-¿Davidge? ¿Teniente Davidge?
Abrí los ojos y vi algo que no había visto desde hacía cuatro años
terrestres: un rostro humano.
-¿Quién es usted?
La cara, joven, alargada y coronada por un cabello rubio y corto,
sonrió.
-Soy el capitán Steerman, el oficial médico. ¿Cómo se encuentra?
Pensé en ello y acabé sonriendo.
-Como si me hubieran inyectado droga de primerísima calidad.
-Así ha sido. Estaba en muy mal estado cuando el equipo de búsqueda lo
trajo aquí.
-¿Equipo de búsqueda?
-Supongo que no lo sabe. Los Estados Unidos de la Tierra y la Cámara de
Draco han establecido una comisión conjunta para supervisar la colonización de
nuevos planetas. La guerra ha terminado.
-¿Terminado?
-Exacto.
Sentí que me quitaban un peso de encima.
-¿Dónde está Zammis?
-¿Quién?
-Jeriba Zammis, el drac que me acompañaba.
El doctor se encogió de hombros.
-No sé nada al respecto, pero supongo que los reptiles estarán
ocupándose de él.
Reptiles. En otro tiempo yo mismo había usado este término. Al
escucharlo en boca de Steerman, me pareció raro, extraño, repulsivo.
-Zammis es un drac, no un reptil.
El teniente frunció el ceño y luego hizo un gesto de indiferencia.
-Naturalmente. Lo que usted diga. Descanse, volveré a examinarlo dentro
de unas horas.
-¿Puedo ver a Zammis?
El doctor sonrió.
-No, mi querido teniente. Usted va de camino a la base Delphi de los
Estados Unidos de la Tierra. El... drac es probable que esté volviendo a Draco.
Hizo un saludo con la cabeza, se volvió y se fue. ¡Dios mío, me sentía perdido!
Miré alrededor y vi que me encontraba en la enfermería de una nave. Las camas que
me flanqueaban estaban ocupadas. El hombre que había a mi derecha movió la
cabeza y siguió leyendo una revista. El de mi izquierda parecía enfadado.
-¡Eres un maldito lameculos de los reptiles!
Se puso de costado y me dio la espalda.
Otra vez entre humanos, y sin embargo más solo que nunca. Misnuuram va siddeth,
como Mistan observaba en el Talman desde la tranquila perspectiva de hace
ochocientos años. La soledad es una idea, no lo que te hacen los demás. A decir
verdad es algo que uno mismo se hace. Jerry meneó la cabeza aquella vez, luego
me apuntó con un dedo amarillo mientras las palabras que deseaba pronunciar
iban tomando forma.
-Davidge..., la soledad es molesta para mí..., algo insignificante que
debe eludirse si es posible, pero no algo temido. Creo que tú casi preferías la
muerte a estar a solas contigo mismo.
Misnuuram yaa va nos misnuuram van dunos: «Los que estáis solos sin
compañía estaréis solos siempre en compañía de otros>>. Mistan
otra vez. A primera vista, la afirmación parece ser una contradicción: pero la
realidad demuestra que es cierta. Yo era un extraño entre mi raza por culpa del
odio que no compartía, y por culpa del amor que, para ellos, era raro,
imposible, perverso. «La paz del pensamiento
en compañía de otros ocurre únicamente en la mente que está en paz
consigo misma>>. Mistan, de nuevo. En innumerables ocasiones durante el viaje a la
base Delphi, pasando el tiempo en la enfermería y luego durante el proceso que
me dio de baja del ejército, me llevé la mano al pecho para coger el Talman que
ya no colgaba allí. ¿Qué habría sido de Zammis? A los Estados Unidos de la
Tierra no les
importaba, y las autoridades drac..., bueno, no pensaban hacer
comentario alguno sobre el caso.
Los ex pilotos militares eran un estorbo en el mercado laboral, y no
había empleos comerciales disponibles y, en especial, no los había para un
piloto que no había volado durante cuatro años, que tenía una pierna lisiada, y
era un lameculos de los reptiles. «Lameculos de los reptiles», como insulto,
poseía impacto de reunir en sí varios términos históricos: traidor a la patria,
hereje, marica, amante de los negros...
