Blog de Literatura - Fomentando la Lectura

martes, 29 de octubre de 2013

Enemigo mío - Barry B. Longyear - 7 - Final

Viene de "Enemigo mío - Barry B. Longyear - 6"





-¿Davidge? ¿Teniente Davidge?

Abrí los ojos y vi algo que no había visto desde hacía cuatro años terrestres: un rostro humano.

-¿Quién es usted?

La cara, joven, alargada y coronada por un cabello rubio y corto, sonrió.

-Soy el capitán Steerman, el oficial médico. ¿Cómo se encuentra?

Pensé en ello y acabé sonriendo.

-Como si me hubieran inyectado droga de primerísima calidad.
-Así ha sido. Estaba en muy mal estado cuando el equipo de búsqueda lo trajo aquí.
-¿Equipo de búsqueda?
-Supongo que no lo sabe. Los Estados Unidos de la Tierra y la Cámara de Draco han establecido una comisión conjunta para supervisar la colonización de nuevos planetas. La guerra ha terminado.
-¿Terminado?
-Exacto.

Sentí que me quitaban un peso de encima.

-¿Dónde está Zammis?
-¿Quién?
-Jeriba Zammis, el drac que me acompañaba.

El doctor se encogió de hombros.

-No sé nada al respecto, pero supongo que los reptiles estarán ocupándose de él.

Reptiles. En otro tiempo yo mismo había usado este término. Al escucharlo en boca de Steerman, me pareció raro, extraño, repulsivo.

-Zammis es un drac, no un reptil.

El teniente frunció el ceño y luego hizo un gesto de indiferencia.

-Naturalmente. Lo que usted diga. Descanse, volveré a examinarlo dentro de unas horas.
-¿Puedo ver a Zammis?

El doctor sonrió.

-No, mi querido teniente. Usted va de camino a la base Delphi de los Estados Unidos de la Tierra. El... drac es probable que esté volviendo a Draco.

Hizo un saludo con la cabeza, se volvió y se fue. ¡Dios mío, me sentía perdido! Miré alrededor y vi que me encontraba en la enfermería de una nave. Las camas que me flanqueaban estaban ocupadas. El hombre que había a mi derecha movió la cabeza y siguió leyendo una revista. El de mi izquierda parecía enfadado.

-¡Eres un maldito lameculos de los reptiles!

Se puso de costado y me dio la espalda.

Otra vez entre humanos, y sin embargo más solo que nunca. Misnuuram va siddeth, como Mistan observaba en el Talman desde la tranquila perspectiva de hace ochocientos años. La soledad es una idea, no lo que te hacen los demás. A decir verdad es algo que uno mismo se hace. Jerry meneó la cabeza aquella vez, luego me apuntó con un dedo amarillo mientras las palabras que deseaba pronunciar iban tomando forma.

-Davidge..., la soledad es molesta para mí..., algo insignificante que debe eludirse si es posible, pero no algo temido. Creo que tú casi preferías la muerte a estar a solas contigo mismo.

Misnuuram yaa va nos misnuuram van dunos: «Los que estáis solos sin compañía estaréis solos siempre en compañía de otros>>. Mistan otra vez. A primera vista, la afirmación parece ser una contradicción: pero la realidad demuestra que es cierta. Yo era un extraño entre mi raza por culpa del odio que no compartía, y por culpa del amor que, para ellos, era raro, imposible, perverso. «La paz del pensamiento
en compañía de otros ocurre únicamente en la mente que está en paz consigo misma>>. Mistan, de nuevo. En innumerables ocasiones durante el viaje a la base Delphi, pasando el tiempo en la enfermería y luego durante el proceso que me dio de baja del ejército, me llevé la mano al pecho para coger el Talman que ya no colgaba allí. ¿Qué habría sido de Zammis? A los Estados Unidos de la Tierra no les
importaba, y las autoridades drac..., bueno, no pensaban hacer comentario alguno sobre el caso.

Los ex pilotos militares eran un estorbo en el mercado laboral, y no había empleos comerciales disponibles y, en especial, no los había para un piloto que no había volado durante cuatro años, que tenía una pierna lisiada, y era un lameculos de los reptiles. «Lameculos de los reptiles», como insulto, poseía impacto de reunir en sí varios términos históricos: traidor a la patria, hereje, marica, amante de los negros...

Yo disponía de cuarenta y ocho mil créditos gracias al pago de mis atrasos, de manera que el dinero no era un problema. El problema era qué hacía conmigo mismo. Después de dar vueltas por la base Delphi, me embarqué en un transporte a la Tierra y, durante varios meses, una pequeña editorial me dio trabajo para traducir manuscritos al drac. Al parecer, había una gran demanda de novelas del oeste entre los dracones:

-¡Manos arriba, naagusaa!
-Nu geph, sheriff.

¡Thang, thang! Las pistolas llameaban y el kislode shaddsaat mordía el thessa. Renuncié al empleo. Finalmente llamé a mis padres.

¿Por qué no has llamado antes, Willy? Hemos estado terriblemente preocupados... Tenía algunos asuntos que resolver, papá... No, de verdad que no... Bueno, lo comprendes, hijo... Debe de haber sido terrible... Papá, me gustaría ir a casa para estar algún tiempo...

Incluso antes de pagar el dinero por el Dearman Electric de segunda mano, sabía que estaba cometiendo un error al volver a casa. Sentía la necesidad de un hogar, pero el que había abandonado a los dieciocho años no era tal hogar. De todas formas me dirigí hacia allí porque no había otro sitio adonde ir. Era de noche y conducía a solas, tomando siempre las viejas carreteras, sin más sonido que el leve ronroneo del motor del Dearrnan. La medianoche de diciembre era clara, y vi las estrellas a través de la cabina en forma de burbuja del coche.

