Di con este poema de forma casual mientras buscaba información sobre la cítara. Dante Rossetti fue un poeta inglés descendiente de inmigrantes italianos. Vivió entre 1828 y 1882. También fue ilustrador y pintor. "La doncella bienaventurada" (The Blessèd Damozel) fue su primer poema. Se publicó por primera vez en 1850 en el periódico "The Germ". El autor reescribió el poema varias veces y distintas versiones del mismo se publicaron en 1856, 1870 y 1873.
A continuación, una traducción al español, el original en inglés, y la pintura del mismo nombre también de autoría de Rossetti.
A continuación, una traducción al español, el original en inglés, y la pintura del mismo nombre también de autoría de Rossetti.
The Blessed Damozel, pintura de Dante Rossetti 1871-1878 |
La Doncella Bienaventurada
La Doncella Bienaventurada se inclinó
sobre la baranda de oro del Cielo;
sus ojos eran más profundos que la hondura
de aguas aquietadas al atardecer;
tenía tres lirios en la mano,
y las estrellas de su pelo eran siete.
A su vestido, suelto desde el broche del dobladillo,
no lo adornaba ninguna flor,
excepto una rosa blanca, regalo de María,
llevada convenientemente para el oficio
su cabello, que caía a lo largo de su espalda
era amarillo como el trigo maduro.
A ella le parecía haber pasado apenas un día
de que era una de las coristas de Dios;
todavía no se había ido del todo el asombro
de su tranquila mirada,
para aquellos a quienes ella había dejado, su día
había sido contado como diez años.
(Para uno, son diez años de años.
...Y sin embargo, en este mismo lugar,
ella se inclinó una vez sobre mí, - sus cabellos
caían sobre mi rostro...
Nada: la caída otoñal de las hojas.
El año entero pasa veloz.)
Sobre la muralla de la casa de Dios
ella estaba de pie;
edificada por Dios sobre la profundidad vertical
donde empieza el Espacio;
tan alta, que mirando desde allí hacia abajo
ella apenas podía ver el sol.
[La casa] está en el Cielo, más allá del torrente
de éter, como un puente.
Abajo, las mareas del día y de la noche
con llamas y oscuridad forman
el vacío, que llega hasta el fondo donde este mundo
gira como un mosquito irritado.
A su alrededor, amantes reencontrados
entre las aclamaciones inmortales del amor,
pronunciaban entre sí,
sus nombres recordados en el corazón;
y las almas, que iban subiendo hacia Dios
pasaban a su lado como delgadas llamas.
Pero ella seguía inclinándose, y observando
hacia abajo desde aquel balcón;
hasta que su pecho debió
entibiar el metal de la baranda,
y los lirios quedaron como dormidos
a lo largo de su brazo doblado.
Desde ese lugar fijo en el Cielo ella vio
que el tiempo se agitaba como un pulso intenso
a traves de todos los mundos. Su mirada se esforzaba,
por alcanzar a través de ese gran abismo
su camino; y luego ella habló una vez como
cuando las estrellas cantaron en sus esferas.
El sol se había ido ahora; la rizada luna
era como una pequeña pluma
revoloteando en el abismo; y ahora
ella habló a través del aire inquieto.
Su voz era como la voz que tenían las estrellas
cuando cantaron juntas.
(¡Ah, cuán dulce! Incluso ahora, en esa canción de pajaro,
¿no intentaban acaso sus palabras,
alcanzar la lejanía? Cuando esas campanillas
poseyeron el aire del mediodía,
¿no intentaron acaso sus pasos llegar a mi lado
bajando aquella resonante escalera?)
´Deseo que él venga a mí,
porque él vendrá`, dijo ella.
´¿Acaso no he rezado al Cielo?-en la tierra,
Señor, Señor, ¿acaso él no ha rezado?
¿No son dos ruegos una perfecta fuerza?
¿Y debo sentir miedo?`
´Cuando la aureola rodee su cabeza,
y él esté vestido de blanco,
yo lo tomaré de la mano y lo llevaré
a los hondos pozos de luz;
y bajaremos hasta la corriente,
y nos bañaremos a la vista de Dios`
´Estaremos de pie al lado de ese santuario,
oculto, alejado, no hollado,
cuyas lámparas están agitadas continuamente
con las plegarias que suben hacia Dios;
y veremos nuestras viejas plegarias cumplirse y disolverse
como si fuesen nubecitas.
Y dormiremos a la sombra
de ese mítico árbol viviente
en cuyo secreto ramaje
se siente que a veces está la Paloma,
y cada hoja que tocan Sus plumas
dice audiblemente Su nombre.`
´Y yo misma le enseñaré,
yo misma, yaciendo así,
las canciones que canto aquí, en las que su voz
se detendrá en murmullos, lentamente;
y él encontrará sabiduría en cada pausa,
y algo nuevo para aprender.`
´(¡Ay! ¡Nosotros dos, nosotros dos, dices tú!
