Blog de Literatura - Fomentando la Lectura

jueves, 29 de mayo de 2014

Algunas poesías de Jules Supervielle

Otro poeta que menciona el libro coreano que les comenté estoy leyendo es Jules Supervielle. Mi ignorancia en poesía es tal que no lo había escuchado nombrar nunca pero el poema incluido en "Primavera helada" me gustó mucho y por eso decidí hacer una publicación sobre él.
Jules Supervielle nació en Uruguay en 1884 y falleció en Francia en 1960. Descubrir que era Uruguayo de nacimiento, y no francés como indica su nombre, me alegró sobremanera. Además de poeta, Jules Supervielle fue novelista. También escribió relatos cortos. Y aunque dicen que su poesía estuvo más influenciada por la latinoamericana que por la europea, siempre escribió en francés... eso me desilusionó un poco... 
Jules Supervielle se educó en Europa pero en 1939, cuando comenzó la segunda guerra mundial, retornó a su Uruguay natal. En 1946, regresó a Francia y allí pasó el resto de sus días.
El primer poema que comparto hoy con ustedes, es el que se encuentra en el libro que estoy leyendo. Por lo que veo, es una traducción hecha sólo para esa novela - no lo encontré en internet al menos con esta traducción -. El resto los tomé de distintos sitios de internet. No me fue fácil encontrar sus poemas... Aparentemente, no ha sido tan publicado en español como yo esperaba.




Detrás de tres paredes y dos puertas
nunca piensas en mí.
Mas ni la piedra ni el calor ni el frío,
ni siquiera tú puedes impedir
que te cree y recree
a mi antojo, en mi interior
igual que las estaciones crean bosques 
sobre la superficie de la tierra.


Un Poeta

Yo no voy siempre solo al fondo de mi mismo
Sino que a veces llevo a otros seres conmigo.
Los que hayan entrado en mis frías cavernas,
¿Están seguros de salir aunque sólo un momento?
Yo acumulo en mi noche, como un barco que se hunde,
Sin distingo, el pasaje y la tripulación,
Y dejo a los ojos sin luz, y en los camarotes
Hago amistad con quienes gustan de lo profundo.




Todavía tembloroso
Bajo la piel de las tinieblas
Todas las mañanas debo
Recomponer a un hombre
Con toda esa mezcla
De mis días anteriores
Y lo poco que me queda
De mis días por venir.
Heme aquí todo entero,
Voy hacia la ventana.
Luz de este día,
Vengo del fondo de los tiempos,
Respeta con delicadeza
Mis minutos oscuros,
Déjame un poco todavía
De lo que tengo de nocturno,
De estrellado por adentro
Y de listo para morir
Bajo el sol ascendente
Que no para de crecer.
El Retrato

Me inclino sobre la fuente donde nace tu silencio
en un reflejo de hojas que tu alma hace temblar.
Sobre tu fotografía.

Puede ser que quede aún
una uña de tus manos entre las uñas de mis manos,
una de tus pestañas mezcladas con las mías,
uno de tus latidos extraviados entre los latidos de mi corazón.
 


Asir
Asir, asir la tarde, la manzana y la estatua.
Asir la sombra, el muro y el final de la calle.

Asir el cuello, el pie de la mujer tendida.
Y luego abrir las manos. ¡Cuántos pájaros sueltos!

Cuántos perdidos pájaros convertidos en calle.
En sombra, muro, tarde, en manzana y estatua.
 
 