Fyrine IV flotaba en mis pensamientos, el océano encolerizado, los vientos eternos. Frené al borde de la carretera y apagué las luces. Al cabo de unos instantes, mis ojos se amoldaron a la oscuridad, salí afuera y cerré la puerta.

Kansas tenía un cielo enorme, y las estrellas parecían estar al alcance de la mano. La nieve crujió bajo mis pies cuando alcé la mirada, intentando localizar a Fyrine entre los millares de estrellas visibles. Fyrine está en la constelación de Pegaso, pero mis ojos no tenían la práctica necesaria para captar el caballo al lado entre las estrellas que lo rodean. Me encogí de hombros, sentí un escalofrío y decidí volver a entrar en el coche. Al poner la mano en el tirador de la puerta, vi una constelación que reconocí. Hacia el norte; colgado justo por encima del horizonte: Draco. El Dragón, con su cola retorcida rodeando a la Osa Menor, pendía invertido en el cielo. Eltanin, la nariz del Dragón, era el hogar de Zammis.

Los faros de un automóvil que se acercaba me cegaron, y me volví hacia el vehículo, que frenó hasta detenerse. La ventanilla del lado del conductor se abrió y alguien habló en la oscuridad.

-¿Necesita ayuda?

Negué con la cabeza.

-No, gracias. -Levanté una mano-. Sólo estaba mirando las estrellas.
-Bonita noche, ¿no es cierto?
-Por supuesto.
-¿Seguro que no necesita ayuda?

Volví a negar con la cabeza.

-Gracias... Espere. ¿Dónde está el espacio-puerto comercial más cercano?
-A una hora de viaje, en Salina.
-Gracias.

Vi que una mano se agitaba en la ventanilla, y el otro coche arrancó. Eché otra mirada a Eltanin, luego volví a entrar en el coche.

Seis meses después, me encontré delante de una vieja puerta de piedra tallada, preguntándome qué diablos estaba haciendo allí. El viaje a Draco, con sólo dracs como compañeros en la última etapa, me demostró la verdad de las palabras de Namvaac: La paz es únicamente la guerra sin combate. Los acuerdos, en teoría, me daban derecho a viajar hasta el planeta, pero los burócratas dracones y sus
magos del papeleo habían elevado el retraso a la categoría de arte mucho antes de que el primer humano se adentrara en el espacio. Fueron precisas amenazas, sobornos, pasar días rellenando impresos. Me examinaron y vuelta a examinarme; me cacheaban en busca de contrabando, me interrogaban con respecto al motivo de mi visita, tuve que contestar a más impresos, volver a rellenar los impresos que ya había contestado, más sobornos, espera, espera, espera...

En la nave, pasé gran parte del tiempo en mi camarote, pero ya que los camareros dracones se negaban a servirme, fui al comedor para comer y cenar. Me sentaba solo, y escuchaba los comentarios sobre mí que hacían en las otras mesas. Había pensado que el camino más corto era simular que no entendía su idioma. Ya que se da por supuesto que los humanos no hablan drac.

-¿Tenemos que comer en el mismo compartimiento que el asqueroso lrkmaan?
-Míralo, tiene esa piel descolorida llena de manchas... y esas greñas nauseabundas arriba. ¡Aaj, qué olor!

Apreté un poco los dientes y mantuve la mirada fija en el plato.

-Que las leyes universales sean tan corruptas como para producir una criatura así es algo que desafía al Talman.

Me volví y miré a los tres dracones sentados a la mesa que había al otro lado del pasillo. Y, en drac, repliqué:

-Si sus antepasados hubieran enseñado al kiz del pueblo a usar anticonceptivos, ustedes ni siquiera existirían.

Seguí comiendo mientras dos de los dracones se esforzaban por sujetar al tercero. Una vez en Draco, encontrar la hacienda Jeriba no fue problema. El problema fue entrar. Una elevada pared de piedra circundaba la propiedad, y desde la puerta vi la inmensa mansión pétrea que Jerry me había descrito. Dije al guarda de la puerta que deseaba ver a Jeriba Zammis. El vigilante me miró fijamente, después
entró en una glorieta que había detrás. Al cabo de pocos momentos, otro drac surgió de la mansión y caminó rápidamente por el extenso césped en dirección a la puerta. El drac hizo un gesto al guarda, después se detuvo y me miró. Era la viva imagen de Jerry.

-¿Es usted el lrkmaan que ha pedido ver a Jeriba Zammis?

Asentí.

-Zammis debe haberle hablado de mí. Soy Willis Davidge.

El dracón me examinó.

-Sol Estone Nev, hermano de Jeriba Shigan. Mi padre, Jeriba Gothig, desea verlo.

El drac se volvió bruscamente y caminó hacia la mansión. Yo lo seguí, me sentía entusiasmado ante la idea de volver a ver a Zammis. Presté poca atención a la que me rodeaba hasta que fui introducido en una gran sala con un techo de piedra abovedado. Jerry me había contado que la casa tenía cuatro mil años de antigüedad.

Lo creí. Al entrar, otro drac se levantó y se aproximó hacia mí. Era viejo, pero yo sabía quién era.

-Usted es Gothig, el padre de Shigan.

Sus ojos amarillos me examinaron.

