Blog de Literatura - Fomentando la Lectura

domingo, 29 de septiembre de 2013

La Leyenda de los dos volcanes: Popocatépetl e Iztaccíhuatl

Para variar un poco, en lugar de una leyenda patagónica, hoy traigo una leyenda mexicana. Más precisamente: una leyenda azteca. La misma fue sugerida por una lectora del blog luego de leer "La furia del Lanín", leyenda mapuche. Siempre me resultó llamativo e interesante encontrar similitudes entre los relatos de tierras distantes.
Popocatépetl significa "cerro humeante" e Iztaccíhuatl, "mujer blanca". El Iztaccíhuatl recuerda la silueta de una mujer recostada, lo que me lleva a pensar en "La bella durmiente" de Moquehue, Neuquén... Ambos están comunicados por un paso, el paso de Cortés, que los une por siempre. 
Vi dos versiones dando vueltas por la web. Tomé una (desconozco el nombre del/a recopilador/a). Dejo a ustedes la opción de buscar la otra :D


La Leyenda de los dos volcanes: Popocatépetl e Iztaccíhuatl

Hace tiempo, cuando los aztecas dominaban el Valle de México, los otros pueblos debían obedecerlos y rendirles tributo, pese a su descontento. Un día, cansado de la opresión, el cacique de Tlaxcala decidió pelear por la libertad de su pueblo y empezó una terrible guerra entre aztecas y tlaxcaltecas.

La bella princesa Iztaccíhuatl, hija del cacique de Tlaxcala, se había enamorado del joven Popocatépetl, uno de los principales guerreros de este pueblo. Ambos se profesaban un amor inmenso, por lo que antes de ir a la guerra, el joven pidió al padre de la princesa la mano de ella si regresaba victorioso. El cacique de Tlaxcala aceptó el trato, prometiendo recibirlo con el festín del triunfo y el lecho de su amor. El valiente guerrero se preparó con hombres y armas, partiendo a la guerra después de escuchar la promesa de que la princesa lo esperaría para casarse con él a su regreso. Al poco tiempo, un rival de Popocatépetl inventó que éste había muerto en combate. Al enterarse, la princesa Iztaccíhuatl lloró amargamente la muerte de su amado y luego murió de tristeza.

Popocatépetl venció en todos los combates y regresó triunfante a su pueblo, pero al llegar, recibió la terrible noticia de que la hija del cacique había muerto. De nada le servían la riqueza y poderío ganados si no tenía su amor.

Entonces, para honrarla y a fin de que permaneciera en la memoria de los pueblos, Popocatépetl mandó que 20,000 esclavos construyeran una gran tumba ante el Sol, amontonando diez cerros para formar una gigantesca montaña.

Desconsolado, tomó el cadáver de su princesa y lo cargó hasta depositarlo recostado en su cima, que tomó la forma de una mujer dormida. El joven le dio un beso póstumo, tomó una antorcha humeante y se arrodilló en otra montaña frente a su amada, velando su sueño eterno. La nieve cubrió sus cuerpos y los dos se convirtieron, lenta e irremediablemente, en volcanes.

Desde entonces permanecen juntos y silenciosos Iztaccíhuatl y Popocatépetl, quien a veces se acuerda del amor y de su amada; entonces su corazón, que guarda el fuego de la pasión eterna, tiembla y su antorcha echa un humo tristísimo…

Durante muchos años y hasta poco antes de la Conquista, las doncellas muertas por amores desdichados eran sepultadas en las faldas del Iztaccíhuatl.

En cuanto al cobarde tlaxcalteca que por celos mintió a Iztaccíhuatl sobre la muerte de Popocatépetl, desencadenando esta tragedia, fue a morir desorientado muy cerca de su tierra, también se convirtió en una montaña, el Pico de Orizaba y se cubrió de nieve. Le pusieron por nombre Citlaltépetl, o “Cerro de la estrella” y desde allá lejos vigila el sueño eterno de los dos amantes a quienes nunca, jamás podrá separar.

sábado, 28 de septiembre de 2013

La furia del Lanín

Cuando tenía unos 3 años y vinimos a vivir a la Patagonia me enamoré del Lanín. Dicen que lo señalaba y decía que era mío, mi volcán. Mío y de nadie más... Pero el Lanín antes de hipnotizarme a mí, había conquistado el imaginario de los habitantes originarios. "La furia del Lanín" es uno de esos relatos. El mismo pertenece a la recopilación realizada por Nahuel Montes en "Cuentos, mitos y leyendas patagónicos".
La semana pasada he estado ausente - tuve que viajar -, por ello, continuaré con las leyendas patagónicas una semanita más de lo previsto y luego anunciaré la lectura de Octubre :D
Sepan disculpar que este post también es con "fotos" en lugar de tipeo, pero ando con poco tiempo :)









sábado, 21 de septiembre de 2013

Kiñillhué: una flor prohibida

¡Feliz día de la primavera!