Plegaria al desconocido

He aquí que me sorprendo hablándote, Dios mío,
yo, que no sé todavía si existes
ni comprendo la lengua de tus iglesias susurrantes.
Miro los altares, la bóveda de tu casa
como quien dice simplemente: “Esto es madera, esto es piedra,
aquéllas son columnas románicas, le falta la nariz a ese santo,
y adentro como afuera hay un mismo desamparo entre los hombres”.
Bajo los ojos sin poder arrodillarme durante la misa
como si dejara pasar una tormenta sobre mi cabeza
y no puedo evitar el pensar siempre en otra cosa.
Me pasaré la vida pensando en otra cosa,
y esa otra cosa soy yo, tal vez mi yo verdadero:
es allí donde me refugio, y tal vez sea allí donde tú estás,
creo que nunca podré vivir sino en esas lejanías que me seducen.
El momento presente es un regalo que no he sabido aprovechar,
no sé bien cómo se usa, lo volteo para un lado y para el otro
y no logro que funcione su difícil mecanismo.
No creo en ti, Dios mío, pero quisiera hablarte a pesar de todo;
he hablado con las estrellas aunque las sepa sin vida,
con los más humildes de los animales aunque los sepa sin respuesta,
con los árboles que, sin el viento, serían mudos como la tumba.
Y me he hablado a mí mismo aunque no estoy seguro del todo de que existo.
No sé si oyes nuestras plegarias, las plegarias de los hombres,
no sé si tienes ganas de escucharlas,
no sé si tienes como nosotros un corazón en alerta continua
y oídos siempre abiertos a las noticias más diversas.
No sé si te gusta mirar por aquí.
Pero querría recordarte a tu planeta la Tierra,
con sus flores, sus guijarros, sus jardines y sus casas.
Con todos sus seres; con nosotros que sufrimos y lo sabemos.
Querría dirigirte cuanto antes estas humildes palabras humanas
porque cada cual debe tentar ahora lo imposible
aun si no eres más que un soplo de hace millares de años,
una gran velocidad adquirida, una melancolía durable
que hace aún girar a las esferas en su melodía.
Querría, Dios sin rostro y tal vez sin esperanza,
que prestaras toda tu atención, entre tantos cielos vagabunda,
a los hombres que nunca pueden darse un respiro en el planeta.
Escúchame, corre prisa: todos van a desalentarse
y ya no podremos distinguir a los jóvenes de los viejos.
Cada mañana se preguntan si la matanza va a comenzar.
Por todas partes se preparan extraños distribuidores
de sangre, de quejidos y de lágrimas.
Se preguntan si los trigos no esconden ya fusiles.
¿Se acabó el tiempo en que podías ocuparte de los hombres?
¿Te llaman de otros mundos, médico de consulta
que sin saber por dónde empezar deja morir a su clientela?
Escúchame, no soy más que un hombre entre tantos otros:
el alma está a gusto en el cuerpo, el alma no quiere escaparen un estallido de bomba;
el alma es para nosotros una caricia, un secreto halago.
Déjanos respirar sin pensar en nuevos venenos,
déjanos mirar a nuestros niños sin pensar todo el tiempo en la muerte.
No estamos para batallas, para generales.
Déjanos nuestro ir y venir de rebaño entre cencerros
y olor a leche que se mezcla al olor de la hierba espesa.
Ah, si existes, mi Dios, mira de nuestro lado,
ven y descansa un rato entre nosotros, la Tierra es hermosa con sus árboles,
sus ríos y sus estanques, tan hermosa que uno diría
que la añoras un poco.
No te vayas a hacer el sordo una vez más
ni a sentirte conmigo, Dios, si te tuteo,
si te hablo con tan abrupta simplicidad:
creería menos que en cualquier otro en un Dios que aterrorizara;
y tú, más que por el rayo, sabes expresarte por las briznas de hierba
y los ojos del agua y los juegos de los niños,
lo cual no impide que haya océanos y cadenas de montañas.
No puedes ofenderte porque te digo lo que pienso,
porque reflexiono como puedo sobre el hombre y su existencia
con la franqueza de la tierra y de las diversas estaciones
y tal vez con tu franqueza cuyas lecciones ignoro.
No me faltan disculpas, consiente en aceptar mis pobres sutilezas,
tantas cosas se preparan solapadamente contra nosotros
que, por mucho que hagamos, tememos siempre que nos sorprendan desprevenidos,
tememos ser como el toro que no comprende qué sucede:
lo llevan al matadero, no sabe adónde va,
y justo antes de recibir el golpe mortal sobre la frente
se repite que tiene hambre, y pastaría de buena gana,
¿pero qué pasa con esa gente de delantales llenos de sangre
para que así se empeñen todos en atenderlo esta mañana?

lunes, 26 de mayo de 2014

Algunas poesías de Emily Dickinson

Estoy leyendo una novela coreana, "Primavera helada". En ella hay un personaje, Dan, apasionado por los poemas de Emily Dickinson, y otro personaje, Mi-ru, que también la admira y por eso ha llamado a su gata Emily. Pienso que quien realmente adora a Emily Dickinson es la autora de la novela: Kyung - Sook Shin... pero, como sea, me dio ganas de leer a Dickinson. Por eso la publicación de poesía que sigue es sobre ella.
Emily Elizabeth Dickinson nació en Estados Unidos de América en 1830. Vivió una vida de reclusión y sus poemas no fueron famosos hasta después de su muerte. Hoy la consideramos representante indiscutible de la poesía norteamericana, pero, lamentablemente, Emily no pudo disfrutar de los aplausos en vida. Vaya una a saber si fue por timidez, vergüenza o miedo al rechazo, pero Emily mantuvo oculta su obra y recién fue descubierta, compilada y publicada por su hermana mayor cuando ya había fallecido.
Elegí cinco poesías para compartir con ustedes. Espero que sean de su agrado. 



Cualquiera que desencante

Cualquiera que desencante
A un solo ser humano
Por traición o por irreverencia
Es culpable de todo.