-¿Quién es usted, lrkmaan? -Alargó una mano arrugada, de tres dedos-. ¿Qué sabe de Jeriba Zammis y por qué habla la lengua drac con el estilo y acento de mi hijo Shigan? ¿Para qué ha venido aquí?
-Hablo drac de este modo porque así me enseñó a hablarlo Jeriba Shigan.

El anciano dracón ladeó la cabeza entornando sus ojos amarillos.

-¿Conoció a mi hijo? ¿Cómo?
-¿No se lo explicó la comisión de búsqueda?
-Fui informado de que mi hijo, Shigan, falleció en la batalla de Fyrine IV. Eso fue hace más de seis años terrestres. ¿Cuál es su nombre, lrkmaan?

Desvié la mirada hacia Nev. El dracón más joven estaba examinándome con la misma mirada de recelo. Volví a mirar a Gothig.

-Shigan Do murió en la batalla. Caímos juntos en la superficie de Fyrine IV y vivimos allí un año. Shigan murió al dar a luz a Jeriba Zammis. Un año más tarde, la comisión conjunta de búsqueda nos encontró y...
-¡Ya basta! ¡Ya basta, lrkmaan! ¿Está aquí por dinero, para usar mi influencia para concesiones comerciales? ...¿Para qué?

Arrugué la frente.

-¿Dónde está Zammis?

Lágrimas de ira brotaron de los ojos del anciano drac.

-¡No existe ningún Zammis, lrkmaan! ¡Nuestro linaje Jeriba finalizó con la muerte de Shigan!

Mis ojos se abrieron como platos, al tiempo que movía la cabeza.

-Eso no es cierto. Lo sé. Cuidé de Zammis. ¿Es que la comisión no le explicó nada?
-Vaya al punto central de su plan, lrkmaan. No puedo dedicarle todo el día.

Contemplé a Gothig. El viejo dracón no sabía nada de la comisión. Las autoridades drac recogieron a Zammis, y el chico se había evaporado. A Gothig no le habían dicho nada ¿Por qué?

-Yo estuve con Shigan, Gothig. Así aprendí su idioma. Cuando Shigan murió al dar a luz a Zammis, yo...
-lrkmaan, si no habla de su plan, tendré que pedir a Nev que le eche de aquí. Shigan murió en la batalla de Fyrine IV. La flota drac nos lo notificó unos días más tarde.

Asentí.

-Entonces, Gothig, explíqueme por qué conozco el linaje Jeriba. ¿Desea que lo recite ante usted?

Gothig resopló.

-¿Has dicho que conoces el linaje Jeriba?
-Sí.

Gothig extendió la mano hacia mí.

-En ese caso, recite.

Tomé aliento y empecé. Cuando llegué a la generación ciento setenta y tres, Gothig se había arrodillado en el suelo de piedra junto a Nev. Los dracones permanecieron así durante las tres horas de recitación. Cuando concluí, Gothig inclinó la cabeza y lloró.

-Sí, lrkmaan, sí. Debe de haber conocido a Shigan. Sí. -El anciano drac me miró a la cara, con sus ojos cargados de esperanza-. ¿Y dice que Shigan continuó el linaje..., que Zammis nació?

Asentí.

-No sé por qué la comisión no se lo notificó.

Gothig se levantó y se puso muy serio.

-Lo averiguaremos, lrkmaan... ¿Cómo se llama?
-Davidge. Willis Davidge.
-Lo averiguaremos, Davidge.

Gothig preparó habitación para mí en su casa, la que fue una suerte, puesto que me quedaban poco más de mil cien créditos. Después de hacer infinidad de indagaciones, Gothig nos envió a Nev ya mí a la delegación de la Cámara en Sendievu, la ciudad que era la capital de Draco. El linaje Jeriba, por la que averigüé, era influyente, y el papeleo se redujo al mínimo. Finalmente, nos enviaron ante el representante de la comisión conjunta de búsqueda, un dracón llamado Jozzdn Vrule. Alzó los ojos de la carta que Gothig me había dado y frunció el entrecejo.

-¿Cuándo consiguió esto, lrkmaan?
-Creo que la carta está firmada.

El drac miró el documento, después volvió a mirarme.

-El linaje de los Jeriba es uno de los más respetados en Draco. ¿Afirma que Jeriba Gothig le dio esto?
-Estoy seguro de haberlo dicho.

Noté que mis labios se movían...

-Usted tiene los datos y la información relativa a la misión de búsqueda de Fyrine IV -intervino Nev-. Queremos saber qué sucedió con Jeriba Zammis.

Jozzdn Vrule frunció el ceño y volvió a mirar la carta.

-Estone Nev, es usted fundador de su linaje. ¿verdad?
-Es cierto.
-¿Querría ver deshonrado su linaje? ¿Por qué estoy viéndolo en compañía de este lrkmaan?

Nev frunció el labio superior y cruzó los brazos.

-Jozzdn Vrule, si piensa andar por este planeta como un ser libre en un futuro previsible, le aconsejo que deje de mover la lengua y comience a buscar a Jeriba Zammis.

Jozzdn Vrule bajó la mirada y contempló sus dedos, después volvió a mirar a Nev.

-Muy bien. Estone Nev. Usted me amenaza en caso de que yo no logre poner la verdad a su alcance. Creo que la verdad va a parecerle la mayor amenaza.

El dracón garabateó algo en un trozo de papel y entregó éste a Nev.

-Encontrará a Jeriba Zammis en esta dirección y maldecirá el día en que yo le entregué esto.