Si tú eras una conmigo
en el pasado. ¿Pero acaso elevará Dios
hacia la unidad eterna
al alma cuya similitud con la tuya
consistía en su amor hacia tí?)`
Los dos, dijo ella, buscaremos el bosquecillo
donde está María,
con sus cinco doncellas, cuyos nombres
son cinco dulces sinfonías,
Cecilia, Gertrudis, Magdalena,
Margarita y Rosalía.
En círculo sentadas, con sus rizados cabellos
y sus frentes adornados con guirnaldas;
en fina tela, blanca como la llama,
bordando el hilo dorado
para hacer el traje natal de aquellos
que acaban de nacer, porque han muerto.
´Él temerá, feliz, y quedará callado:
Entonces yo apoyaré mi mejilla
en la suya, y diré acerca de nuestro amor,
sin verguenza y sin temor:
Y la querida Madre aprobará
mi orgullo y me dejará hablar.`
´Ella nos llevará, la mano en la mano,
hasta Aquel junto a Quien todas las almas
se arrodillan, la fila de cabezas sinnúmero
agachadas con sus aureolas:
Y los angeles al encontrarse con nosotros, tocarán
sus cítaras y cítolas.`
´Allí yo le pediré a Cristo, el Señor
sólo esto para él y para mí: -
Vivir como una vez vivimos en la tierra
con amor, - nada más estar
como una vez estuvimos por un tiempo, ahora por siempre
juntos, él y yo.´
Ella miró, y escuchó, y dijo,
su voz más apacible que triste,
´Todo esto sucederá cuando el venga`. Ella calló.
Y la luz la iluminó, lleno
estaba el aire de ángeles en fuerte y parejo vuelo.
Sus ojos rezaron, y ella sonrió.
(Yo vi su sonrisa.) Pero pronto su camino
fue vago en distantes esferas:
Y luego ella apoyó sus brazos
sobre aquella baranda de oro,
y dejó caer su rostro entre las manos,
y lloró. (Yo oí sus lágrimas.)
sobre la baranda de oro del Cielo;
sus ojos eran más profundos que la hondura
de aguas aquietadas al atardecer;
tenía tres lirios en la mano,
y las estrellas de su pelo eran siete.
A su vestido, suelto desde el broche del dobladillo,
no lo adornaba ninguna flor,
excepto una rosa blanca, regalo de María,
llevada convenientemente para el oficio
su cabello, que caía a lo largo de su espalda
era amarillo como el trigo maduro.
A ella le parecía haber pasado apenas un día
de que era una de las coristas de Dios;
todavía no se había ido del todo el asombro
de su tranquila mirada,
para aquellos a quienes ella había dejado, su día
había sido contado como diez años.
(Para uno, son diez años de años.
...Y sin embargo, en este mismo lugar,
ella se inclinó una vez sobre mí, - sus cabellos
caían sobre mi rostro...
Nada: la caída otoñal de las hojas.
El año entero pasa veloz.)
Sobre la muralla de la casa de Dios
ella estaba de pie;
edificada por Dios sobre la profundidad vertical
donde empieza el Espacio;
tan alta, que mirando desde allí hacia abajo
ella apenas podía ver el sol.
[La casa] está en el Cielo, más allá del torrente
de éter, como un puente.
Abajo, las mareas del día y de la noche
con llamas y oscuridad forman
el vacío, que llega hasta el fondo donde este mundo
gira como un mosquito irritado.
A su alrededor, amantes reencontrados
entre las aclamaciones inmortales del amor,
pronunciaban entre sí,
sus nombres recordados en el corazón;
y las almas, que iban subiendo hacia Dios
pasaban a su lado como delgadas llamas.
Pero ella seguía inclinándose, y observando
hacia abajo desde aquel balcón;
hasta que su pecho debió
entibiar el metal de la baranda,
y los lirios quedaron como dormidos
a lo largo de su brazo doblado.
Desde ese lugar fijo en el Cielo ella vio
que el tiempo se agitaba como un pulso intenso
a traves de todos los mundos. Su mirada se esforzaba,
por alcanzar a través de ese gran abismo
su camino; y luego ella habló una vez como
cuando las estrellas cantaron en sus esferas.
El sol se había ido ahora; la rizada luna
era como una pequeña pluma
revoloteando en el abismo; y ahora
ella habló a través del aire inquieto.
Su voz era como la voz que tenían las estrellas
cuando cantaron juntas.