Inocente como un pájaro,
Gráfico como una estrella
Hasta una sugestión siniestra
Que las cosas no son lo que son.
 
 
 
No era la muerte, pues yo estaba de pie

No era la muerte, pues yo estaba de pie
Y todos los muertos están acostados,
No era de noche, pues todas las campanas
Agitaban sus badajos a mediodía.

No había helada, pues en mi piel
Sentí sirocos reptar,
Ni había fuego, pues mis pies de mármol
Podían helar un santuario.

Y, sin embargo, se parecían a todas
Las figuras que yo había visto
Ordenadas para un entierro
Que rememoraba como el mío.

Como si mi vida fuera recortada
Y calzada en un marco
Y no pudiera respirar sin una llave
Y era como si fuera medianoche.

Cuando todo lo que late se detiene
Y el espacio mira a su alrededor
La espeluznante helada, primer otoño que llora,
Repele la apaleada tierra.

Pero todo como el caos,
Interminable, insolente,
Sin esperanza, sin mástil
Ni siquiera un informe de la tierra
Para justificar la desesperación.
 
 
 
El corazón pide placer primero

El corazón pide placer primero,
Luego excusa del dolor,
Luego los pequeños detalles
Que matan el dolor.

Luego irse a dormir,
Y luego, si tiene que ser
El deseo de su inquisidor,
El privilegio de morir.


Que yo siempre amé

De que yo siempre amé
Te traigo la prueba,
Que hasta que amé
Yo nunca viví bastante.

Que yo amaré siempre
Te lo discutiré,
Que amor es vida
Y vida inmortalidad;

Esto, si lo dudas, querido,
Entonces yo ya no tengo nada que mostrar
Salvo el calvario.


Ningún cepo puede torturar mi alma en libertad

Ningún cepo puede torturar
Mi alma en libertad,
Pues detrás de este esqueleto mortal
Se teje uno de más valor.

No puedes horadar con un serrucho
Ni traspasar con una cimitarra
Dos cuerpos, por lo tanto perdura,
Amarra uno y el otro vuela libre.

El águila no se despoja
De su nido y, sin embargo,
Gana el cielo
Más fácilmente que tú.

Excepto tú mismo tal vez nadie pueda ser
Tu enemigo,
Cautividad es conciencia
Y también es libertad.
 

Cuántas veces estos cansados pies han podido tropezar

Cuántas veces estos cansados pies han podido tropezar,
Sólo mi amordazada boca puede decirlo,
Ensaya, trata de mover este horrible remache,
Ensaya, levanta si puedes aldabas de acero.

Acaricia la fría frente, antes ardiente,
Levanta si quieres el deslucido cabello,
Palpa los adamantinos dedos
Que ya nunca usarán dedal.

 

domingo, 25 de mayo de 2014

Algunos haikus de Matsuo Basho - Poesía japonesa

He estado un tanto ausente debido a la carga de trabajo y el hecho de que estoy de guardia pero trataré de retomar la publicación de poesía.
Hoy, en un momento de ocio, estaba viendo por n-ésima vez una peli que me encanta basada en un libro que adoré: "Memorias de una Geisha". El autor del libro homónimo es Arthur Golden pero ya me estoy yendo por las ramas. El punto es que al ver la película recordé un libro llamado "Budismo Zen" de Daisetz T. Suzuki en el cual se nos cuenta como fue que el Budismo llegó a Japón y se mezcló con su cultura llegando a ser lo que hoy llamamos Budismo Zen. La cuestión es que la influencia fue tal que también llegó a todas las formas de arte, incluida la literatura. El haiku, la más breve forma de expresión poética japonesa, si bien no se originó gracias al zen, fue utilizado como medio para difundirlo. El poeta componía gracias a la contemplación y la meditación.

Furuike-ya!
Kawazu tobi-komu
Mizu-no oto!

(¡Oh, viejo estanque!
Salta una rana,
¡El ruido del agua!)

