación de siembra o grupo de exploración.

El dracón tocó ligeramente la vara con la punta de la bota.

-Nuevo, ¿gavey?

Miré a Jerry.

-¿Gavey acero inoxidable?

Jerry resopló y se volvió hacia la cabaña.

-Yo quedar, nasesay quedar. Cuando tú querer, ¡tú irte, Davidge!

Cuando la negrura de la prolongada noche hubo conquistado el cielo sobre nosotros, el viento se levantó, bramando y silbando por los agujeros de las paredes. El techo de plástico se agitó, subiendo y bajando con tal violencia que amenazaba con rasgarse o salir flotando en la noche. Jerry estaba sentado en el suelo de arena, su espalda apoyada en la nasesay como para dejar bien claro que dracón y cápsula no se moverían, aunque el modo en que el mar estaba subiendo parecía debilitar el argumento de Jerry.

-Mar estar agitado ahora, Davidge, ¿ne?
-Está demasiado oscuro para verlo, pero con este viento...

Me encogí de hombros, más en mi provecho que en el del dracón, puesto que lo único visible dentro de la choza era la pálida luz que entraba por el techo. En cualquier momento podíamos ser arrojados por el agua de aquel banco de arena.

-Jerry, estás portándote como un tonto con esa vara, y lo sabes.
-Surda.

El dracón parecía contrito, si no totalmente desgraciado.

-¿Ess?
-¿Ess eh «surda»?
-Ae.

Jerry guardó silencio un instante.

-Davidge, ¿gavey «no cierto no es»?

Descifré las negaciones.

-¿Te refieres a «posible», «tal vez», «quizá»?
-Ae posibletalvezquizá. Flota dracón lrkmaan naves tiene. Antes guerra comprar, después guerra capturar. Vara posibletalvezquizá ser dracón.
-De modo que, si hay una base secreta en la gran isla, ¿surda sea una base drac?
-Posibletalvezquizá, Davidge.
-Jerry, ¿significa eso que quieres intentarlo? ¿La nasesay?
-Ne.
-¿Ne? ¿Por qué Jerry? Si puede haber una base drac...
-¡Ne! ¡Ne hablar!

El dracón parecía atragantarse con las palabras

-Jerry, vamos a hablar, ¡Y será mejor que creas que vamos a hablar! Si voy a morir en esta isla, tengo derecho a saber por qué.

El dracón guardó silencio largo rato.

-Davidge...
-¿Ess?
-Nasesay, tú coger. Mitad tabletas tú llevar, Yo quedar.

Moví la cabeza para despejarla.

-¿Quieres que me lleve la cápsula yo solo?
-Ser lo que tú querer, ¿ne?
-Ae, pero ¿por qué? Debes comprender que no van a rescatarnos.
- Posibletalvezquizá.
- Surda, nada. Sabes que no van a rescatamos. ¿De qué se trata? ¿Te da miedo el agua? Si es eso, hay otras posibilidades...
-Davidge, tú pico cerrar. Nasesay tú tener. Yo ne necesitarte, ¿gavey?

Asentí en la oscuridad. La cápsula estaba a mi disposición. ¿Para qué necesitaba llevarme a un drac gruñón..., sobre todo teniendo en cuenta que nuestra tregua podía expirar en cualquier momento? La respuesta me hizo sentir insignificante y ridículo..., humano. Quizá las dos cosas sean lo mismo. El dracón era todo lo que se interponía entre Willis Davidge y la soledad extrema. Sin embargo, existía el
pequeño problema de seguir vivo.

-Debemos ir juntos, Jerry.
-¿Por qué?

Noté que me sonrojaba. Si los humanos sienten tal necesidad de compañía, ¿por qué les avergüenza admitirlo?

-Simplemente porque debemos. Nuestras posibilidades serán mejores.
-Solo, tus posibilidades mejores ser, Davidge. Yo ser tu enemigo.

Asentí de nuevo e hice una mueca en la oscuridad.

-Jerry, ¿gavey «soledad»?
-Ne gavey.
-Solitario. Estar sin compañía, solo.
-Gavey tú solo... Coger nasesay. Yo quedar.
-Vaya... Mira, viga, no quiero.
-¿Querer juntos ir? -Una risa ahogada, lenta y maliciosa, llegó del otro lado de la choza-. ¿Gustar dracones? Tú quererme muerto, lrkmaan. -Más risitas-. lrkmaan poorzhab en cabeza, poorzhab.
-¡Olvídalo!

Me aparté de la pared, me dejé caer, alisé la arena y me encogí de espaldas al dracón. El viento dio la impresión de amainar un poco y cerré los ojos para intentar dormir. Enseguida, los chasquidos y los crujidos del techo de plástico se combinaron con el fondo de bramidos y silbidos y noté que mi cuerpo flotaba.

Entonces mis ojos se abrieron al máximo ante un sonido de pasos en la arena. Me puse en tensión, dispuesto a saltar.

-¿Davidge? -La voz de Jerry era muy sosegada.
-¿Qué?

Oí que el dracón se sentaba en la arena a mi lado.

-Tú solitario, Davidge. Difícil hablar de eso, ¿ne?
-¿y qué?

El dracón murmuró algo que se perdió en el viento.

-¿Qué?

Me volví y vi que Jerry miraba a través de un agujero de la pared.