Para festejar un día como hoy - y siendo que estamos con la lectura de leyendas - ¿qué mejor que una leyenda sobre una flor? Kiñillhué: una flor prohibida
Como explica el prólogo, Kiñillhué es la palabra que denomina una hermosa flor patagónica como es la mutisia. Generalmente son naranjas (con distinta intensidad de color) aunque también las hay moradas y blancas. Además, fue declarada la flor provincial de Neuquén, donde vivo, en el 2004. 
Como nota aparte, copio del diccionario: Kiñillhué significa literalmente "morada de los amantes". Kiñil es amor, amante, y hué, casa.
La leyenda tehuelche fue recopilada por Nahuel Montes en su libro "Cuentos, mitos y leyendas patagónicos"
A falta de scanner y de ganas de tipear, permitanme publicar la leyenda con fotos :P








miércoles, 18 de septiembre de 2013

Los favores del tigre

En el campo es común escuchar hablar del tigre o del puma. Nunca se trata en realidad de un tigre - ya que aquí no habitan - y algunas veces tampoco de un puma. En esas ocasiones, se trata del yaguareté ....
El nombre yaguareté proviene del guaraní y, de hecho, en la mitología guaraní existe un ser, el yaguarete-abá, que es a la vez yaguareté y hombre. Verán que ese ser guarda cierta similitud con lo relatado en esta leyenda mapuche.
El yaguareté habita en el norte argentino, en la selva. Según este texto, al yaguareté los mapuches lo llaman nahuel. Como nota aparte, les cuento que también es común como nombre propio masculino; pero regresemos a la equivalencia nahuel-yaguareté. Sinceramente, me confundió un poco porque en la Patagonia hay pumas (trapial para los mapuches), no yaguaretés. Así que busqué en un diccionario mapudungun-español y encontré lo siguiente:
Nahuel: especie de felino, hoy extinto, que pobló la Patagonia Argentina. Por extensión, se lo aplica también al puma aunque erróneamente.   
Duda resuelta... el nahuel no es ni puma ni yaguareté... 
Ahora a disfrutar de esta leyenda :D
 


Los favores del tigre

Cuentan que una vez un mapuche salió de viaje con algunos compañeros. Cuando ya estaban muy lejos de su pueblo, se encontró con un grupo de enemigos y, como estaban en tiempo de guerra, se vieron obligados a pelear. Los enemigos eran más y estaban muy bien armados, de modo que los mapuches se tuvieron que escapar.

en la disparada, el hombre galopó tan rápido que perdió de vista a los que lo perseguían pero también a sus amigos. Estaba en una tierra desconocida, y se perdió.

Anduvo así varios días; tomaba agua de los arroyos, pero no tenía nada para comer y no tenía la menor idea de cómo volver a su pueblo.

En una de esas, en un momento en que se había parado para descansar, apareció un tigre enorme.

Bueno, no era un tigre-tigre, de esos con rayas, porque por acá no hay de esos animales; era un yaguareté, de esos manchados, que son tan bravos como los tigres. Los criollos les dicen "tigres" y los mapuches los llaman nahuel

La cuestión es que - tigre o yaguareté - el hombre se pegó un buen susto. Y para colmo su caballo se asustó más, se fue corriendo y lo dejó a pie. La fiera se acercaba, relamiéndose, y el hombre no sabía qué hacer. Entonces decidió pedirle al tigre que no le hiciera nada, porque los mapuches dicen que el nahuel es un animal superior, que tiene un alma grande, y que aunque es muy peligroso, sabe escuchar con paciencia. Así que se arrodilló y le habló:

- Señor, dejáme vivir; no me hagás nada, por favor, Nahuel. Ya bastantes desgracias tengo, Nahuel: hace días que no como, estoy perdido, tengo miedo en este camino que no conozco.

El tigre lo miró fijo, fijo, y el hombre vio que de esos ojos alargados se caía una lágrima. ¡Estaba llorando! Despacito, el animal se dio vuelta y entonces se fue al trotecito, pero al rato volvió: traía un avestruz que acababa de cazar y se lo dio al hombre. Así fue como el mapuche pudo comer.

