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viernes, 11 de octubre de 2013

Wun y Etensher, los gemelos de la luz

El cielo patagónico es el más bello del mundo. Si no me creen, visiten el sur argentino y verán que no miento :D Tanto los amaneceres como atardeceres son únicos. Para los tehuelches, ese juego de colores rojizos es obra de los gemelos Wun y Etensher.
Según los tehuelches, cuando Xaleshem, el sol, y Keenyenkon, la luna, se casaron, tuvieron varios hijos. Una de sus hijas fue Teluj, a quien conocimos en "El´Al y Teluj", pero antes fueron padres de los gemelos de la luz. Vivían en Korkonk, la isla creada por Kóoch
Esta leyenda habla de ellos y relata otra parte del mito sobre el nacimiento de El'Al. Fue recopilada para el libro "Cuentos, mitos y leyendas Patagónicos" por Nahuel Montes.
Será la última leyenda patagónica que publicaré de momento en el blog. Espero que hayan disfrutado de las mismas y los invito a comprar y leer los libros de los cuales las he tomado. 
La semana que viene compartiré con ustedes otro tipo de lectura :D

Atardecer en Río Gallegos, foto tomada por mí cuando vivía allá

Wun y Etensher, los gemelos de la luz

El matrimonio de Xaleshem y Keeneykon fue bendecido por Kóoch con dos mellizos: Wun y Etensher que eran los encargados, respectivamente, de avisar a los habitantes de Korkonk de la aparición o desaparición de sus padres, pero ni el cielo del amanecer ni el del ocaso tenían color alguno. Wun se encargaba de ir aclarando el cielo desde el negro absoluto de Tons (la oscuridad), a través de una cenicienta gama de grises, hasta que la presencia de Xaleshem iluminaba todos los rincones de La Isla, Etensher, por su parte, recogía la claridad al marcharse sus padres, hasta que el negro manto de Tons cubría por  completo La Isla. Y debió desatarse una terrible tragedia para que esto cambiara.

Una noche, Nóshtex, uno de los gigantes hijos de Tons, raptó a Teo, la nube, y la mantuvo cautiva durante tres días con sus consecutivas noches, durante los cuales engendró en ella al semidios El'Al.

Kóoch, al enterarse de esta afrenta a una de sus hijas, desencadenó contra él una maldición, a raíz de la cual Nóshtex, que era sumamente engreído y pagado de sí mismo, no sólo sería superado en belleza y poderío por su propio hijo, sino que sería admirado y venerado por todos los seres vivos de Korkonk.

Al conocer la noticia, Nóshtex experimentó un furor inenarrable, y decidido a acabar con la amenaza que para él representaba su futuro hijo, asesinó a Teo y abrió su vientre con un puñal de sílex, en un insano intento de acabar con la criatura que latía en su vientre. Sin embargo, su crimen sería en vano, ya que Terr-werr, una tucutuco, logró rescatar al niño con vida y lo escondió en su cueva para salvarlo.

Pero el esfuerzo de Terr-werr fue insuficiente para salvar a Teo que murió desangrada. Nóshtex arrojó su cuerpo al espacio para no ser descubierto. No obstante, la sangre que manaba a torrentes de su cuerpo salpicó a los gemelos Wun y Etensher, y los tiñó de todos los tonos de rojo que hoy muestran el alba y el ocaso haciendo que, de allí en más, los amaneceres y atardeceres patagónicos recuerden a los que los contemplan el origen de los cielos más hermosos y quizás más trágicos de la Tierra. 




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