Entrar en la colonia de idiotas fue desagradable. Los dracs nos rodeaban por todas partes, mirándonos con ojos vacuos, chillando, sacando espuma por la boca, o comportándose como animales. Después de llegar, Gothig se reunió con nosotros. El director drac de la colonia me miró con rostro ceñudo e inclinó la cabeza ante Gothig.

-Dé la vuelta ahora que aún está a tiempo, Jeriba Gothig. Más allá de este lugar hay sólo dolor y pesadumbre.

Gothig cogió al director por la parte delantera de la bata.

-Escúcheme, insecto. Si Jeriba Zammis está dentro de estas paredes, ¡muéstreme a mi nieto! De lo contrario, ¡haré que el poder del linaje Jeriba caiga sobre su mismísima cabeza!

El director irguió la cabeza, apretó los labios y asintió.

-Muy bien. ¡Muy bien kazzmidth pomposo! Hemos tratado de proteger la reputación Jeriba. ¡Hemos tratado de hacerlo! Pero ahora verá -El director bajó la cabeza y apretó de nuevo los labios-. Sí, todopoderoso amante de la distinción, ahora verá.

El director garabateó algo en un trozo de papel y lo entregó a Nev.

-Dándole esto voy a perder mi puesto. ¡Pero cójalo! ¡Si, cójalo! Vean a esa criatura que llaman Jeriba Zammis, ¡Véanla y lloren!

Entre árboles y hierba, Jeriba Zammis estaba sentado en un banco de piedra mirando fijamente el suelo. Sus ojos no parpadeaban, sus manos estaban inmóviles. Gothig me miró, ceñudo, pero yo no podía preocuparme por el padre de Shigan. Me acerqué a Zammis.

-Zammis, ¿me conoces?

El dracón apartó sus pensamientos de un millón de lugares secretos y alzó sus ojos amarillos para contemplarme. No vi señal alguna de reconocimiento.

-¿Quién es usted?

Me agaché, puse mis manos en sus brazos y los sacudí.

-¡Maldita sea, Zammis! ¿No me reconoces? Soy tu tío ¿Lo recuerdas? El tío Davidge.

El drac se agitó en el banco, después movió la cabeza de un lado a otro. Levantó un brazo y llamó a un enfermero.

-Quiero ir a mi habitación. Por favor, déjenme ir a mi habitación.

Me levanté y cogí a Zammis por su bata de enfermo.

-¡Zammis, soy yo!

Los ojos amarillos, apagados y sin vida, me miraron fijamente. El enfermero puso una mano amarilla en mi hombro.

-Déjelo, lrkmaan. Gothig se acercó.
-¡Explique esto!

El enfermero miró a Gothig, a Nev, a mí y luego a Zammis.

-Esto... Esta criatura... vino aquí profesando amor, amor, fíjese bien, ¡a los humanos! No se trata de una perversión insignificante, Jeriba Gothig. El gobierno lo protegerá contra este escándalo, ¿Desearía que su linaje se viera envuelto en ello?

Miré a Zammis.

-¿Qué le ha hecho, kizlode hijo de puta? ¿Un pequeño shock? ¿Algunas drogas? ¿Ha corrompido su mente?

El enfermero me hizo un gesto despectivo, luego meneó la cabeza.

-Usted, lrkmaan, no lo comprendo. No sería feliz siendo un lrkmaan vul, un amante de los humanos. Estamos haciendo lo posible para que se desenvuelva en la sociedad drac. ¿Cree que cometemos un error intentándolo?

Miré a Zammis y moví la cabeza de un lado a otro. Recordaba perfectamente mi tratamiento en manos de mis amigos humanos.

-No. No creo que tal cosa sea errónea... No lo sé, simplemente.

El enfermero se volvió hacia Gothig.

-Por favor, Jeriba Gothig, compréndalo. No podemos mezclar su linaje con esta desgracia. Su nieto está casi bien y pronto iniciará un programa reeducativo. En menos de dos años tendrá un nieto digno de continuar el linaje. ¿Es eso un error?

Gothig se limitó a sacudir la cabeza. Me puse delante de Zammis y observé sus ojos amarillos. Extendí los brazos y cogí su mano derecha entre las mías.

-¿Zammis?

Zammis me miró, movió su mano izquierda y cogió la mía extendiendo los dedos. De uno en uno, Zammis señaló los dedos de mi mano, me miró a los ojos, después volvió a examinar la mano.

-Si... -Zammis señaló de nuevo-. Uno, dos, tres, ¡cuatro, cinco! -Zammis me miró a los ojos-. ¡Cuatro, cinco!
-Sí. Sí. - Zammis llevó mi mano a su mejilla y la apretó. -Tío... Tío... Ya te dije que jamás te
olvidaría.

Nunca conté los años que transcurrieron. Mi barba había vuelto a crecer, y yo estaba arrodillado envuelto en las pieles de serpiente, junto a la tumba de mi amigo, Jeriba Shigan. Cerca del sepulcro estaba la tumba de Gothig, muerto hacía cuatro años. Volví a colocar algunas rocas, después añadí unas cuantas más. Apretando mis pieles de serpiente para protegerme del viento, me senté junto a la tumba y miré el mar. Las inmensas olas seguían precipitándose hacia la costa bajo la capa de nubes grises y negras. El hielo llegaría pronto. Bajé la cabeza, observé mis manos arrugadas y llenas de cicatrices y luego miré la tumba otra vez.

