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miércoles, 13 de noviembre de 2013

Martín Fierro - José Hernández - capítulo III

Viene de "Martín Fierro - José Hernández - capítulos I y II"


III
Tuve en mi pago en un tiempo
290 hijos, hacienda y mujer;
pero empecé á padecer,
me echaron á la frontera.
¡Y qué iba á hallar al volver!
Tan solo hallé la tapera.

295 Sosegao vivia en mi rancho
como el pájaro en su nido;
allí mis hijos queridos
iban creciendo á mi lao...
Solo queda al desgraciao
300 lamentar el bien perdido.

Mi gala en las pulperias era,
cuando habia mas gente,
ponerme medio caliente,
pues cuando puntiao me encuentro,
305 me salen coplas de adentro
como agua de la virtiente.

Cantando estaba una vez
en una gran diversion;
y aprovechó la ocasion
310 como quiso el Juez de Paz...
se presentó, y ay no mas
hizo una arriada en montón.

Juyeron los mas matreros
y lograron escapar.
315 Yo no quise disparar;
soy manso, y no habia porqué.
Muy tranquilo me quedé
y ansi me dejé agarrar.

Allí un gringo con un órgano
320 y una mona que bailaba
haciéndonos rair estaba
cuanto le tocó el arreo.
¡Tan grande el gringo y tan feo!,
lo viera cómo lloraba

325 Hasta un Inglés sangiador
que decia en la última guerra
que él era de Inca-la-perra
y que no queria servir,
tuvo tambien que juir
330 a guarecerse en la Sierra.

Ni los mirones salvaron
de esa arriada de mi flor;
fué acoyarao el cantor
con el gringo de la mona;
335 a uno solo, por favor,
logró salvar la patrona.

Formaron un contingente
con los que en el baile arriaron;
con otros nos mesturaron
340 que habian agarrao tambien:
las cosas que aquí se vén
ni los diablos las pensaron.

A mí el Juez me tomó entre ojos
en la última votacion:
345 me le habia hecho el remolon
y no me arrimé ese dia,
y él dijo que yo servia
a los de la esposicion.

Y ansi sufrí ese castigo
350 tal vez por culpas agenas;
que sean malas ó sean güenas
las listas, siempre me escondo:
yo soy un gaucho redondo
y esas cosas no me enllenan.

355 Al mandarnos nos hicieron
mas promesas que á un altar.
El Juez nos jué á ploclamar
y nos dijo muchas veces:
“Muchachos, á los seis meses
360 los van á ir á revelar.”

Yo llevé un moro de número
¡Sobresaliente el matucho!
Con él gané en Ayacucho
mas plata que agua bendita:
365 siempre el gaucho necesita
un pingo pa fiarle un pucho.

Y cargué sin dar mas güeltas
con las prendas que tenía:
gergas, poncho, cuanto habia
370 en casa, tuito lo alcé:
a mi china la dejé
medio desnuda ese dia.

No me falta una guasca;
esa ocasion eché el resto:
375 bozal, maniador, cabresto,
lazo, bolas y manea...
¡El que hoy tan pobre me vea
tal vez no crerá todo esto!

Ansi en mi moro, escarciando,
380 enderesé á la frontera.
Aparcero3, si usté viera
lo que se llama cantón…
Ni envidia tengo al raton
en aquella ratonera.

385 De los pobres que alli habia
a ninguno lo largaron;
los mas viejos resongaron,
pero á uno que se quejó
en seguida lo estaquiaron
390 y la cosa se acabó.

En la lista de la tarde
el Gefe nos cantó el punto,
diciendo: “quinientos juntos”
llevará el que se resierte;
395 lo haremos pitar del juerte,
mas bien dese por dijunto.

A naides le dieron armas,
pues toditas las que habia
el Coronel las tenia,
400 sigun dijo esa ocasion,
pa repartirlas el dia
en que hubiera una invasion.

Al principio nos dejaron
de haraganes criando sebo,
405 pero despues... no me atrevo
a decir lo que pasaba.
Barajo… si nos trataban
como se trata á malevos.

Porque todo era jugarle
410 por los lomos con la espada,
y aunque usté no hiciera nada,
lo mesmito que en Palermo
le daban cada cepiada
que lo dejaban enfermo.

415 Y que Indios, ni que servicio,
si alli no habia ni cuartel!
Nos mandaba el Coronel
a trabajar en sus chacras,
y dejábamos las vacas
420 que las llevára el infiel.

Yo primero sembré trigo
y despues hice un corral,
corté adobe pa un tapial,
hice un quincho, corté paja...
425 ¡La pucha que se trabaja
sin que le larguen ni un rial!

Y es lo pior de aquel enriedo
que si uno anda hinchando el lomo
ya se le apean como un plomo...
430 ¡Quién aguanta aquel infierno!
Si eso es servir al Gobierno,
a mí no me gusta el cómo.

Mas de un año nos tuvieron
en esos trabajos duros,
435 y los indios, le asiguro,
dentraban cuando querian:
como no los perseguian,
siempre andaban sin apuro.

A veces decia al volver
440 del campo la descubierta
que estuviéramos alerta,
que andaba adentro la indiada;
porque habia una rastrillada
o estaba una yegua muerta.

445 Recien entónces salia
la órden de hacer la riunión,
y cáibamos al canton
en pelo y hasta enancaos,
sin armas, cuatro pelaos
450 que íbamos á hacer jabon.