Este haiku pertenece a Matsuo Basho, un poeta y monje budista japonés del siglo XVII. Al respecto Suzuki nos dice: "En su sentido literal, esto no es más que la simple constatación de un hecho. Hay un viejo estanque (...). El agua del manantial (...). Una pequeña rana verde sale de la hierba y salta hacia el agua, originando una serie de ondas que se expanden hasta llegar a la orilla. La pequeña rana no pudo hacer demasiado ruido al entrar en el agua. Pero, dada la tranquilidad reinante en el entorno, no podía pasar inadvertida para Basho, que, sin duda, se encontraba absorto en una profunda contemplación de la naturaleza. Por débil que el sonido pueda haber sido, fue suficiente para sacarle de su meditación. Así lo hizo constar por escrito en las diecisiete sílabas del haiku que brotaron de su conciencia. (...) Pero es preciso subrayar una importante observación y es que, para Basho, el poeta y vidente (o místico), el valor del estanque no procede de ninguna fuente exterior, sino del estanque mismo. O, más exactamente, el propio estanque es en sí mismo el valor. El estanque no se hizo significativo para Basho debido a la valoración de su relación con algún objeto externo. Por decirlo con otras palabras: el salto de la rana en el estanque que produciendo salpicaduras y ruido de agua, fue la ocasión - intelectual, dual u objetivamente hablando - para que Basho comprendiera que él era el estanque y el estanque era él y todo valor contenido en esa identificación en sí misma. (...) En ese momento en que reconoció el hecho, éste se hizo en sí mismo significativo.(...) Pero mejor sería expresar la misma idea de otra forma: ningún, así llamado, mundo objetivo con ranas, estanques etcétera, existía en absoluto hasta el día en que una persona llamada Basho apareció repentinamente en escena y escuchó el ruido del agua."
¿La compliqué mucho con la explicación de Suzuki? En fin, lo que hay que rescatar es que el haiku va más allá de lo literario, yo diría que está más bien relacionado con lo filosófico (ya sé que "filosofía" aplica sólo a los griegos pero permítanmelo). ¡Y cuanto hay que se atreve a decir que escribe haikus por el simple hecho de respetar la cantidad de moras (o sílabas...)!
Tomé a Basho como representante del haiku japonés y busqué algunos de sus trabajos. Espero que les gusten.

Basho por Katsushika Hokusai (1760-1849)


kono michi wa
yuku hito nashi ni
aki no kure


Este camino
ya nadie lo recorre
salvo el crepúsculo
.



asagao ni
ware wa meshi kuu
otoko kana

Soy un hombre
que come su arroz
ante la flor de asagao.
 

hitotsu ya ni
yuujo mo netari
hagi to tsuki


Bajo un mismo techo
durmieron las cortesanas,
la luna y el trébol.

shirageshi ni
hane mogu choo no
katami kana


Como recuerdo,
a una amapola
deja sus alas la mariposa 

omokage ya
oba hitori naku
tsuki no tomo

Visión en sombras.
Llora una anciana sola,
la luna como amiga. 

nozarashi wo
kokoro ni kaze no
shimu mi kana

Expuesto a la intemperie y resignado, 
el frío... ¡cómo corta
mi cuerpo!

 nozarashi o
kokoro ni kaze no
shimu mi kana

A la intemperie,
se va infiltrando el viento
hasta mi alma.

shizukasa ya
iwa ni shimiiru
semi no koe

Todo en calma.
Penetra en las rocas
la voz de la cigarra.

tabi ni yande
yume wa kareno wo
kakemeguru

Habiendo enfermado en el camino,
mis sueños merodean
por páramos yermos.







sábado, 17 de mayo de 2014

¡Segundo Aniversario de Cuentos Mágicos!

Y crease o no, el blog cumplió dos añitos... 



El año pasado lo tuve bien presente y dediqué la entrada ¡Primer Aniversario de Cuentos Mágicos! Este año, en cambio, ¡no se me ocurre qué decir!. Mi rutina ha cambiado mucho en este último año y ya no tengo tanta energía como antes para llevar adelante un blog. Editar una entrada, buscar lecturas, lleva tiempo y me suele ganar el cansancio. Por ello, me sucede con frecuencia que dudo acerca de seguir adelante con el blog. Sin embargo, aquí estoy... y aquí siguen también muchos de ustedes. Algunos están desde el principio, otros se han sumado en los últimos meses, pero están y es lo que importa.

¡Gracias por seguir por aquí!  ¿Llegaremos al tercero? :D

Algunas poesías de José Martí

El poeta de hoy fue sugerido por mi viejo: José Martí. En realidad, él me sugirió un poema: "La Niña de Guatemala". Tras "La niña de Guatemala" hay una historia, según me dice, y pego textual el mensaje que me dejó en facebook:

"Poema de Jose Marti, el gran poeta, patriota, padre de la libertad y político Cubano, dedicado a una joven Guatemalteca, hija de un ex Presidente de ese País, que estaba enamorada de él, circunstancia de la que se entero cuando él se estaba casando con una joven mejicana que era su prometida desde hacía varios años"
 José Martí nació en cuba en 1853 y falleció en combate...  tenía sólo 42 años. Fue político, filósofo, escritor, poeta... Sus obras de poesía más conocidas son, tal vez, "Ismaelillo" (1882) y "Versos sencillos" (1891) así que tomé la sugerencia de mi papá y le sumé algunos poemas más. Espero que les gusten.
Por cierto, "La niña de Guatemala" pertenece a "Versos sencillos"


Encontré esta pintura sobre José Martí en internet, lamenteablemente no figuraba el autor como para darle crédito pero ¡me encanta!