-No podía quedarme con ellos en la colonia, Jerry. No me interpretes mal. La colonia es muy agradable. Condenadamente agradable. Pero allí no dejo de mirar por la ventana, de ver el océano, de pensar en la cueva. Estoy solo, en cierto sentido. Pero es bueno. Sé qué y quién soy, Jerry, y eso es todo lo que importa, ¿verdad?

Oí un ruido. Me incliné, puse las manos en mis arrugadas rodillas y me levanté. El dracón llegaba del recinto adjunto a la colonia, con un niño en sus brazos. Me rasqué la barba.

-Eh, Ty, ¿así que ése es tu primer hijo?

El drac asintió.

-Me sentiría complacido, tío, si tú le enseñaras lo que debe ser enseñado: el linaje, el Talman y la vida en Fyrine IV, nuestro planeta, llamado «Amistad».

Cogí el bulto en mis manos. Unos brazos regordetes de tres dedos se agitaron en el aire; luego asieron mis pieles de serpiente.

-Sí, Ty, es un Jeriba. -Miré a Ty-.¿Y cómo está tu padre, Zammis?

Ty se encogió de hombros.

-Todo lo bien que puede esperarse. Mi padre te envía sus mejores deseos.
-Y yo a él, Ty. Zammis debería salir de la cápsula de aire acondicionado y volver a vivir en la cueva. Le haría mucho bien.

Ty sonrió y bajó la cabeza.

-Se lo diré a mi padre, tío.

Clavé mi pulgar en mi pecho.

-¡Mírame! No me ves enfermo, ¿verdad?
-No tío.
-Dile a Zammis que eche a patadas a ese médico y que vuelva a la cueva, ¿has oído?
-Sí, tío. -Ty sonrió-. ¿Necesitas algo?

Contesté afirmativamente con la cabeza y me rasqué la parte posterior del cuello.

-Papel higiénico. Sólo un par de paquetes. Quizá un par de botellas de whisky... no, olvida el whisky. Esperaré hasta que Haesni cumpla su primer año. Sólo el papel higiénico.

Ty inclinó la cabeza.

-Sí, tío, y que durante muchas estaciones te encuentres bien.

Agité la mano con impaciencia.

-Así será, así será. No te olvides del papel higiénico.

Ty volvió a inclinar la cabeza.

-No me olvidaré tío.

Ty dio media vuelta y caminó por el bosquecillo en dirección a la colonia. Gothig había proporcionado el dinero y había trasladado todo el linaje, y todos los linajes afines, a Fyrine IV. Viví con ellos un año, pero los abandoné y regresé a la cueva.

Recogía leña, ahumaba carne de serpiente, y resistía el invierno. Zammis me había entregado al joven Ty para que se criara en la cueva, y ahora Ty me había entregado a Haesni. Miré al niño.

-Tu hijo se llamará Gothig y después... -Miré el cielo y noté como las lágrimas se secaban en mi cara, después el hijo de Gothig se llamará Shigan.

Bajé la cabeza y me dirigí a la grieta que nos conduciría hasta el nivel de la cueva.

FIN

 

lunes, 28 de octubre de 2013

Enemigo mío - Barry B. Longyear - 6

Viene de "Enemigo mío - Barry B. Longyear - 5"





El invierno pareció pasar rápidamente: Zammis estaba ocupado con la tienda y yo dedicaba mi tiempo a redescubrir el arte de hacer botas. Dibujé los contornos de nuestros pies en piel de serpiente y, de hacer varios experimentos, descubrí que hirviendo el pellejo con el fruto de las bayas, éste quedaba blando y gomoso.

Escogí varias de estas capas elásticas, y las dejé aparte para que secaran; el resultado fue una suela resistente y flexible. Cuando acabé las botas de Zammis, el dracón ya necesitaba un par nuevo.

-Son demasiado pequeñas, tío.
-¿Qué significa «demasiado pequeñas»?

Zammis señaló sus pies.

-Hacen daño. Me aprietan mucho los dedos.

Me agaché y toqué la parte superior del calzado por encima de los dedos del niño.

-No lo entiendo. Sólo han pasado veinte o veinticinco días desde que tomé las medidas. ¿Estás seguro de que no te moviste entonces

Zammis negó con la cabeza.

-No me moví.

Arrugué la frente, y me levanté.

-Ponte de pie, Zammis.

El drac se levantó y yo me acerqué más. La parte superior de la cabeza de Zammis llegaba al centro de mi pecho. Otros sesenta centímetros y sería tan alto como Jerry.

-Quítate las botas, Zammis. Haré un par más grande, y procura no crecer tan deprisa.

Zammis montó la tienda dentro de la cueva, puso brasas en interior y después frotó la piel con grasa para impermeabilizarla. Había crecido más, y yo había aplazado la confección de sus botas hasta asegurarme del tamaño que precisaba. Intenté planear el crecimiento midiendo los pies de Zammis de diez en diez días y prolongando hasta la primavera. Según mis cálculos cuando la nieve se derritiese el chico tendría unos pies como dos naves de transporte. En primavera, Zammis habría completado el crecimiento. Las viejas botas de vuelo de Jerry estaban destrozadas antes de que Zammis naciera, pero yo había guardado los trozos. Usé las suelas para trazar las medidas de mis pies, y confié en tener éxito.
Yo estaba ocupado Con las botas nuevas y Zammis vigilaba el revestimiento de la tienda. El dracón se volvió para mirarme.

-¿Tío?
-¿Qué?
-¿La existencia es el primer supuesto?

Me encogí de hombros.

-Eso dice Shizumaat. No lo sé.
-Pero, tío, ¿cómo sabemos que la existencia es real?