Cuando terminó su comida, miró al tigre y vio que se transformaba en una mujer; tenía ropa muy buena y adornos de plata como los que usaban las mujeres ricas, las hijas de familias importantes. la mujer dijo:

- Ahora ya solucionaste uno de tus problemas: has comido. Decíme: ¿a qué le tenés miedo en este camino?
- Antes tenía miedo de encontrarme con vos, Nahuel, y ahora sigo teniendo miedo, pero de encontrarme con el Toro Chupei.

El Toro Chupei era una especie de toro muy raro, grandísimo, con unos cuernos largos y puntudos, que siempre estaba furioso y echaba espuma por la boca. Pero lo que era malo de veras, lo que metía miedo - al fin de cuentas, hay muchos toros bravos - es que éste, en vez de comer pasto como cualquier otro, comía gente.

- A ése lo arreglo yo; no te asustés, que no te va a pasar nada - le dijo la mujer nahuel -. Yo te voy a hacer de guía para que vuelvas a tu casa.

Tres días caminaron y al cuarto día apareció el Toro Chupei.

- Vos quedáte acá, que yo lo voy a pelear - dijo la mujer nahuel, y tomó de nuevo forma de fiera.

El Toro Chupei rasguñó el suelo con las pezuñas, se dio impulso y se abalanzó sobre el tigre apuntando con los cuernos; el nahuel rugió, pegó un salto y cayó sobre el lomo del otro. Empezó la pelea; enseguida se levantó una polvareda enorme que no dejaba ver nada. El toro se tiraba al suelo, tratando de aplastar al tigre. Entonces el tigre soltaba por un momento y volvía a echársele encima. Al final, ganó el nahuel: el Toro Chupei quedó ahi tirado, despatarrado; ya nunca más se iba a comer a nadie.

El yaguareté se arregló los bigotes, buscó al hombre y le dijo que siguieran camino. Así llegaron hasta cerca del pueblo del mapuche y se despidieron.

Es que así son las cosas, dicen los mapuches: hasta el más bravo, como el tigre, puede ser bueno si se le da la oportunidad.




sábado, 14 de septiembre de 2013

El Zorro


La leyenda de hoy la contaban los Yaganes o Kawéskar, aborígenes "canoeros" de tierra del fuego. La canoa era esencial para su estilo de vida. De hecho, pasaban más tiempo en ellas que sobre la tierra.
Copio textual del libro de Arnoldo Canclini: Los yaganes "vivían navegando y su cosmovisión partía del mar como mundo real. Por ejemplo, si nosotros decimos 'bahía' pensamos en una tierra que rodea una porción de agua. Para ellos, era al revés: era el agua que penetraba en la tierra. Por su parte, nunca se adentraban más allá de la costa, sino escasamente, para perseguir una pieza de caza o por alguna otra necesidad urgente."
Es de esperar, entonces, que sus historias y leyendas estén relacionadas con seres marinos. Sin embargo, también contaban cuentos sobre los animales terrestres.
Si hay una animal del cual se relatan leyendas y cuentos populares en Argentina es el zorro, y los Yaganes también tenían una historia sobre él...



El Zorro



Este animalito tenía fama de astuto, como también de egoísta. Lo demostró una vez que faltó agua en una gran zona. Zorro recorrió muchos lugares y al fin localizó una laguna, pero no se lo contó a nadie. Por el contrario, construyó alrededor una alta cerca para que los demás no pudieran pasar. Sólo permitía que algunas veces fueran ciertos parientes predilectos.

Como pasa siempre, llegó un momento en que la gente se enteró de la novedad. Le pidieron que compartiera algo de su tesoro, pero él sólo les contestó con palabras groseras. Tampoco reaccionó favorablemente cuando quisieron cambiarle el líquido por gran abundancia de carne muy sabrosa.

La gente pidió ayuda a Colibrí, que siempre los había salvado en los malos momentos, porque ha sido muy valiente y hábil, aunque es muy pequeño. Le contaron lo que pasaba y él fue a hablar con el Zorro, que contestó en tono sarcástico. Eso molestó mucho a colibrí, quien volvió, sin contestar nada, para preparar un plan adecuado a las circunstancias.

Al poco tiempo, rehizo el camino llevando su honda y recogiendo piedras filosas. Amenazó con ellas a Zorro, intimándolo a que diera agua a la gente sedienta. Él volvió a despreciarlo, pero no pudo hablar mucho porque un disparo certero lo mató.