La Niña de Guatemala (Poesía IX)

Quiero, a la sombra de un ala, 
Contar este cuento en flor:
 La niña de Guatemala,
 La que se murió de amor. 

Eran de lirios los ramos, 
Y las orlas de reseda 
Y de jazmín: la enterramos
En una caja de seda. 

...Ella dio al desmemoriado 
Una almohadilla de olor: 
El volvió, volvió casado: 
 Ella se murió de amor.

Iban cargándola en andas 
 Obispos y embajadores: 
Detrás iba el pueblo en tandas, 
Todo cargado de flores. 

...Ella, por volverlo a ver, 
Salió a verlo al mirador: 
 El volvió con su mujer: 
Ella se murió de amor. 

Como de bronce candente 
 Al beso de despedida 
 Era su frente ¡la frente 
 Que más he amado en mi vida! 

...Se entró de tarde en el río, 
 La sacó muerta el doctor:
 Dicen que murió de frío: 
Yo sé que murió de amor. 

Allí, en la bóveda helada, 
La pusieron en dos bancos: 
Besé su mano afilada, 
Besé sus zapatos blancos. 

Callado, al oscurecer, 
Me llamó el enterrador: 
¡Nunca más he vuelto a ver 
A la que murió de amor!


Sueño Despierto

Yo sueño con los ojos
Abiertos, y de día
Y noche siempre sueño.
Y sobre las espumas
Del ancho mar revuelto,
Y por entre las crespas
Arenas del desierto,
Y del león pujante,
Monarca de mi pecho,
Montado alegremente
Sobre el sumiso cuello.
Un niño que me llama
Flotando siempre veo!
 


Rosilla nueva
 
¡Traidor! ¿Con qué arma de oro
Me has cautivado?
Pues yo tengo coraza
De hierro áspero.
Hiela el dolor: el pecho
Trueca en peñasco.

Y así como la nieve,
Del Sol al blando
Rayo, suelta el magnífico
Manto plateado,
Y salta en hilo alegre
Al valle pálido,
Y las rosillas nuevas
Riega magnánimo;
Así, guerrero fúlgido,
Roto a tu paso,
Humildoso y alegre
Rueda el peñasco;
Y cual lebrel sumiso
Busca saltando
A la rosilla nueva
Del valle pálido.


Poesía XXXIV 

¡Penas! ¿Quién osa decir
Que tengo yo penas? Luego,
Después del rayo, y del fuego,
Tendré tiempo de sufrir.

Yo sé de un pesar profundo
Entre las penas sin nombres:
¡La esclavitud de los hombres
Es la gran pena del mundo!

Hay montes, y hay que subir
Los montes altos; ¡después
Veremos, alma, quién es
Quien te me ha puesto al morir!



Poesía XLV

Sueño con claustros de mármol
Donde en silencio divino
Los héroes, de pie, reposan:
¡De noche, a la luz del alma,
Hablo con ellos: de noche!
Están en fila: paseo
Entre las filas: las manos
De piedra les beso: abren
Los ojos de piedra: mueven
Los labios de piedra: tiemblan
Las barbas de piedra: empuñan
La espada de piedra: lloran:
¡Vibra la espada en la vaina!
Mudo, les beso la mano.

¡Hablo con ellos, de noche!
Están en fila: paseo
Entre las filas: lloroso
Me abrazo a un mármol: “¡Oh mármol,
Dicen que beben tus hijos
Su propia sangre en las copas
Venenosas de sus dueños!
¡Que hablan la lengua podrida
De sus rufianes! ¡Que comen
Juntos el pan del oprobio,
En la mesa ensangrentada!
!Que pierden en lengua inútil
El último fuego! ¡Dicen,
Oh mármol, mármol dormido,
Que ya se ha muerto tu raza!”

Echame en tierra de un bote
El héroe que abrazo: me ase
Del cuello: barre la tierra
Con mi cabeza: levanta
El brazo, ¡el brazo le luca
Lo mismo que un sol!: resuena
La piedra: buscan el cinto
Las manos blancas: ¡del soclo
Saltan los hombres de mármol!