Dejé mi trabajo, miré a Zammis, sacudí la cabeza y seguí cosiendo las botas.

-Te doy mi palabra.

El drac hizo una mueca.

-Pero tío, eso no es Conocimiento. Eso es fe.

Suspiré al recordar mi segundo año en la universidad de las Naciones: un puñado de adolescentes que malgastaban el tiempo en un piso barato experimentando con alcohol, drogas y filosofía. Teniendo poco más de un año terrestre, Zammis estaba convirtiéndose en un intelectual latoso.

-Bien, ¿qué hay de malo en la fe?
-Vamos, tío - Zammis rió con disimulo-. ¿Fe?
-A algunos nos ayuda en esta barahúnda fangosa.
-¿Barahúnda?

Me rasqué la cabeza.

-Esta mortal confusión, el tumulto de la vida. Shakespeare, creo.

Zammis arrugó la frente.

-Shakespeare no está en el Talman.
-No. Shakespeare era un humano.

Zammis se levantó, se acercó al fuego y tomó asiento frente a mí.

-¿Fue un filósofo, igual que Mistan o Shizumaat?
-No. Escribía obras de teatro..., historias representadas.

Zammis se rascó la barbilla.

-¿Recuerdas alguna cosa de Shakespeare?

Levanté un dedo.

-Ser o no ser. Ésa es la cuestión.

Zammis se quedó boquiabierto. A continuación movió la cabeza de arriba abajo.

-Sí ¡Sí! Ser o no ser. ¡Ésa es la cuestión! -Zammis extendió las manos-. ¿Cómo sabemos que el viento sopla fuera de la cueva si no estamos allí para verlo? ¿Se agita el mar cuando no estamos allí para notarlo?
-Sí.
-Pero, tío, ¿cómo lo sabemos?

Miré de soslayo al drac.

-Zammis, tengo una pregunta que hacerte: Dime si la siguiente afirmación es cierta o falsa: «Lo que digo en este momento es falso».

Zammis parpadeó.

-Si es falsa, entonces la afirmación es cierta. Pero... si es cierta..., la afirmación es falsa, aunque... - Zammis volvió á parpadear, se puso de espaldas y siguió frotando la tienda con grasa-. Lo meditaré tío.
-Hazlo, Zammis.

El drac pensó cerca de diez minutos, luego se volvió.

-La afirmación es falsa.

Sonreí.

-Pero eso es lo que dice la afirmación, por lo tanto es cierta y en ese caso...

Dejé en suspenso el acertijo. ¡Oh, presunción, tú alteras incluso a los santos!

-No, tío. La afirmación es absurda en su contexto presente. -Hice un gesto de indiferencia-. Mira, tío, la afirmación supone la existencia de valores reales que pueden comentarse sin ninguna otra referencia. Creo que la lógica de Lurrvena en el Talman es muy clara al respecto, y si lo absurdo se iguala a falsedad...

Suspiré.

-Sí, bueno...
-¿Comprendes, tío? Primero debes establecer un contexto en el que tu afirmación tenga un significado.

Me incliné hacia adelante, arrugué la frente y me rasqué la barba.

-Comprendo. ¿Quieres decir que yo estaba poniendo la carreta delante de los bueyes, y empezando la casa por el tejado?

Zammis me miró de un modo extraño, y su asombro aumentó cuando me dejé caer en el colchón, riendo como un loco.

-Tío, ¿por qué el linaje de los Jeriba tiene sólo cinco nombres? Dijiste que los linajes humanos tienen muchos nombres.

Asentí.

-A los cinco nombres de este linaje Jeriba, sus portadores deben agregar hazañas. Las hazañas son importantes, no los nombres.
-Gothig es el padre de Shigan igual que Shigan es mi padre.
-Naturalmente. Lo sabes por tus recitaciones.

Zammis se puso muy serio.

-Entonces, ¿debo llamar Ty a mi hijo cuando sea padre?
-Exacto. Y Ty debe llamar Haesni a su hijo. ¿Ves algo incorrecto en eso?
-Me gustaría llamar Davidge a mi hijo, igual que tú.

Sonreí y moví la cabeza.

-El nombre Ty ha sido, llevado por grandes banqueros, comerciantes, inventores y... bueno, ya sabes tu recitación. El nombre Davidge no ha sido llevado por gente importante. Piensa en lo que Ty perdería no siendo Ty.

Zammis pensó un poco, después asintió.

-Tío, ¿crees que Gothig vivirá?
-Sí, por lo que yo sé.
-¿Cómo es Gothig?

Recordé la charla de Jerry sobre su padre, Gothig.

-Enseñaba música, y era muy fuerte. Jerry... Shigan dijo que su padre podía doblar barras de metal con los dedos. A Gothig también lo honran mucho. Supongo que Gothig estará muy triste ahora mismo. Debe creer que el linaje de Jeriba ha terminado.

Zammis se puso muy serio y su frente amarilla se arrugó.

-Tío, tenemos que llegar a Draco. Debemos decirle a Gothig que el linaje continúa.
-Así lo haremos.

El hielo invernal empezó a hacerse más delgado y tanto las botas como la tienda y las mochilas estaban listas. Nos encontrábamos dando los últimos toques a nuestras nuevas ropas aislantes. Jerry me había entregado el Talman para que aprendiera; ahora el cubo dorado pendía del cuello de Zammis. El dracón
separaba el minúsculo libro del cubo y lo estudiaba varias horas seguidas.

-¿Tío?
-¿Qué?
-¿Por qué los dracs hablan y escriben en un idioma y los humanos en otro?