Muy alegres, todos derribaron la cerca y corrieron al agua con mucha ansiedad, ya que estaban muriendo de sed. Pero comprobaron que casi no quedaba líquido porque algunas aves, que también habían estado padeciendo, habían bebido casi todo. Entonces llegó Lechuza, quien también necesitaba beber y quien comenzó a hacer bolitas de barro, tirándolas en distintas direcciones. Donde caían, surgía un chorrillo de agua clara, que era mejor aún que la de la laguna, y todos se salvaron de morir de sed.

miércoles, 11 de septiembre de 2013

El Invunche o Imbunche

Imbunche, o invunche, significa "persona deforme" en lengua mapuche y es el protagonista de una leyenda del sur patagónico, más precisamente, de Chiloé, Chile. Dicen que era cuidador de la cueva de los brujos y que, además, señalaba quién estaba próximo a la muerte...
Su descripción es desagradable. Si buscan en la web encontrarán varias ilustraciones y esculturas:  cabeza hacia atrás, rasgos faciales exagerados, brazos y piernas torcidos... También descubrirán su andar: el imbunche lo hacía con una pierna abrazando su cuello... a ver quien puede poner la pierna así como el imbunche... tal vez cuando eramos bebés... pero seamos sinceros ¡esa elongación sólo el imbunche la tiene! :D
Les dejo algunas imágenes primero y comenzamos con la leyenda a continuación...
Esta leyenda la tomé http://www.alconet.com.ar y a su vez ellos la extrajeron de: Narciso García Barría, "El Imbunche", en Tesoro mitológico del archipiélago de Chiloé, Santiago, Editorial Andrés Bello, 1989, pp.109-112. No es exactamente un cuento, sino una explicación sobre el origen de la creencia pero resulta interesante leerlo.

Tomado del Fotolog de fhtagn

Ilustración Renzo Soto

Foto extraída de: http://www.elciudadano.cl

El Invunche
El Imbunche o Machucho de la Cueva es un personaje antropomorfo contrahecho. Criado completamente desnutrido y mal alimentado. Tiene la pierna derecha quebrada y pegada a la espalda. De este modo se imposibilita su huida cuando pequeño, y más tarde se impide su alejamiento de la Cueva, de la cual es guardián.

Se trata de un niño regalado a la Mayoría por su padre brujo, o bien raptado del seno de alguna familia para destinarlo a la custodia de la Cueva. En su crianza se le suministra leche de "gata" (nodriza india); más tarde, carne de "cabrito" (párvulo) y, en su edad adulta, de "chivo" (individuo adulto).

El Imbunche no habla, sólo emite sonidos guturales, ásperos, muy desagradables. Su alimentación corre a cargo de los brujos. Unicamente en caso de escasear demasiado, se le permite salir en tres pies a buscarla en las inmediaciones. Durante estas pequeñas salidas va profiriendo sus alaridos, aterrorizando a cuantos lo oyen. De esta manera, nadie se atreve a mirarlo. Los únicos que pueden verlo sin peligro son precisamente los brujos. 
Hay ocasiones en que el Imbunche debe salir a otros distritos. Esto sucede en los casos en que la Mayoría celebra reunión en una localidad distinta a su aquelarre habitual, o bien cuando debe indicar el domicilio de alguien a quien debe "tirársele un mal malo". Para cumplir tal misión se hace transportar en el aire entre dos brujos expertos en esta clase de vuelos tripulados.

La creencia en el Imbunche es una manera de explicar el desaparecimiento de muchachitos de sus hogares o de justificar la presencia de niños mal conformados, contrahechos algunos de ellos, por desgracia, verdaderos fenómenos congénitos, a quienes a veces se los mantiene semiocultos y a los cuales la jerga popular designa con el nombre de "naciones", es decir, fenómenos de nacimiento.

Es digna de hacer notar la evidente concordancia del papel encomendado al Imbunche, debido a su extraña con formación anormal, con las prácticas establecidas en la jerarquía de la religión incásica. Esta prefería, por ejemplo, para guardias de sus santuarios o templos, a individuos con alguna anomalía física visible.

"Entraban al servicio de los templos -dice Louis Baudin- todos los individuos que presentaban carácter singular, sea en su persona (epilépticos), sea en razón de circunstancias particulares de su nacimiento o de su vida (niños que habían sacado primero los pies al nacer o que habían sido paridos durante una tormenta; gemelos, estropeados de nacimiento; indios tocados por el rayo sin haber sido muertos). Se encuentra en esto la concepción que forma la base del culto a los huaca de que hemos hablado: la divinización de las anomalías"...