lunes, 12 de mayo de 2014

Algunas poesías de Francisco de Quevedo

A los pocos días de haber anunciado que subiría una seguidilla de publicaciones sobre poesía, me llegó al email una publicación de un blog al que se ve alguna vez me subscribí. La entrada se llama "Poesía para principiantes" y su autora nos relata cómo aprendió a amar la poesía. Tomé prestada una de Quevedo, aquella poesía clave para la autora de aquel blog - "Amor constante más allá de la muerte", su poema más reconocido -, y sumé algunas más de Quevedo que tengo en un libro suyo llamado simplemente "Poesías".
Francisco de Quevedo nació en 1580 en Madrid y murió en 1645. Además de poesía, escribió narrativa y críticas literarias; también escribió sobre política, filosofía y religión. Dicen que su poesía fue satírica, pero también misántropica (y dentro de la misantropía, particularmente misógina y antisemita). Entre nos, cuando se hacen en el presente ese tipo de críticas sobre algo tan lejano en el pasado, me pregunto si dicha crítica es del todo válida...No digo que las obras de Quevedo no tengan esos elementos, sino que pienso que es fácil juzgar el pasado porque lo que antes se consideraba correcto, ahora ya no se lo considera; lo difícil es criticar el presente y ser agentes de un cambio... divagues míos, no me presten atención... Volviendo a Quevedo, publico aquí 5 poesías suyas. Espero que les guste la selección.


Amor constante más allá de la muerte

Cerrar podrá mis ojos la postrera
sombra que me llevare el blanco día,
y podrá desatar esta alma mía
hora, a su afán ansioso lisonjera;

mas no de esotra parte en la ribera
dejará la memoria, en donde ardía:
nadar sabe mi llama el agua fría,
y perder el respeto a ley severa.

Alma, a quien todo un Dios prisión ha sido,
venas, que humor a tanto fuego han dado,
médulas, que han gloriosamente ardido,

su cuerpo dejará, no su cuidado;
serán ceniza, mas tendrá sentido;
polvo serán, mas polvo enamorado
  
A los huesos de un rey que se hallaron en un sepulcro

Estas que veis aquí pobres y escuras
ruinas desconocidas,
pues aun no dan señal de lo que fueron;
estas piadosas piedras más que duras,
pues del tiempo vencidas,
borradas de la edad, enmudecieron
letras en donde el caminante, junto,
leyó y pisó soberbias del difunto;
estos güesos, sin orden derramados,
que en polvo hazañas de la muerte escriben,
ellos fueron un tiempo venerados
en todo el cerco que los hombres viven.
Tuvo cetro temido
la mano, que aun no muestra haberlo sido;
sentidos y potencias habitaron
la cavidad que ves sola y desierta;
su seso altos negocios fatigaron;
¡y verla agora abierta,
palacio, cuando mucho, ciego y vano
para la ociosidad de vil gusano!
Y si tan bajo huésped no tuviere,
horror tendrá que dar al que la viere.
¡Oh muerte, cuánto mengua en tu medida
la gloria mentirosa de la vida!
Quien no cupo en la tierra al habitalla,
se busca en siete pies y no se halla.
Y hoy, al que pisó el oro por perderle,
mal agüero es pisarle, miedo verle.
Tú confiesas, severa, solamente
cuánto los reyes son, cuánto la gente.
No hay grandeza, hermosura, fuerza o arte
que se atreva a engañarte.
Mira esta majestad, que persuadida
tuvo a la eternidad la breve vida,
cómo aquí, en tu presencia,
hace en su confesión la penitencia.
Muere en ti todo cuanto se recibe,
y solamente en ti la verdad vive:
que el oro lisonjero siempre engaña,
alevoso tirano, al que acompaña.
¡Cuántos que en este mundo dieron leyes,
perdidos de sus altos monumentos,
entre surcos arados de los bueyes
se ven, y aquellas púrpuras que fueron!
Mirad aquí el terror a quien sirvieron:
respetó el mundo necio
lo que cubre la tierra con desprecio.
Ved el rincón estrecho que vivía
la alma en prisión obscura, y de la muerte
la piedad, si se advierte,
pues es merced la libertad que envía.
Id, pues, hombres mortales;
id, y dejaos llevar de la grandeza;
y émulos a los tronos celestiales,
vuestra naturaleza
desconoced, dad crédito al tesoro,
fundad vuestras soberbias en el oro;
cuéstele vuestra gula desbocada
su pueblo al mar, su habitación al viento.
Para vuestro contento
no críe el cielo cosa reservada,
y las armas continuas, por hacerlas
famosas y por gloria de vestirlas,
os maten más soldados con sufrirlas,
que enemigos después con padecerlas.
Solicitad los mares
para que no os escondan los lugares,
en donde, procelosos,
amparan la inocencia
de vuestra peregrina diligencia,
en parte religiosos.
Tierra que oro posea,
sin más razón, vuestra enemiga sea.
No sepan los dos polos playa alguna
que no os parle por ruegos la Fortuna.
Sirva la libertad de las naciones
al título ambicioso en los blasones;
que la muerte, advertida y veladora,
y recordada en el mayor olvido,
traída de la hora,
presta vendrá con paso enmudecido
y, herencia de gusanos,
hará la posesión de los tiranos.
Vivo en muerte lo muestra
este que frenó el mundo con la diestra;
acuérdase de todos su memoria;
ni por respeto dejará la gloria
de los reyes tiranos,
ni menos por desprecio a los villanos.
¡Qué no está predicando
aquel que tanto fue, y agora apenas
defiende la memoria de haber sido,
y en nuevas formas va peregrinando
del alta majestad que tuvo ajenas!
Reina en ti propio, tú que reinar quieres,
pues provincia mayor que el mundo eres.
  