Yo disponía de cuarenta y ocho mil créditos gracias al pago de mis
atrasos, de manera que el dinero no era un problema. El problema era qué hacía
conmigo mismo. Después de dar vueltas por la base Delphi, me embarqué en un
transporte a la Tierra y, durante varios meses, una pequeña editorial me dio
trabajo para traducir manuscritos al drac. Al parecer, había una gran demanda
de novelas del oeste entre los dracones:
-¡Manos arriba, naagusaa!
-Nu geph, sheriff.
¡Thang, thang! Las
pistolas llameaban y el kislode shaddsaat mordía el thessa. Renuncié al empleo.
Finalmente llamé a mis padres.
¿Por qué no has llamado antes, Willy? Hemos estado terriblemente
preocupados... Tenía algunos asuntos que resolver, papá... No, de verdad que
no... Bueno, lo comprendes, hijo... Debe de haber sido terrible... Papá, me gustaría
ir a casa para estar algún tiempo...
Incluso antes de pagar el dinero por el Dearman Electric de segunda
mano, sabía que estaba cometiendo un error al volver a casa. Sentía la
necesidad de un hogar, pero el que había abandonado a los dieciocho años no era
tal hogar. De todas formas me dirigí hacia allí porque no había otro sitio
adonde ir. Era de noche y conducía a solas, tomando siempre las viejas
carreteras, sin más sonido que el leve ronroneo del motor del Dearrnan. La
medianoche de diciembre era clara, y vi las estrellas a través de la cabina en
forma de burbuja del coche.
Fyrine IV flotaba en mis pensamientos, el océano encolerizado, los
vientos eternos. Frené al borde de la carretera y apagué las luces. Al cabo de
unos instantes, mis ojos se amoldaron a la oscuridad, salí afuera y cerré la
puerta.
Kansas tenía un cielo enorme, y las estrellas parecían estar al alcance
de la mano. La nieve crujió bajo mis pies cuando alcé la mirada, intentando
localizar a Fyrine entre los millares de estrellas visibles. Fyrine está en la
constelación de Pegaso, pero mis ojos no tenían la práctica necesaria para
captar el caballo al lado entre las estrellas que lo rodean. Me encogí de
hombros, sentí un escalofrío y decidí volver a entrar en el coche. Al poner la
mano en el tirador de la puerta, vi una constelación que reconocí. Hacia el norte;
colgado justo por encima del horizonte: Draco. El Dragón, con su cola retorcida
rodeando a la Osa Menor, pendía invertido en el cielo. Eltanin, la nariz del
Dragón, era el hogar de Zammis.
Los faros de un automóvil que se acercaba me cegaron, y me volví hacia
el vehículo, que frenó hasta detenerse. La ventanilla del lado del conductor se
abrió y alguien habló en la oscuridad.
-¿Necesita ayuda?
Negué con la cabeza.
-No, gracias. -Levanté una mano-. Sólo estaba mirando las estrellas.
-Bonita noche, ¿no es cierto?
-Por supuesto.
-¿Seguro que no necesita ayuda?
Volví a negar con la cabeza.
-Gracias... Espere. ¿Dónde está el espacio-puerto comercial más
cercano?
-A una hora de viaje, en Salina.
-Gracias.
Vi que una mano se agitaba en la ventanilla, y el otro coche arrancó.
Eché otra mirada a Eltanin, luego volví a entrar en el coche.
Seis meses después, me encontré delante de una vieja puerta de piedra
tallada, preguntándome qué diablos estaba haciendo allí. El viaje a Draco, con
sólo dracs como compañeros en la última etapa, me demostró la verdad de las
palabras de Namvaac: La paz es únicamente la guerra sin combate. Los acuerdos,
en teoría, me daban derecho a viajar hasta el planeta, pero los burócratas
dracones y sus
magos del papeleo habían elevado el retraso a la categoría de arte
mucho antes de que el primer humano se adentrara en el espacio. Fueron precisas
amenazas, sobornos, pasar días rellenando impresos. Me examinaron y vuelta a
examinarme; me cacheaban en busca de contrabando, me interrogaban con respecto
al motivo de mi visita, tuve que contestar a más impresos, volver a rellenar
los impresos que ya había contestado, más sobornos, espera, espera, espera...