En la actualidad aún perdura, en cierto sentido, la creencia en el valor sobrenatural de las anormalidades, como puede apreciarse en la fe en el trébol de cuatro hojas; en la suerte atribuida al encuentro con jorobados, a las propiedades especiales de las hijas "huemas" (primogénitas) para fletas, a las bondades curativas de las piedras encontradas en el estómago de algunos animales, al poder milagrero de las animitas de personas fallecidas trágicamente, al augurio del gato negro, etc. Todavía es frecuente el dicho: "nació de pies".

Es muy probable que también este mismo principio haya influido en la veneración de las vacas sagradas de India, y del buey Apis, en Egipto. Como asimismo puede existir alguna relación con el viejo ritual etrusco, según el cual Rómulo trazó los contornos sagrados de Roma con cual iban uncidos un buey enteramente blanco y de igual color. ¿Qué de extraño tendría que el Imbunche fuese también una creación debida a este mismo principio de divinización de las anomalías en que está basada la fe en los "huaca"?

La superstición en torno a los seres anormales puede apreciarse en la reacción instintiva de miedo experimentada por los niños ante la presencia de individuos baldados. Lo mismo se observa ante una persona vestida en forma estrafalaria.

La Cueva, lugar secreto reservado a los Butas, para quienes la impunidad es imprescindible, a más de ser sitios estratégicos, necesita de un guardián más que un cancerbero. De ahí el aspecto terrorífico del Imbunche, privado del uso de la palabra y condenado a andar sólo en tres pies.

lunes, 9 de septiembre de 2013

Los vientos en lucha

Hoy con 50 km/h de viento constante y ráfagas de 70 km/h, estamos que "se vuela todo". Por eso pensé en traer una leyenda sobre el viento... Esta vez, una leyenda fueguina, más precisamente, una historia que contaban los onas. La tomé del mismo libro que les comenté cuando subí "El norte lucha con el sur". De hecho, es la leyenda que le sigue.


Los vientos en lucha

Ninguno de los vientos estaba tranquilo en su haruwen y por eso, con la ayuda de sus hermanos, siempre estaban luchando entre sí. Pero, por algunas cosas que pasaron, se apresuró el momento de enfrentarse y resolvieron organizar un torneo para definir la cuestión de la superioridad.

Los seres humanos se enteraron, porque estaban emparentados con los vientos, y se sentaron en círculo para contemplar el gran espectáculo. Les resultaba una ocasión grata, ya que, después de todo, ellos eran parte de su vida diaria y les estaban agradecidos por su ayuda para dejar sordos a los guanacos y entonces los podían cazar más fácilmente, ya que además dirigían más certeramente las flechas, que eran guiadas por las plumas cuidadosamente colocadas en su extremo final. Por eso, cuando los llamaban por su nombre, siempre agregaban "Haiyin, haiyin", que significa "Gusta, gusta". En consecuencia, eran nombres muy largos: Viento Este era Wintekhayin; Viento Sur era Orroknhayin; Viento Norte, Heuchuknhayin, y Viento Oeste, Kenenikhayin.

Lo que había pasado era que en una tibia mañana de verano, todos estaban descansando y dormitando. Viento Este era el único despierto y se la pasaba yendo de aquí para allá, soplando en forma discreta, como era su costumbre. Vio acercarse a Viento Norte, fastidiado de no poder reposar tranquilo por lo que tenía muy mala cara, pero como Este no quería meterse en problemas, se fue alejando despaciosamente hacia su casa. Pero Norte no tenía el ánimo tan pacífico y siguió buscando a alguien con quien pelear y lanzando maldiciones y groserías. Viento Oeste lo oyó y se molestó tanto que lo atacó. Pero Viento Norte se dio cuenta de que no le iría bien y dejó el campo libre. Entonces llegó el invierno y los tres se fueron a descansar, dejando que Viento Sur saliera a divertirse. 

Quedó un mal ambiente y decidieron una lucha abierta. Los espectadores se colocaron en una rueda porque aquello era un gran evento. Desde el primer momento, se vio que Viento Este era demasiado moderado, aunque fuera persistente. Los otros lo hicieron caer una y otra vez y él se cansó de tanta pelea inútil. Se echó encima una capa y se sentó entre los que observaban sin participar.

Por su parte, Viento Sur tenía mal carácter y por eso era el menos favorito. Su genio lo echó a perder, aunque era muy fuerte y violento, porque también lo derribaron repetidamente y entonces fue a sentarse con Este entre la gente.