-Por qué yo quedar aquí. Ahora, yo explicar, ¿ne?
-Vale. ¿Por qué no? -contesté con indiferencia.

Jerry pareció luchar con las palabras, después abrió la boca para hablar. Sus ojos se abrieron desmesuradamente.

-¡Magasienna!
-¿Ess? -dije mientras me erguía. Jerry señaló el agujero.
-¡Ola enorme!

Aparté al dracón y miré por el agujero. Una enfurecida montaña de blanca espuma se precipitaba hacia nuestra isla. Era difícil saberlo en la oscuridad, pero la ola que estaba delante parecía más alta que la que nos había mojado los pies algunos días antes. Las olas que la seguían eran aún mayores. Jerry puso una mano en mi hombro y yo le miré a los ojos. Nos separamos y corrimos hacia la cápsula. Escuchamos como la primera ola retumbaba ladera arriba mientras tanteábamos en la oscuridad buscando el pestillo. Acababa de poner mis dedos en él cuando la ola rompió contra la choza, derrumbando el techo. En décimas de segundo estuvimos bajo el agua con las corrientes internas de la choza agitándonos como
calcetines dentro de una lavadora.

El agua retrocedió, y pude ver que la pared de la choza que paraba el viento se había derrumbado.

-¡Jerry!

A través de la pared derrumbada de fuera, vi al dracón tambaleándose.

-¿lrkmaan?

Observé Como la segunda ola cobraba velocidad a espaldas de Jerry.

-Kizlode, ¿qué demonios hacer ahí fuera? ¡Ven aquí!

Me volví hacia la cápsula, aún aposentada firmemente entre las dos rocas, y encontré el pestillo. Mientras yo abría la puerta, Jerry atravesó los restos de la pared dando tumbos y cayó sobre mí.

-Davidge... ¡Olas enormes seguir para siempre! ¡Para siempre!
-¡Entra!

Ayudé al dracón a entrar y no esperé a que se apartara. Me eché encima de Jerry y cerré la puerta justo cuando la segunda ola nos alcanzaba. Noté que la cápsula se alzaba un poco y resonaba al chocar con el saliente de una de las rocas.

-Davidge, ¿nosotros flotar?
-No. Las rocas nos sujetan. Estaremos bien en cuanto las olas cesen.
-Tú moverte.
-Oh.

Me aparté del pecho de Jerry y me aseguré en un extremo de la cápsula. Al cabo de un rato, la cápsula dejó de moverse y el dracón y yo aguardamos la siguiente ola.

-¿Jerry?
-¿Ess?
-¿Qué ibas a decir antes?
-¿Por qué yo quedarme?
-Sí.
-Difícil hablar de eso, ¿gavey?
-Lo sé, lo sé.

La siguiente ola nos alcanzó y noté que la cápsula ascendía y golpeaba la roca.

-Davidge, ¿gavey «vi nessa»?
-Ne gavey.
-Vi nessa... pequeño yo, ¿gavey?

La cápsula dejó de golpear la roca y quedó inmóvil.

-¿Qué es eso de «pequeño yo»?
-Pequeño yo..., pequeño dracón. Mío, ¿gavey?
-¿Intentas decirme que estás preñado?
-Posibletalvezquizá.

Moví la cabeza.

-Un momento, Jerry. No quiero malentendidos. Preñado... ¿Vas a ser padre?
-Ae, padre, dos-cero-cero en línea, muy importante ser, ¿ne?
-Soberbio. ¿Qué tiene que ver eso con que no quieras ir a la otra isla?
-Antes, yo vi nessa, ¿gavey? Tean muerto.
-Tu hijo. ¿Murió?
-¡Ae! - El sollozo del dracón parecía haber sido arrancado de los labios de la madre universal-. Hacerme daño en caída. Tean muerto. Nasesay golpearnos en mar. Tean hacerse daño, ¿gavey?
-Ae, gavey.

Así que Jerry tenía miedo de perder otro hijo. Yo estaba casi convencido de que el trayecto en la cápsula nos iba a costar muchos golpes, pero quedarnos en el banco de arena no mejoraba nuestras posibilidades. La cápsula llevaba quieta bastante rato, y decidí arriesgarme a echar un vistazo fuera. Las pequeñas ventanas abovedadas parecían estar cubiertas de arena, y abrí la puerta. Miré a mi alrededor, y todas las paredes habían sido aplastadas. Miré hacia el mar, pero no pude ver nada.

-Parece que estamos seguros, Jerry...

Levanté los ojos hacia el cielo negruzco, y sobre mí descollaba el penacho blanco de una ola inmensa que descendía.

-¡Maga maldita sienna! -Cerré la compuerta bruscamente.
-¿Ess, Davidge?
-¡Agárrate, Jerry!

El agua golpeó la cápsula con tal fuerza que mis oídos fueron incapaces de sentir el estruendo. Golpeamos la roca una vez, dos veces, luego notamos que nos retorcíamos, que salíamos disparados hacia arriba. Estiré el brazo para sujétame, pero no pude porque la cápsula giró locamente hacia abajo. Caí encima de Jerry y después fui despedido hacia la pared opuesta, donde me golpeé la cabeza. Antes
de perder el conocimiento, oí que Jerry gritaba:

-¡Tean! ¡Vi tean!




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