En la nave, pasé gran parte del tiempo en mi camarote, pero ya que los
camareros dracones se negaban a servirme, fui al comedor para comer y cenar. Me
sentaba solo, y escuchaba los comentarios sobre mí que hacían en las otras
mesas. Había pensado que el camino más corto era simular que no entendía su
idioma. Ya que se da por supuesto que los humanos no hablan drac.
-¿Tenemos que comer en el mismo compartimiento que el asqueroso
lrkmaan?
-Míralo, tiene esa piel descolorida llena de manchas... y esas greñas nauseabundas
arriba. ¡Aaj, qué olor!
Apreté un poco los dientes y mantuve la mirada fija en el plato.
-Que las leyes universales sean tan corruptas como para producir una
criatura así es algo que desafía al Talman.
Me volví y miré a los tres dracones sentados a la mesa que había al
otro lado del pasillo. Y, en drac, repliqué:
-Si sus antepasados hubieran enseñado al kiz del pueblo a usar
anticonceptivos, ustedes ni siquiera existirían.
Seguí comiendo mientras dos de los dracones se esforzaban por sujetar
al tercero. Una vez en Draco, encontrar la hacienda Jeriba no fue problema. El
problema fue entrar. Una elevada pared de piedra circundaba la propiedad, y
desde la puerta vi la inmensa mansión pétrea que Jerry me había descrito. Dije
al guarda de la puerta que deseaba ver a Jeriba Zammis. El vigilante me miró
fijamente, después
entró en una glorieta que había detrás. Al cabo de pocos momentos, otro
drac surgió de la mansión y caminó rápidamente por el extenso césped en
dirección a la puerta. El drac hizo un gesto al guarda, después se detuvo y me
miró. Era la viva imagen de Jerry.
-¿Es usted el lrkmaan que ha pedido ver a Jeriba Zammis?
Asentí.
-Zammis debe haberle hablado de mí. Soy Willis Davidge.
El dracón me examinó.
-Sol Estone Nev, hermano de Jeriba Shigan. Mi padre, Jeriba Gothig,
desea verlo.
El drac se volvió bruscamente y caminó hacia la mansión. Yo lo seguí,
me sentía entusiasmado ante la idea de volver a ver a Zammis. Presté poca
atención a la que me rodeaba hasta que fui introducido en una gran sala con un
techo de piedra abovedado. Jerry me había contado que la casa tenía cuatro mil
años de antigüedad.
Lo creí. Al entrar, otro drac se levantó y se aproximó hacia mí. Era
viejo, pero yo sabía quién era.
-Usted es Gothig, el padre de Shigan.
Sus ojos amarillos me examinaron.
-¿Quién es usted, lrkmaan? -Alargó una mano arrugada, de tres dedos-.
¿Qué sabe de Jeriba Zammis y por qué habla la lengua drac con el estilo y
acento de mi hijo Shigan? ¿Para qué ha venido aquí?
-Hablo drac de este modo porque así me enseñó a hablarlo Jeriba Shigan.
El anciano dracón ladeó la cabeza entornando sus ojos amarillos.
-¿Conoció a mi hijo? ¿Cómo?
-¿No se lo explicó la comisión de búsqueda?
-Fui informado de que mi hijo, Shigan, falleció en la batalla de Fyrine
IV. Eso fue hace más de seis años terrestres. ¿Cuál es su nombre, lrkmaan?
Desvié la mirada hacia Nev. El dracón más joven estaba examinándome con
la misma mirada de recelo. Volví a mirar a Gothig.
-Shigan Do murió en la batalla. Caímos juntos en la superficie de
Fyrine IV y vivimos allí un año. Shigan murió al dar a luz a Jeriba Zammis. Un
año más tarde, la comisión conjunta de búsqueda nos encontró y...
-¡Ya basta! ¡Ya basta, lrkmaan! ¿Está aquí por dinero, para usar mi
influencia para concesiones comerciales? ...¿Para qué?
Arrugué la frente.
-¿Dónde está Zammis?
Lágrimas de ira brotaron de los ojos del anciano drac.
-¡No existe ningún Zammis, lrkmaan! ¡Nuestro linaje Jeriba finalizó con
la muerte de Shigan!
Mis ojos se abrieron como platos, al tiempo que movía la cabeza.