Quedaban sólo Viento Norte y Viento Oeste, que se lanzaron con furia uno contra el otro. El primero era el más poderoso, pero también tenía un humor variable y se enojaba con facilidad, sobre todo porque Viento Oeste era incansable. Se golpearon fuertemente con los puños, sin que ninguno de los dos cediera. Viento Norte cayó a tierra y, aunque todavía estaba con posibilidades de seguir peleando, como sabía cuál iba a ser el final, decidió abandonar el campo al otro y así Viento Oeste quedó dueño de soplar donde quisiera. Ésa es la razón de que con frecuencia haya tantas rachas molestas.

sábado, 7 de septiembre de 2013

"Kóoch, el creador de la Patagonia" y "Los inventos de Elal"

Buenas noches a todos. Me he demorado con las entregas, ya sé. Aún estoy adaptándome a una nueva carga horaria (nuevo trabajo) y tratando de compatibilizar mis responsabilidades y hobbies (además de mi vida social y familiar) para tratar de hacer todo lo que me hace sentir una persona plena. Se complica... Tal vez esté menos presente en el blog en comparación a lo que los tengo acostumbrados... al menos hasta que le tome el ritmo a mi nueva vida. Pero hoy estoy, y traigo dos nuevas leyendas patagónicas.
Se trata de "Kóoch, el creador de la Patagonia" y "Los inventos de Elal", recopiladas por Arnoldo Canclini para el libro "Leyendas de la Patagonia". Ambas hablan sobre la creación del mundo (la Patagonia) tal como lo conocían los Tehuelches y las tomé de la página: http://www.alconet.com.ar/, un sitio de apariencia poco interesante pero con contenidos que valen la pena.
"Tehuelche" es en realidad la denominación que los Mapuches daban a varios pueblos del sur de la Patagonia, como los Aonikenk y los Shelk'nam . En mapuche significa "gente bravía" y así fueron llamados por ellos debido la fortaleza y resistencia con la cual se opusieron a la expansión del pueblo Mapuche. Los españoles los llamaron Patagones... y de allí el nombre Patagonia que recibe esta región.




KÓOCH, EL CREADOR DE LA PATAGONIA

Los tehuelches fueron un pueblo nómada que habitó en el sur de la Patagonia Argentina. Recorrían grandes extensiones de la árida estepa patagónica mientras se abocaban a la caza del guanaco y el ñandú. En 1871, el marino inglés Georges Muster convivió con ellos durante un año. El fruto de aquella singular experiencia es La vida entre los patagones, obra fundamental para el conocimiento de las costumbres y la interpretación de la vida por parte de los tehuelches. Como todos los pueblos primitivos, los tehuelches manifestaron un poderoso vuelo imaginativo. Que podrán advertir en su mito de la creación que a continuación le presentamos. En el comienzo estaba Kóoch y, luego el gran héroe Elal. Imaginemos como...

Según dicen los tehuelches, hace muchísimo tiempo no había tierra, ni mar, ni sol... solamente existía la densa y húmeda oscuridad de las tinieblas. Y en medio de ella vivía eterno, Kóoch.

Nadie sabe por qué, un día Kóoch, que siempre se había bastado a sí mismo, se sintió muy solo y se puso a llorar. Lloró tantas lágrimas, durante tanto tiempo, que contarlos sería imposible. Y con su llanto se formó el mar, el inmenso océano donde la vista se pierde.

Cuando Kóoch se dio cuenta de que el agua crecía y que estaba a punto de cubrirlo todo, dejó de llorar y suspiró. Y ese suspiro tan hondo fue el primer viento, que empezó a soplar constantemente, abriéndose paso entre la niebla y agitando el mar.

Algunos dicen que fue así, por los empujones del viento, que la niebla se disipó y apareció la luz, pero otros opinan que fue Kóoch el inventor de la claridad. Cuentan que, en medio del agua y envuelto en la oscuridad, deseó contemplar el extraño mundo que lo rodeaba. Se alejó un poco a través del negro espacio y, como no podía ver con nitidez, levantó el brazo, y con su gesto hizo un enorme tajo en las tinieblas. Dicen también que el giro de su mano originó una chispa, y que esa chispa se convirtió en el sol.

Xáleshen, como llaman los tehuelches al gran astro, se levantó sobre el mar e iluminó ese paisaje magnífico: la inmensa superficie ondulada por el viento, cuyo soplo retorcía cada ola hasta verla deshacerse bajo su tocado de espuma.

El sol formó las nubes, que de allí en más se pusieron a vagar, incansables, por el cielo, matizando el agua con su sombra, pintándola con grandes manchones oscuros. Y el viento las empujaba a su gusto, a veces suavemente, y a veces en forma tan violenta que las hacía chocar entre sí. Entonces las nubes se quejaban con truenos retumbantes y amenazaban con el brillo castigador de los relámpagos.