(¡Ah, cuán dulce! Incluso ahora, en esa canción de pajaro,
¿no intentaban acaso sus palabras,
alcanzar la lejanía? Cuando esas campanillas
poseyeron el aire del mediodía,
¿no intentaron acaso sus pasos llegar a mi lado
bajando aquella resonante escalera?)
´Deseo que él venga a mí,
porque él vendrá`, dijo ella.
´¿Acaso no he rezado al Cielo?-en la tierra,
Señor, Señor, ¿acaso él no ha rezado?
¿No son dos ruegos una perfecta fuerza?
¿Y debo sentir miedo?`
´Cuando la aureola rodee su cabeza,
y él esté vestido de blanco,
yo lo tomaré de la mano y lo llevaré
a los hondos pozos de luz;
y bajaremos hasta la corriente,
y nos bañaremos a la vista de Dios`
´Estaremos de pie al lado de ese santuario,
oculto, alejado, no hollado,
cuyas lámparas están agitadas continuamente
con las plegarias que suben hacia Dios;
y veremos nuestras viejas plegarias cumplirse y disolverse
como si fuesen nubecitas.
Y dormiremos a la sombra
de ese mítico árbol viviente
en cuyo secreto ramaje
se siente que a veces está la Paloma,
y cada hoja que tocan Sus plumas
dice audiblemente Su nombre.`
´Y yo misma le enseñaré,
yo misma, yaciendo así,
las canciones que canto aquí, en las que su voz
se detendrá en murmullos, lentamente;
y él encontrará sabiduría en cada pausa,
y algo nuevo para aprender.`
´(¡Ay! ¡Nosotros dos, nosotros dos, dices tú!
Si tú eras una conmigo
en el pasado. ¿Pero acaso elevará Dios
hacia la unidad eterna
al alma cuya similitud con la tuya
consistía en su amor hacia tí?)`
Los dos, dijo ella, buscaremos el bosquecillo
donde está María,
con sus cinco doncellas, cuyos nombres
son cinco dulces sinfonías,
Cecilia, Gertrudis, Magdalena,
Margarita y Rosalía.
En círculo sentadas, con sus rizados cabellos
y sus frentes adornados con guirnaldas;
en fina tela, blanca como la llama,
bordando el hilo dorado
para hacer el traje natal de aquellos
que acaban de nacer, porque han muerto.
´Él temerá, feliz, y quedará callado:
Entonces yo apoyaré mi mejilla
en la suya, y diré acerca de nuestro amor,
sin verguenza y sin temor:
Y la querida Madre aprobará
mi orgullo y me dejará hablar.`
´Ella nos llevará, la mano en la mano,
hasta Aquel junto a Quien todas las almas
se arrodillan, la fila de cabezas sinnúmero
agachadas con sus aureolas:
Y los angeles al encontrarse con nosotros, tocarán
sus cítaras y cítolas.`
´Allí yo le pediré a Cristo, el Señor
sólo esto para él y para mí: -
Vivir como una vez vivimos en la tierra
con amor, - nada más estar
como una vez estuvimos por un tiempo, ahora por siempre
juntos, él y yo.´
Ella miró, y escuchó, y dijo,
su voz más apacible que triste,
´Todo esto sucederá cuando el venga`. Ella calló.
Y la luz la iluminó, lleno
estaba el aire de ángeles en fuerte y parejo vuelo.
Sus ojos rezaron, y ella sonrió.
(Yo vi su sonrisa.) Pero pronto su camino
fue vago en distantes esferas:
Y luego ella apoyó sus brazos
sobre aquella baranda de oro,
y dejó caer su rostro entre las manos,
y lloró. (Yo oí sus lágrimas.)