-Eso no es cierto. Lo sé. Cuidé de Zammis. ¿Es que la comisión no le
explicó nada?
-Vaya al punto central de su plan, lrkmaan. No puedo dedicarle todo el
día.
Contemplé a Gothig. El viejo dracón no sabía nada de la comisión. Las autoridades
drac recogieron a Zammis, y el chico se había evaporado. A Gothig no le habían
dicho nada ¿Por qué?
-Yo estuve con Shigan, Gothig. Así aprendí su idioma. Cuando Shigan
murió al dar a luz a Zammis, yo...
-lrkmaan, si no habla de su plan, tendré que pedir a Nev que le eche de
aquí. Shigan murió en la batalla de Fyrine IV. La flota drac nos lo notificó
unos días más tarde.
Asentí.
-Entonces, Gothig, explíqueme por qué conozco el linaje Jeriba. ¿Desea
que lo recite ante usted?
Gothig resopló.
-¿Has dicho que conoces el linaje Jeriba?
-Sí.
Gothig extendió la mano hacia mí.
-En ese caso, recite.
Tomé aliento y empecé. Cuando llegué a la generación ciento setenta y
tres, Gothig se había arrodillado en el suelo de piedra junto a Nev. Los
dracones permanecieron así durante las tres horas de recitación. Cuando
concluí, Gothig inclinó la cabeza y lloró.
-Sí, lrkmaan, sí. Debe de haber conocido a Shigan. Sí. -El anciano drac
me miró a la cara, con sus ojos cargados de esperanza-. ¿Y dice que Shigan
continuó el linaje..., que Zammis nació?
Asentí.
-No sé por qué la comisión no se lo notificó.
Gothig se levantó y se puso muy serio.
-Lo averiguaremos, lrkmaan... ¿Cómo se llama?
-Davidge. Willis Davidge.
-Lo averiguaremos, Davidge.
Gothig preparó habitación para mí en su casa, la que fue una suerte,
puesto que me quedaban poco más de mil cien créditos. Después de hacer
infinidad de indagaciones, Gothig nos envió a Nev ya mí a la delegación de la
Cámara en Sendievu, la ciudad que era la capital de Draco. El linaje Jeriba,
por la que averigüé, era influyente, y el papeleo se redujo al mínimo.
Finalmente, nos enviaron ante el representante de la comisión conjunta de
búsqueda, un dracón llamado Jozzdn Vrule. Alzó los ojos de la carta que Gothig
me había dado y frunció el entrecejo.
-¿Cuándo consiguió esto, lrkmaan?
-Creo que la carta está firmada.
El drac miró el documento, después volvió a mirarme.
-El linaje de los Jeriba es uno de los más respetados en Draco. ¿Afirma
que Jeriba Gothig le dio esto?
-Estoy seguro de haberlo dicho.
Noté que mis labios se movían...
-Usted tiene los datos y la información relativa a la misión de
búsqueda de Fyrine IV -intervino Nev-. Queremos saber qué sucedió con Jeriba
Zammis.
Jozzdn Vrule frunció el ceño y volvió a mirar la carta.
-Estone Nev, es usted fundador de su linaje. ¿verdad?
-Es cierto.
-¿Querría ver deshonrado su linaje? ¿Por qué estoy viéndolo en compañía
de este lrkmaan?
Nev frunció el labio superior y cruzó los brazos.
-Jozzdn Vrule, si piensa andar por este planeta como un ser libre en un
futuro previsible, le aconsejo que deje de mover la lengua y comience a buscar
a Jeriba Zammis.
Jozzdn Vrule bajó la mirada y contempló sus dedos, después volvió a
mirar a Nev.
-Muy bien. Estone Nev. Usted me amenaza en caso de que yo no logre
poner la verdad a su alcance. Creo que la verdad va a parecerle la mayor
amenaza.
El dracón garabateó algo en un trozo de papel y entregó éste a Nev.
-Encontrará a Jeriba Zammis en esta dirección y maldecirá el día en que
yo le entregué esto.
Entrar en la colonia de idiotas fue desagradable. Los dracs nos
rodeaban por todas partes, mirándonos con ojos vacuos, chillando, sacando espuma
por la boca, o comportándose como animales. Después de llegar, Gothig se reunió
con nosotros. El director drac de la colonia me miró con rostro ceñudo e
inclinó la cabeza ante Gothig.