Luego Kóoch se dedicó a su obra maestra. Primero hizo surgir del agua una isla muy grande, y luego dispuso allí los animales, los pájaros, los insectos y los peces. Y el viento, el sol y las nubes encontraron tan hermosa la obra de Kóoch que se pusieron de acuerdo para hacerla perdurar: el sol iluminaba y calentaba la tierra, las nubes dejaban caer la lluvia bienhechora, el viento se moderaba para dejar crecer los pastos... la vida era dulce en la pacífica isla de Kóoch. Entonces el Creador, satisfecho, se alejó cruzando el mar. A su paso hizo surgir otra tierra cercana y se marchó al horizonte, de donde nunca más volvió.

Y así hubieran seguido las cosas en la isla de no ser por el nacimiento de los gigantes, los hijos de Tons, la Oscuridad. Un día, uno de ellos, llamado Noshtex, raptó a la nube Teo y la encerró en su caverna.

Sus hermanas buscaron a la desaparecida a lo largo y a lo ancho del cielo, pero nadie la había visto. Entonces, furiosas, provocaron una gran tormenta. El agua corrió sin parar desde lo alto de las montañas, arrastrando las rocas, inundando las cuevas de los animalitos, destruyendo los nidos, arrasando la tierra en una inmensa protesta... Después de tres días y tres noches, Xáleshen quiso saber el motivo de tanto enojo y apareció entre las nubes. Enterado de lo sucedido, esa tarde, al retirarse detrás de la línea donde se junta el cielo con el mar, le contó a Kóoch las novedades, y Kóoch contestó;

-Te prometo que, quienquiera que haya raptado a Teo, será castigado. Si ella espera un hijo, ése será más poderoso que su padre.

A la mañana siguiente, apenas asomado, el sol comunicó la profecía a las nubes agolpadas en el horizonte y éstas, enseguida, se la contaron a Xóchem el viento, que corrió hacia la isla y difundió la noticia aquí y allá, anunciándola a quien quisiera oírla. Y el chingolo se lo contó al guanaco, el guanaco al ñandú, el ñandú al zorrino, el zorrino a la liebre, al armadillo, al puma. Después Xóchem sopló el mensaje en la puerta de las cavernas de los gigantes, para que no quedara nadie sin enterarse.

Así escuchó Nóshtex las palabras de Kóoch, y tuvo miedo de su pequeño enemigo, que ya vivía en el vientre de Teo. "Voy a matarlos", pensó, "voy a matarlos y a comérmelos a los dos". Golpeó salvajemente a Teo mientras dormía, arrancó al niño de sus entrañas y, sin mirar a su hijo abandonado en el suelo de la caverna, la despedazó.

Pero alguien más, adentro de la cueva, había escuchado a Xóchem. Era Ter-Werr, una tuco-tuco que vivía en su casa subterránea excavada en el fondo de la gruta. Dicen que fue ella la que salvó al bebé, la que, sigilosamente, en el mismo momento en que el monstruo levantaba a su hijo para devorarlo, le mordió el dedo del pie con todas sus fuerzas, la que escondió al niño debajo de la tierra antes de que el gigante pudiera reaccionar...

Sin embargo, el refugio era demasiado precario. Nóshtex cruzaba la caverna haciéndola temblar con sus pasos de gigante, recorría la isla buscando al cachorrito que apenas había visto, a ese hijo que en cuanto creciera iba a traicionarlo.

Entonces Terr-Werr pidió ayuda al resto de los animales: ¿dónde esconder al bebé?, ¿cómo ponerlo a salvo del gigante?

Cuentan que todos los animales hicieron una asamblea para discutir el asunto. Que el Kíus, el chorlo, era el único conocedor de la otra tierra que, más allá del mar, había creado Kóoch antes de recluirse en el horizonte, y que propuso enviar allí al niñito. Así comenzaron los preparativos para la fuga secreta.

Una madrugada, cuando el hijo de Teo y el gigante estuvo listo para partir, Terr-Werr lo llevó hasta las inmediaciones de una laguna y lo escondió entre los juncos. Desde allí llamó a Kíken, el chingolo, para que a su vez transmitiera el mensaje: todos los animales fueron convocados para escoltar al niño. Algunos, como el puma, se negaron. Otros, como el ñandú y el flamenco, llegaron demasiado tarde. El zorrino iba tan contento al encuentro de la criatura que, interceptado por el gigante, no supo guardar el secreto. Así enterado, Nóshtex se dirigió a grandes pasos hacia la laguna, pero el pecho-colorado, instruido por Terr-Werr lo distrajo con su canto. Por eso no llegó a tiempo para ver cómo el cisne se acercó al niño nadando majestuosamente y lo colocó sobre su lomo, ni cómo carreteó luego para levantar vuelo. Sólo alcanzó a distinguir en el cielo un pájaro blanco que, con su largo cuello estirado y las alas desplegadas, volaba decididamente hacia el oeste. Así, en su colchoncito de plumas, se alejaba el protegido de Kóoch hacia la tierra salvadora de la Patagonia.