Me eché a reír.

-Zammis, los humanos hablan y escriben en muchos idiomas. El inglés es simplemente uno de ellos.
-¿Cómo hablan los humanos entre ellos?

Me encogí de hombros.

-No siempre lo hacen. Cuando lo hacen, usan intérpretes..., gente que sabe hablar ambos idiomas.
-Tú y yo hablamos inglés y drac. ¿Eso nos hace intérpretes?
-Supongo que sí, en el caso de que encontráramos un drac y un humano que desearan conversar. Recuerda, hay una guerra en medio.
-¿Cómo cesará la guerra si no conversan?
-Supongo que acabarán por hablar.

Zammis sonrió.

-Creo que me gustaría ser intérprete y contribuir a que termine la guerra.

El dracón dejó a un lado su labor y se tendió en el nuevo camastro. Zammis había crecido tanto que ahora usaba el viejo colchón como almohada.

-Tío, ¿crees que encontraremos alguien al otro lado del bosquecillo?
-Espero que sí.
-En ese caso, ¿vendrás conmigo a Draco?
-Prometí a tu padre que lo haría.
-Hablo de después. Después de que yo haga mi recitación, ¿qué harás tú?

Miré fijamente el fuego.

-No lo sé. -Me encogí de hombros-. La guerra podría impedir que fuéramos a Draco durante bastante tiempo.
-Y después de eso, ¿qué?
-Supongo que me reintegraré al servicio.

Zammis se irguió apoyándose en un codo.

-¿ Volverás a ser un piloto militar?
-Naturalmente. Eso es prácticamente lo único que sé hacer.
-¿Y matar dracs?

Dejé mi labor y examiné al dracón. Las cosas habían cambiado desde que Jerry y yo nos peleamos... Habían cambiado más cosas de las que yo captaba. Moví la cabeza.

-No. Es probable que no sea piloto..., no piloto militar. Quizá pueda encontrar trabajo para pilotar naves comerciales. -Hice un gesto de indiferencia-. Quizá el ejército no me deje elección.

Zammis se sentó y quedó inmóvil un instante. Luego se levantó, se acercó a mi lecho y se arrodilló junto a mí en la arena.

-Tío, no quiero abandonarte.
-No seas tonto. Vivirás entre los de tu raza. Tu abuelo, Gothig, los hermanos de Shigan, sus hijos... Te olvidarás de mí.
-¿Y tú, te olvidarás de mí?

Miré aquellos ojos amarillos; después, extendí la mano y toqué la mejilla de Zammis.

-No, no te olvidaré. Pero recuerda esto, Zammis: tú eres un drac y yo soy un humano, y así está dividida esta parte del universo.

Zammis apartó mi mano de su mejilla, abrió los dedos y los examinó.

-Suceda lo que suceda, tío, jamás te olvidaré.

El hielo había desaparecido, y el dracón y yo nos encontrábamos ante la tumba de Jerry, bajo la lluvia y el viento, con las mochilas a la espalda. Zammis ya era tan alto como yo, es decir, un poco más alto que Jerry. Con gran alivio por mi parte, las botas le iban bien. Zammis se ajustó la mochila, después se volvió y miró hacia el mar. Seguí la mirada del dracón y contemplé las olas enormes que cobraban fuerza y rompían en las rocas. Miré al drac.

-¿En qué piensas?

Zammis bajó los ojos y luego se volvió hacia mí.

-Tío, no había pensado en esto antes, pero... echaré de menos este lugar.

Reí.

-¡Absurdo! ¿Este lugar? -Di una palmadita en el hombro del drac-. ¿Por qué ibas a echar de menos este lugar?

Zammis volvió a mirar el mar.

-Aquí he aprendido muchas cosas. Aquí me has enseñado muchas cosas, tío. Mi vida ha transcurrido aquí.
-Solo es el principio, Zammis. Tienes toda una vida por delante. - Señalé la tumba con la cabeza-. Di adiós.

Zammis se volvió hacia la tumba y quedó inmóvil, después puso una rodilla en el suelo y empezó a quitar rocas. Al cabo de unos segundos, había dejado al descubierto la mano de tres dedos de un esqueleto. Zammis bajó la cabeza y lloró.

-Lo siento, tío, pero tenía que hacerlo. Esto no era más que un montón de rocas para mí. Ahora es algo más.

Zammis volvió a poner las rocas en su sitio y se levantó. Incliné la cabeza hacia el bosquecillo.

-Ve tú delante. Te alcanzaré enseguida.
-Sí, tío.

Zammis avanzó hacia los árboles desnudos, y yo miré la tumba.

-¿Qué te parece Zammis, Jerry? Es más alto que tú. Supongo que al chico le va bien la serpiente.

Me agaché, cogí una piedra y la añadí al montón.

-Supongo que ésta es la cuestión. O llegamos a Draco, o morirnos en el intento. - Me levanté y miré hacia el mar-. Sí, creo que he aprendido algunas cosas aquí. Lo echaré de menos, en cierto sentido.

Miré la tumba otra vez y recogí mi mochila.

-Ehdevva sahn, Jeriba Shigan. Adiós, Jerry.

Di media vuelta y seguí a Zammis hacia el bosque. Los días que siguieron estuvieron llenos de maravillas para Zammis. El cielo siguió siendo el mismo, gris apagado, y las escasas variaciones de vida vegetal y animal que encontramos no eran nada notable. En cuanto salimos del bosquecillo, trepamos una suave pendiente durante un día, y después nos encontramos en una interminable llanura sin árboles. Caminamos entre una maleza púrpura que teñía nuestras botas del mismo color y nos llegaba hasta el tobillo. Las noches seguían siendo demasiado frías para caminar, y nos quedábamos en la tienda. La
tienda engrasada y las ropas daban buen resultado, protegiéndonos de la lluvia que casi nunca paraba de caer.