-Dé la vuelta ahora que aún está a tiempo, Jeriba Gothig. Más allá de
este lugar hay sólo dolor y pesadumbre.
Gothig cogió al director por la parte delantera de la bata.
-Escúcheme, insecto. Si Jeriba Zammis está dentro de estas paredes,
¡muéstreme a mi nieto! De lo contrario, ¡haré que el poder del linaje Jeriba
caiga sobre su mismísima cabeza!
El director irguió la cabeza, apretó los labios y asintió.
-Muy bien. ¡Muy bien kazzmidth pomposo! Hemos tratado de proteger la reputación
Jeriba. ¡Hemos tratado de hacerlo! Pero ahora verá -El director bajó la cabeza
y apretó de nuevo los labios-. Sí, todopoderoso amante de la distinción, ahora
verá.
El director garabateó algo en un trozo de papel y lo entregó a Nev.
-Dándole esto voy a perder mi puesto. ¡Pero cójalo! ¡Si, cójalo! Vean a
esa criatura que llaman Jeriba Zammis, ¡Véanla y lloren!
Entre árboles y hierba, Jeriba Zammis estaba sentado en un banco de
piedra mirando fijamente el suelo. Sus ojos no parpadeaban, sus manos estaban inmóviles.
Gothig me miró, ceñudo, pero yo no podía preocuparme por el padre de Shigan. Me
acerqué a Zammis.
-Zammis, ¿me conoces?
El dracón apartó sus pensamientos de un millón de lugares secretos y
alzó sus ojos amarillos para contemplarme. No vi señal alguna de
reconocimiento.
-¿Quién es usted?
Me agaché, puse mis manos en sus brazos y los sacudí.
-¡Maldita sea, Zammis! ¿No me reconoces? Soy tu tío ¿Lo recuerdas? El
tío Davidge.
El drac se agitó en el banco, después movió la cabeza de un lado a
otro. Levantó un brazo y llamó a un enfermero.
-Quiero ir a mi habitación. Por favor, déjenme ir a mi habitación.
Me levanté y cogí a Zammis por su bata de enfermo.
-¡Zammis, soy yo!
Los ojos amarillos, apagados y sin vida, me miraron fijamente. El
enfermero puso una mano amarilla en mi hombro.
-Déjelo, lrkmaan. Gothig se acercó.
-¡Explique esto!
El enfermero miró a Gothig, a Nev, a mí y luego a Zammis.
-Esto... Esta criatura... vino aquí profesando amor, amor, fíjese bien,
¡a los humanos! No se trata de una perversión insignificante, Jeriba Gothig. El
gobierno lo protegerá contra este escándalo, ¿Desearía que su linaje se viera
envuelto en ello?
Miré a Zammis.
-¿Qué le ha hecho, kizlode hijo de puta? ¿Un pequeño shock? ¿Algunas
drogas? ¿Ha corrompido su mente?
El enfermero me hizo un gesto despectivo, luego meneó la cabeza.
-Usted, lrkmaan, no lo comprendo. No sería feliz siendo un lrkmaan vul,
un amante de los humanos. Estamos haciendo lo posible para que se desenvuelva
en la sociedad drac. ¿Cree que cometemos un error intentándolo?
Miré a Zammis y moví la cabeza de un lado a otro. Recordaba
perfectamente mi tratamiento en manos de mis amigos humanos.
-No. No creo que tal cosa sea errónea... No lo sé, simplemente.
El enfermero se volvió hacia Gothig.
-Por favor, Jeriba Gothig, compréndalo. No podemos mezclar su linaje
con esta desgracia. Su nieto está casi bien y pronto iniciará un programa
reeducativo. En menos de dos años tendrá un nieto digno de continuar el linaje.
¿Es eso un error?
Gothig se limitó a sacudir la cabeza. Me puse delante de Zammis y
observé sus ojos amarillos. Extendí los brazos y cogí su mano derecha entre las
mías.
-¿Zammis?
Zammis me miró, movió su mano izquierda y cogió la mía extendiendo los
dedos. De uno en uno, Zammis señaló los dedos de mi mano, me miró a los ojos, después
volvió a examinar la mano.