LOS INVENTOS DE ELAL


Dicen los tehuelches que la Patagonia era sólo hielo y nieve cuando el cisne la cruzó, volando, por primera vez. Venía de más allá del mar, de la isla divina donde Kóoch había creado la vida y donde había nacido el pequeño Elal, a quien cargó sobre su blanco lomo hasta depositario sano y salvo en la cumbre del cerro Chaltén.

Dicen también que detrás del cisne volaron el resto de los pájaros, que los peces los siguieron por el agua y que los animales terrestres cruzaron el océano a bordo de unos y de otros. Así la nueva tierra se pobló de guanacos, de liebres y de zorros; los patos y los flamencos ocuparon las lagunas y surcaron por primera vez el desnudo cielo patagónico los chingolos, los chorlos y los cóndores.

Por eso Elal no estuvo solo en el Chaltén: los pájaros le trajeron alimentos y lo cobijaron entre sus plumas suaves. Durante tres días y tres noches, permaneció en la cumbre, contemplando el desierto helado que su estirpe de héroe transformaría para siempre.

Cuando Elal comenzó a bajar por la ladera de la montaña le salieron al encuentro Kokeske y Shíe, el Frío y la Nieve. Los dos hermanos que hasta entonces dominaban la Patagonia lo atacaron furiosos, ayudados por Máip, el viento asesino. Pero Elal ahuyentó a todos golpeando entre sí unas piedras que se agachó a recoger, y ése fue su primer invento: el fuego.

Cuentan que Elal siempre fue sabio, que desde muy chiquito supo cazar animales con el arco y la flecha que él mismo había inventado. Que ahuyentó al mar con sus flechazos para agrandar la tierra, que creó las estaciones, amansó las fieras y ordenó la vida. Y que un día, modelando estatuillas de barro, creó a los hombres y las mujeres, los tehuelches. A ellos, a sus chónek, les confió los secretos de la caza: les enseñó a diferenciar las huellas de los animales, a seguirles el rastro y a poner los señuelos, a fabricar las armas y a encender el fuego. Y también a coser abrigados quillangos, a preparar el cuero para los toldos hasta dejarlo liso e impermeable... y tantas, tantas otras cosas que sólo él sabía.

Cuentan que hasta la Luna y el Sol están donde están por obra de Elal, que los echó de la Tierra porque no querían darle a su hija por esposa. Y que el mar crece con la luna nueva porque la muchacha, abandonada por el héroe en el océano, quiere acercarse al cielo, desde donde su madre la llama. Y también que si no fuera porque una vez, hace muchísimo tiempo, cuando hombres y animales eran la misma cosa, Elal castigó a una pareja de lobos de mar, no existirían el deseo ni la muerte. Finalmente Elal, el sabio, el protector de los tehuelches, dio por terminados sus trabajos. Dicen que un día, poco antes del amanecer, reunió a los chónek para despedirse de ellos y darles las últimas instrucciones. Les anunció que se iba, pidió que no le rindieran honores pero sí que transmitieran sus enseñanzas a sus hijos, y éstos a los suyos, y aquéllos a los propios, para que nunca murieran los secretos tehuelches. Y cuando ya asomaba por el horizonte, Elal llamó al cisne, su viejo compañero. Se subió a su lomo y le indicó con un gesto el este ardiente. Entonces el cisne se alejó del acantilado, corrió un trecho y levantó vuelo por encima del mar.

Inclinándose sobre el ave que lo llevaba y acariciando su largo cuello, Elal le pidió que le avisara cuando estuviera cansado. Cuando el cisne se quejaba, Elal disparaba una flecha hacia abajo, y con cada flechazo surgía en el agua una isla donde era posible posarse a descansar.

Dicen que varias de esas islas se distinguen todavía desde la costa patagónica, y que en alguna de ellas, muy lejos, adonde ningún hombre vivo puede llegar, vive Elal. Sentado frente a hogueras que nunca se extinguen, escucha las historias que le cuentan los tehuelches que, resucitados, llegan cada tanto para quedarse con él, guiados por el magnánimo Wendeunk.