Habrían transcurrido quizá dos largas semanas de Fyrine IV cuando vimos aquello. Rugió sobre nuestras cabezas, y desapareció en el horizonte antes de que ninguno de los dos lograra pronunciar una palabra. No me quedaron dudas de que la nave que había visto estaba a punto de aterrizar.

-¡Tío! ¿Nos habrán visto?

Negué con la cabeza.

-No, lo dudo. Pero estaban aterrizando. ¿Me entiendes? Estaban a punto de aterrizar en algún punto allí delante.
-¿Tío?
-¡Sigamos andando! ¿Qué te ocurre?
-¿Era una nave drac, o una nave humana?

Me quedé quieto donde estaba. Nunca me había parado a pensar en ello. Agité la mano.

-Vamos. Eso no importa. Sea lo que sea, tú irás a Draco. Eres un no combatiente, de manera que las fuerzas terrestres no podrán hacer nada, y si son dracs, volverás a casa sin problemas.

Nos pusimos a caminar.

-Pero, tío, si es una nave drac, ¿qué será de ti?
-Prisionero de guerra. -Hice un gesto de indiferencia-. Los dracs dicen que respetan los acuerdos bélicos interplanetarios, así que estaré perfectamente.

¡Estás listo!, le dijo una parte de mi mente a la otra. La cuestión principal era si prefería ser un prisionero de guerra drac o un residente a perpetuidad de Fyrine IV y yo había resuelto ese dilema hacía mucho tiempo.

-Vamos, más deprisa. No sabemos cuánto nos costará llegar allí, ni cuánto tiempo estará en tierra la nave.

Izquierda, derecha, izquierda, derecha... Excepto por algunos descansos breves, no nos detuvimos... ni siquiera cuando llegó la noche. Nuestro esfuerzo nos protegió del frío. El horizonte nunca daba la impresión de acercarse. Debieron de haber pasado días, con mi mente tan aterida como mis pies, cuando atravesé la maleza púrpura y caí en un agujero. Inmediatamente todo se hizo oscuro y sentí
dolor en la pierna derecha. Noté el desmayo inminente, y di la bienvenida a su calidez, su descanso, su paz.

-¿Tío? ¿Tío? ¡Despierta! ¡Por favor, despierta!

Noté que me abofeteaban, aunque la sensación parecía estar muy lejos de mí. La agonía retumbó en mi cerebro, haciendo que me despertara por completo. Sería muy raro que no me hubiese roto la pierna. Miré hacia arriba y vi los bordes del agujero cubierto de maleza. Tenía el trasero en un charco de agua. Zammis estaba en cuclillas a mi lado.

-¿Qué ha sucedido?

Zammis señaló la parte superior con la mano.

-Este agujero sólo estaba cubierto con una delgada capa de tierra y plantas. El agua debe de haberse llevado la tierra. ¿Estás bien?
-La pierna. Creo que me la he roto. -Apoyé la espalda en la pared fangosa-. Zammis, tendrás que seguir solo.
-¡No puedo abandonarte, tío!
-Mira, si los encuentras, puedes mandarlos aquí para que me recojan. -¿Y si el agua sube? -Zammis palpó mi pierna hasta que me hizo dar un respingo-. Tengo que sacarte de aquí. ¿Qué debo hacer para la pierna?

El chico tenía razón. Ahogarme no estaba en mi programa.

-Necesitamos algo rígido; sujetar la pierna para que no se mueva.

Zammis se quitó la mochila, se arrodilló en el agua y el barro y buscó en su equipaje, luego en el fardo de la tienda. Usando los palos de ésta, envolvió mi pierna en pieles de serpiente arrancadas del toldo. A continuación, empleando más pieles, Zammis hizo dos lazos, los deslizó en mis piernas, me puso de pie y pasó los lazos por sus hombros. Empezó a subir, y yo perdí el conocimiento.

Me encontraba en el suelo, cubierto con los restos de la tienda, y Zammis estaba sacudiendo mi brazo.

-¿Tío? ¿Tío?
-¿Sí? -murmuré.
-Tío, estoy listo para marchar. -Señaló hacia un lado-. Tu comida está aquí, y si llueve, ponte la tienda por encima de la cara. Señalaré el camino que siga para poder volver aquí.
-Cuídate.

Zammis meneó la cabeza.

-Tío, puedo llevarte. No deberíamos separarnos.

Negué débilmente con la cabeza.

-Dame un descanso, chico. No puedo seguir. Encuéntralos y que vengan aquí. -Mi estómago se contrajo y un sudor frío empapó mis pieles de serpiente-. Vete, ponte en marcha.

Zammis alargó una mano, cogió la mochila y se levantó. Con el bulto a la espalda, Zammis se volvió y empezó a correr en la dirección que la nave había seguido. Lo seguí con la mirada hasta perderlo de vista. Luego levanté el rostro y contemplé las nubes.

-Casi acabas conmigo esta vez, kizlode hijo de puta, pero no pensabas en el drac... Sigue olvidando... que somos dos...

Floté entre la conciencia y la inconsciencia, noté la lluvia en la cara, tiré de la tienda y me tapé la cabeza. Varios segundos después volví a desmayarme.

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