-Si... -Zammis señaló de nuevo-. Uno, dos, tres, ¡cuatro, cinco!
-Zammis me miró a los ojos-. ¡Cuatro, cinco!
-Sí. Sí. - Zammis llevó mi mano a su mejilla y la apretó. -Tío...
Tío... Ya te dije que jamás te
olvidaría.
Nunca conté los años que transcurrieron. Mi barba había vuelto a
crecer, y yo estaba arrodillado envuelto en las pieles de serpiente, junto a la
tumba de mi amigo, Jeriba Shigan. Cerca del sepulcro estaba la tumba de Gothig,
muerto hacía cuatro años. Volví a colocar algunas rocas, después añadí unas
cuantas más. Apretando mis pieles de serpiente para protegerme del viento, me
senté junto a la tumba y miré el mar. Las inmensas olas seguían precipitándose
hacia la costa bajo la capa de nubes grises y negras. El hielo llegaría pronto.
Bajé la cabeza, observé mis manos arrugadas y llenas de cicatrices y luego miré
la tumba otra vez.
-No podía quedarme con ellos en la colonia, Jerry. No me interpretes
mal. La colonia es muy agradable. Condenadamente agradable. Pero allí no dejo
de mirar por la ventana, de ver el océano, de pensar en la cueva. Estoy solo,
en cierto sentido. Pero es bueno. Sé qué y quién soy, Jerry, y eso es todo lo
que importa, ¿verdad?
Oí un ruido. Me incliné, puse las manos en mis arrugadas rodillas y me
levanté. El dracón llegaba del recinto adjunto a la colonia, con un niño en sus
brazos. Me rasqué la barba.
-Eh, Ty, ¿así que ése es tu primer hijo?
El drac asintió.
-Me sentiría complacido, tío, si tú le enseñaras lo que debe ser
enseñado: el linaje, el Talman y la vida en Fyrine IV, nuestro planeta, llamado
«Amistad».
Cogí el bulto en mis manos. Unos brazos regordetes de tres dedos se
agitaron en el aire; luego asieron mis pieles de serpiente.
-Sí, Ty, es un Jeriba. -Miré a Ty-.¿Y cómo está tu padre, Zammis?
Ty se encogió de hombros.
-Todo lo bien que puede esperarse. Mi padre te envía sus mejores
deseos.
-Y yo a él, Ty. Zammis debería salir de la cápsula de aire
acondicionado y volver a vivir en la cueva. Le haría mucho bien.
Ty sonrió y bajó la cabeza.
-Se lo diré a mi padre, tío.
Clavé mi pulgar en mi pecho.
-¡Mírame! No me ves enfermo, ¿verdad?
-No tío.
-Dile a Zammis que eche a patadas a ese médico y que vuelva a la cueva,
¿has oído?
-Sí, tío. -Ty sonrió-. ¿Necesitas algo?
Contesté afirmativamente con la cabeza y me rasqué la parte posterior
del cuello.
-Papel higiénico. Sólo un par de paquetes. Quizá un par de botellas de
whisky... no, olvida el whisky. Esperaré hasta que Haesni cumpla su primer año.
Sólo el papel higiénico.
Ty inclinó la cabeza.
-Sí, tío, y que durante muchas estaciones te encuentres bien.
Agité la mano con impaciencia.
-Así será, así será. No te olvides del papel higiénico.
Ty volvió a inclinar la cabeza.
-No me olvidaré tío.
Ty dio media vuelta y caminó por el bosquecillo en dirección a la
colonia. Gothig había proporcionado el dinero y había trasladado todo el linaje,
y todos los linajes afines, a Fyrine IV. Viví con ellos un año, pero los
abandoné y regresé a la cueva.
Recogía leña, ahumaba carne de serpiente, y resistía el invierno.
Zammis me había entregado al joven Ty para que se criara en la cueva, y ahora
Ty me había entregado a Haesni. Miré al niño.
-Tu hijo se llamará Gothig y después... -Miré el cielo y noté como las
lágrimas se secaban en mi cara, después el hijo de Gothig se llamará Shigan.
Bajé la cabeza y me dirigí a la grieta que nos conduciría hasta el
nivel de la cueva.
FIN