Ay empezaba el afan
se entiende, de puro vicio,
de enseñarle el ejercicio
a tanto gaucho recluta,
455 con un estrutor… que... bruta!
que nunca sabia su oficio.

Daban entónces las armas
pa defender los cantones,
que eran lansas y latones
460 con ataduras de tiento...
Las de juego no las cuento
porque no habia municiones.

Y chamuscao un sargento
me contó que las tenian,
465 pero que ellos las vendian
para cazar avestruces;
y ansi andaban noche y dia
déle bala á los ñanduces.

Y cuando se iban los Indios
470 con lo que habian manotiao,
saliamos muy apuraos
a perseguirlos de atras;
si no se llevaban mas
es porque no habian hallao.

475 Alli si se ven desgracias
y lágrimas y afliciones,
naides le pida perdones
al Indio, pues donde dentra
roba y mata cuanto encuentra
480 y quema las poblaciones.

No salvan de su juror
ni los pobres anjelitos:
viejos, mozos y chiquitos
los mata del mesmo modo;
485 que el Indio lo arregla todo
con la lanza y con los gritos.

Tiemblan las carnes al verlo
volando al viento la cerda,
la rienda en la mano izquierda
490 y la lanza en la derecha;
ande enderiesa abre brecha
pues no hay lanzaso que pierda.

Hace trotiadas tremendas
dende el fondo del desierto;
495 ansi llega medio muerto
de hambre, de sé y de fatiga;
pero el Indio es una hormiga
que dia y noche está dispierto.

Sabe manejar las bolas
500 como naides las maneja;
cuanto el contrario se aleja,
manda una bola perdida,
y si lo alcanza, sin vida
es siguro que lo deja.

505 Y el Indio es como tortuga
de duro para espichar;
si lo llega á destripar
ni siquiera se le encoge:
luego sus tripas recoge
510 y se agacha á disparar.

Hacian el robo á su gusto
y despues se iban de arriba,
se llevaban las cautivas
y nos contaban que á veces
515 les descarnaban los pieses
a las pobrecitas, vivas.

Ah! si partia el corazon
ver tantos males, canejo!
Los perseguiamos de lejos
520 sin poder ni galopiar.
Y qué habiamos de alcanzar
en unos bichocos viejos! 

Nos volviamos al canton
a las dos ó tres jornadas
525 sembrando las caballadas;
y pa que alguno la venda,
rejuntabamos la hacienda
que habian dejao resagada.

Una vez entre otras muchas,
530 tanto salir al boton,
nos pegaron un malon
los indios y una lanciada,
que la gente acobardada
quedó dende esa ocasion.

535 Habian estao escondidos
aguaitando atrás de un cerro,
¡Lo viera á su amigo Fierro
aflojar como un blandito!
Salieron como maiz frito
540 en cuanto sonó un cencerro.

Al punto nos dispusimos
aunque ellos eran bastantes;
la formamos al istante
nuestra gente, que era poca;
545 y golpiandose en la boca
hicieron fila adelante.

Se vinieron en tropel
haciendo temblar la tierra.
No soy manco pa la guerra
550 pero tuve mi jabon,
pues iba en un redomon
que habia boliao en la Sierra.

Que vocerio, que barullo!
que apurar esa carrera!
555 La Indiada todita entera
dando alaridos cargó.
Jue pucha... y ya nos sacó
como yeguada matrera.

Qué fletes traiban los bárbaros,
560 como una luz de lijeros
Hicieron el entrevero
y en aquella mescolanza,
este quiero, este no quiero,
nos escojian con la lanza.

565 Al que le dan un chuzaso
dificultoso es que sane:
en fin, para no echar panes,
salimos por esas lomas
lo mesmo que las palomas
570 al juir de los gavilanes.

Es de almirar la destreza
Con que la lanza manejan.
De perseguir nunca dejan
y nos traiban apretaos.
575 ¡Si queriamos, de apuraos,
salirnos por las orejas

Y pa mejor de la fiesta
en esa aflicion tan suma,
vino un Indio echando espuma
580 y con la lanza en la mano
gritando: “Acabau cristiano,
metau el lanza hasta el pluma.”

Tendido en el costillar,
cimbrando por sobre el brazo
585 una lanza como un lazo,
me atropello dando gritos:
si me descuido... el maldito
me levanta de un lanzaso.

Si me atribulo ó me encojo,
590 siguro que no me escapo;
siempre he sido medio guapo
pero en aquella ocasion
me hacia buya el corazon
como la garganta al sapo.

595 Dios le perdone al salvaje
las ganas que me tenia...
Desaté las tres marias
y lo engatusé á cabriolas.
¡Pucha!... Si no traigo bolas
600 me achura el Indio ese dia.

Era el hijo de un casique,
sigun yo lo averigüé;
la verdá del caso jué
que me tuvo apuradazo,
605 hasta que al fin de un bolazo
del caballo lo bajé.

Ay no mas me tiré al suelo
y lo pisé en las paletas;
empezó á hacer morisquetas
610 y á mesquinar la garganta...
pero yo hice la obra santa
de hacerlo estirar la geta.

Alli quedó de mojon
y en su caballo salté;
615 de la indiada disparé,
pues si me alcanza me mata,
y, al fin, me les escapé,
con el hilo de una pata.

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