A un ramo que desgajó con el peso de su fruta
De tu peso vencido,
verde honor del verano,
yaces en este llano
del tronco antiguo y noble desasido.
Dando venganza estás de ti a los vientos,
cuyas líquidas iras despreciabas,
cuando de ellos con ellas murmurabas,
imitando a mis quejas los acentos.
Humilde agora entre las yerbas suenas,
cosa que de tu altura
nunca temer pudieron las arenas;
y ofendida del tiempo tu hermosura,
ocupa en la ribera
el lugar que ocupó tu propia sombra.
Menos gastos tendrá la primavera
en vestir este valle
después que faltas a su verde alfombra.
¿Qué hará el jilguero dulce cuando halle
su patria con tus hojas en el suelo?
¿Y la parlera fuente,
que aun ignorante de prisión de yelo,
exenta de la sed del sol corría?
Sin duda llorará con su corriente
la licencia que has dado en ella al día.
Tendrá un retrato menos
Pisuerga que mostrar al caminante
en sus cristales puros.
Cualquier pájaro amante
desiertos dejará tus brazos duros,
y vengo a poner duda
si, para que te habite en llanto tierno,
a la tórtola basta el ser vïuda.
Y porque tengo miedo que el invierno
pondrá necesidad a algún villano,
tal, que se atreva con ingrata mano
a encomendarte al fuego,
yo te quiero llevar a mi cabaña,
por lo que mi cansancio, estando ciego,
a tu sombra le debe.
Descansarás el báculo de caña
con que mi vida tristes años mueve;
y ojalá que yo fuera
rey, como soy pastor de la ribera,
que, cetro antes que báculo cansado,
no canas sustentaras, sino estado.