Lady Lilith, de Dante Gabriel Rossetti, 1867 |
The Blessèd Damozel |
THE blessèd Damozel lean'd out | |
From the gold bar of Heaven: | |
Her blue grave eyes were deeper much | |
Than a deep water, even. | |
She had three lilies in her hand, | 5 |
And the stars in her hair were seven. | |
Her robe, ungirt from clasp to hem, | |
No wrought flowers did adorn, | |
But a white rose of Mary's gift | |
On the neck meetly worn; | 10 |
And her hair, lying down her back, | |
Was yellow like ripe corn. | |
Herseem'd she scarce had been a day | |
One of God's choristers; | |
The wonder was not yet quite gone | 15 |
From that still look of hers; | |
Albeit, to them she left, her day | |
Had counted as ten years. | |
(To one it is ten years of years: | |
...Yet now, here in this place, | 20 |
Surely she lean'd o'er me,—her hair | |
Fell all about my face.... | |
Nothing: the Autumn-fall of leaves. | |
The whole year sets apace.) | |
It was the terrace of God's house | 25 |
That she was standing on,— | |
By God built over the sheer depth | |
In which Space is begun; | |
So high, that looking downward thence, | |
She scarce could see the sun. | 30 |
It lies from Heaven across the flood | |
Of ether, as a bridge. | |
Beneath, the tides of day and night | |
With flame and darkness ridge | |
The void, as low as where this earth | 35 |
Spins like a fretful midge. | |
But in those tracts, with her, it was | |
The peace of utter light | |
And silence. For no breeze may stir | |
Along the steady flight | 40 |
Of seraphim; no echo there, | |
Beyond all depth or height. | |
Heard hardly, some of her new friends, | |
Playing at holy games, | |
Spake gentle-mouth'd, among themselves, | 45 |
Their virginal chaste names; | |
And the souls, mounting up to God, | |
Went by her like thin flames. | |
And still she bow'd herself, and stoop'd | |
Into the vast waste calm; | 50 |
Till her bosom's pressure must have made | |
The bar she lean'd on warm, | |
And the lilies lay as if asleep | |
Along her bended arm. | |
From the fixt lull of Heaven, she saw | 55 |
Time, like a pulse, shake fierce | |
Through all the worlds. Her gaze still strove, | |
In that steep gulf, to pierce | |
The swarm; and then she spoke, as when | |
The stars sang in their spheres. | 60 |
'I wish that he were come to me, | |
For he will come,' she said. | |
'Have I not pray'd in solemn Heaven? | |
On earth, has he not pray'd? | |
Are not two prayers a perfect strength? | 65 |
And shall I feel afraid? | |
'When round his head the aureole clings, | |
And he is clothed in white, | |
I'll take his hand, and go with him | |
To the deep wells of light, | 70 |
And we will step down as to a stream | |
And bathe there in God's sight. | |
'We two will stand beside that shrine, | |
Occult, withheld, untrod, | |
Whose lamps tremble continually | 75 |
With prayer sent up to God; | |
And where each need, reveal'd, expects | |
Its patient period. | |
'We two will lie i' the shadow of | |
That living mystic tree | 80 |
Within whose secret growth the Dove | |
Sometimes is felt to be, | |
While every leaf that His plumes touch | |
Saith His name audibly. | |
'And I myself will teach to him,— | 85 |
I myself, lying so,— | |
The songs I sing here; which his mouth | |
Shall pause in, hush'd and slow, | |
Finding some knowledge at each pause, | |
And some new thing to know.' | 90 |
(Alas! to her wise simple mind | |
These things were all but known | |
Before: they trembled on her sense,— | |
Her voice had caught their tone. | |
Alas for lonely Heaven! Alas | 95 |
For life wrung out alone! | |
Alas, and though the end were reach'd?... | |
Was thy part understood | |
Or borne in trust? And for her sake | |
Shall this too be found good?— | 100 |
May the close lips that knew not prayer | |
Praise ever, though they would?) | |
'We two,' she said, 'will seek the groves | |
Where the lady Mary is, | |
With her five handmaidens, whose names | 105 |
Are five sweet symphonies:— | |
Cecily, Gertrude, Magdalen, | |
Margaret and Rosalys. | |
'Circle-wise sit they, with bound locks | |
And bosoms coverèd; | 110 |
Into the fine cloth, white like flame, | |
Weaving the golden thread, | |
To fashion the birth-robes for them | |
Who are just born, being dead. | |
'He shall fear, haply, and be dumb. | 115 |
Then I will lay my cheek | |
To his, and tell about our love, | |
Not once abash'd or weak: | |
And the dear Mother will approve | |
My pride, and let me speak. | 120 |
'Herself shall bring us, hand in hand, | |
To Him round whom all souls | |
Kneel—the unnumber'd solemn heads | |
Bow'd with their aureoles: | |
And Angels, meeting us, shall sing | 125 |
To their citherns and citoles. | |
'There will I ask of Christ the Lord | |
Thus much for him and me:— | |
To have more blessing than on earth | |
In nowise; but to be | 130 |
As then we were,—being as then | |
At peace. Yea, verily. | |
'Yea, verily; when he is come | |
We will do thus and thus: | |
Till this my vigil seem quite strange | 135 |
And almost fabulous; | |
We two will live at once, one life; | |
And peace shall be with us.' | |
She gazed, and listen'd, and then said, | |
Less sad of speech than mild,— | 140 |
'All this is when he comes.' She ceased: | |
The light thrill'd past her, fill'd | |
With Angels, in strong level lapse. | |
Her eyes pray'd, and she smiled. | |
(I saw her smile.) But soon their flight | 145 |
Was vague 'mid the poised spheres. | |
And then she cast her arms along | |
The golden barriers, | |
And laid her face between her hands, | |
And wept. (I heard her tears.) | 150 |