       A una mujer flaca

No os espantéis, señora Notomía,

Que me atreva este día,
Con exprimida voz convaleciente,
A cantar vuestras partes a la gente:
Que de hombres es en casos importantes
El caer en flaquezas semejantes.
Cantó la pulga Ovidio, honor Romano,
Y la mosca Luciano,
De las ranas Homero; yo confieso
Que ellos cantaron cosas de más peso:
Yo escribiré con pluma más delgada
Materia más sutil y delicada.
Quien tan sin carne os viere, si no es ciego,
Yo sé que dirá luego,
Mirando en vos más puntas que en rastrillo,
Que os engendró algún miércoles Corvillo;
Y quien pez os llamó, no desatina,
Viendo que tras ser negra, sois espina.
Dios os defienda, dama, lo primero,
De sastre o zapatero,
Pues por punzón o alesna es caso llano
Que cada cual os cerrara en la mano;
Aunque yo pienso que por mil razones
Tenéis por alma un viernes con ciciones.
Mirad que miente vuestro amigo, dama,
Cuando «Mi carne» os llama,
Que no podéis jamás en carnes veros,
Aunque para ello os desnudéis en cueros;
Mas yo sé bien que quedan en la calle
Picados más de dos de vuestro talle.
Bien sé que apasionáis los corazones,
Porque dais más pasiones
Que tienen diez Cuaresmas con la cara,
Que Amor hiere con vos como con jara;
Que si va por lo flaco, tenéis voto
De que sois más sutil que lo fue Scoto.
Y aunque estáis tan angosta, flaca mía,
Tan estrecha y tan fría,
Tan mondada y enjuta y tan delgada,
Tan roída, exprimida y destilada,
Estrechamente os amaré con brío,
Que es amor de raíz el amor mío.
Aun la sarna no os come con su gula,
Y sola tenéis Bula
Para no sustentar cosas vivientes;
Por sólo ser de hueso tenéis dientes,
Y de acostarse ya en partes tan duras,
Vuestra alma diz que tiene mataduras.
Hijos somos de Adán en este suelo,
La Nada es nuestro abuelo,
Y salístele vos tan parecida
Que apenas fuisteis algo en esta vida.
De ser sombra os defiende no el donaire,
Sino la voz, y aqueso es cosa de aire.
De los tres enemigos que hay del alma
Llevárades la palma,
Y con valor y pruebas excelentes
Los venciérades vos entre las gentes,
Si por dejar la carne de que hablo,
El mundo no os tuviera por el diablo.
Díjome una mujer por cosa cierta,
Que nunca vuestra puerta
Os pudo un punto dilatar la entrada
Por causa de hallarla muy cerrada,
Pues por no deteneros aun llamando,
Por los resquicios os entráis volando.
Con mujer tan aguda y amolada,
Consumida, estrujada,
Sutil, dura, büida, magra
 y fiera,
Que ha menester, por no picar, contera,
No me entremeto: que si llego al toque,
Conocerá de mí el señor San Roque.
Cuando muráis tras tanta guerra,
Segura está la tierra
Que no sacará el vientre de mal año;
Y pues habéis de ir flaca en modo extraño
(Sisándole las ancas y la panza)
Os podrán enterrar en una lanza.
Sólo os pido, por vuestro beneficio,
Que el día del juicio
Troquéis con otro muerto en las cavernas
Esas devanaderas y esas piernas,
Que si salís con huesos tan mondados,
Temo que haréis reír los condenados.
Salvaros vos tras esto es cosa cierta,
Dama, después de muerta,
Y tiénenlo por cosa muy sabida
Los que ven cuán estrecha es vuestra vida;
Y así, que os vendrá al justo, se sospecha,
ino tan angosto y cuenta estrecha.
Canción, ved que es forzosa
Que os venga a vos muy ancha cualquier cosa:
Parad, pues es negocio averiguado
Que siempre quiebra por lo más delgado.
Al Sueño
¿Con qué culpa tan grave,
sueño blando y suave,
pude en largo destierro merecerte
que se aparte de mí tu olvido manso?
Pues no te busco yo por ser descanso,
sino por muda imagen de la muerte.
Cuidados veladores
hacen inobedientes mis dos ojos
a la ley de las horas;
no han podido vencer a mis dolores
las noches, ni dar paz a mis enojos.
Madrugan más en mí que en las auroras
lágrimas a este llano;
que amanece a mí mal siempre temprano.
y tanto, que persuade la tristeza
a mis dos ojos, que nacieron antes
para llorar que para ver. Tú, sueño,
de sosiego los tienes ignorantes,
de tal manera, que al morir el día
con luz enferma vi que permitía
el sol que le mirasen en poniente.
Con pies torpes al punto, ciega y fría,
cayó de las estrellas blandamente
la noche, tras las pardas sombras mudas,
que el sueño persuadieron a la gente.
Escondieron las galas a los prados
y quedaron desnudas
estas laderas, y sus peñas, solas;
duermen ya entre sus montes recostados
los mares y las olas.
si con algún acento
ofenden las orejas,
es que entre sueños dan al cielo quejas
del yerto lecho y duro acogimiento,
que blandos hallan en los cerros duros.
Los arroyuelos puros
se adormecen al son del llanto mío,
y a su modo también se duerme al río.
Con sosiego agradable
se dejan poseer de ti las flores;
mudos están los males,
no hay cuidado que hable,
faltan lenguas y voz a los dolores,
y en todos los mortales
yace la vida envuelta en alto olvido.
Tan sólo mi gemido
pierde el respeto a tu silencio santo:
yo tu quietud molesto con mi llanto,
y te desacredito
el nombre de callado, con mi grito.

Dame, cortés mancebo, algún reposo:
no seas digno del nombre de avariento
en el más desdichado y firme amante
que lo merece ser por dueño hermoso.
Débate alguna pausa mi tormento.
Gózante en las cabañas
y debajo del cielo
los ásperos villanos;
hállate en el rigor de los pantanos
y encuéntrate en las nieves y en el hielo
el soldado valiente
y yo no puedo hallarte, aunque lo intente,
entre mi pensamiento y mi deseo
Ya, pues, con dolor creo
que eres más riguroso que la tierra.
Más duro que la roca,
pues te alcanza el soldado envuelto en guerra,
y en ella mi alma por jamás te toca.
Mira que es gran rigor: dame siquiera
lo que de ti desprecia tanto avaro,
por el oro en que alegre considera,
hasta que da la vuelta el tiempo claro;
lo que había de dormir en blando lecho
y da el enamorado en su señora,
y a ti se te debía de derecho.
Dame lo que desprecia de ti agora
por robar el ladrón; lo que desecha
el que envidiosos celos tuvo y llora.
Quede en parte mi queja satisfecha,
tócame con el cuento de tu vara;
oirán siquiera el ruido de tus plumas
mis desventuras sumas;
que yo no quiero verte cara a cara,
ni que hagas más caso
de mí, que hasta pasar por mi de paso;
o que a tu sombra negra por lo menos,
si fueses a otra parte peregrino,
se le haga camino
por estos ojos de sosiego ajenos;
quítame, blando sueño, este desvelo,
o de él alguna parte,
y te prometo, mientras viere el cielo
de desvelarme sólo en celebrarte.