Blog de Literatura - Fomentando la Lectura

jueves, 19 de febrero de 2015

Los novios - Hans Christian Andersen

Hola a todos. Hoy continuamos el "Mes Andersen" con el cuento "Los novios", también conocido como "La pareja de enamorados". Me mata la pregunta: "¿No podríamos ser novios, ya que estamos aquí juntos?" :D 
Nuevamente estamos ante un cuento en el cual los objetos cobran vida para personificar emociones humanas como el amor, la obsesión, la ilusión y el desengaño... También el orgullo, la vanidad y la soberbia... Es uno de esos cuentos de Andersen en los que nos deja pensando qué es y qué no es amor. Un cuento sencillo, pero profundo, de hecho, duro.
Espero que les guste.




Los novios

El trompo y la pelota estaban en el cajón junto a otros juguetes. El trompo le dijo a la pelota:

-¿No podríamos ser novios, ya que estamos aquí juntos?

Pero la pelota, que estaba hecha de gamuza fina y era tan orgullosa como una señorita presumida, no le quiso contestar. Al día siguiente vino el niño dueño de los juguetes y pintó al trompo de rojo y amarillo y le clavó junto en el medio una tachuela dorada. El trompo se veía precioso cuando giraba.

- Míreme - le dijo la pelota -. Usted seguramente no sabrá que mis padres fueron chinelas de gamuza fina y que tengo un corcho de corazón.
- Sí, pero yo estoy hecho de caoba - dijo el trompo -. Y me ha torneado el alcalde, que tiene su propio banco de carpintero para entretenerse y tuvo una gran alegría al fabricarme.
-¿Me puedo fiar de usted? - preguntó la pelota.
-¡Que nunca me azoten si miento! - contestó el trompo.
-¡Usted se pinta solo! - siguió la pelota -. Pero no lo puedo aceptar, estoy casi comprometida con una golondrina; cada vez que salto al aire saca la cabeza del nido y me dice "vente, vente, vente". Y para mis adentros ya le he dicho que sí, de modo que me siento casi comprometida. Pero le prometo que nunca lo olvidaré.
- Bueno, eso no es consuelo para mí - dijo el trompo. Y no se hablaron más.

Al día siguiente, sacaron la pelota. El trompo vio cómo saltaba de alto en el aire, igual que un pájaro, ya casi no la veía. Pero cada vez que volvía, daba un salto y rebotaba. Lo hacía de ansiosa, porque tenía un corcho adentro. La novena vez que saltó, la pelota se perdió. No volvió más, el niño la buscó y la buscó, pero estaba perdida.

- Yo sé dónde está - suspiró el trompo -. Está en el nido, ya casada con la golondrina.

Cuanto más lo pensaba más enamorado de la pelota se sentía, justamente porque no podía alcanzarla y porque ella se había ido con otro. El trompo bailaba y daba vueltas, siempre pensando en la pelota y cada vez la imaginaba más y más linda.

Así pasaron muchos años... ya era un viejo amor. El trompo ya no era joven, pero un día lo pintaron de dorado. Nunca se había visto tan lindo, era un trompo de oro. Saltaba y giraba. ¡Esto sí que era bueno! Pero un salto lo llevó demasiado alto y... se perdió. Lo buscaron y lo buscaron; hasta abajo en el sótano, pero no lo encontraron. ¿Dónde estaría?

Había caído en la canaleta, donde se acumulaba toda clase de basura que rodaba desde el techo.

-¡A buen sitio he ido a parar, aquí que se me irá rápido el dorado! ¡Vaya gentuza que me rodea!

Miró de reojo a un pedazo viejo de repollo que tenía cerca y a una cosa rara, redonda, que parecía una vieja manzana. Pero no, no era una manzana, era una vieja pelota que había estado muchos años allí arriba en la canaleta y que el agua había empapado.

- Bendito sea Dios, al fin uno de los míos, alguien con quien hablar - se dijo la pelota y se dirigió al trompo dorado: En realidad yo soy de gamuza fina, cosida por manos de doncella y tengo un corcho adentro. Nadie lo creería viéndome ahora, pero estaba por casarme con una golondrina cuando me caí en esta canaleta; hace cinco años que me pudro aquí. ¡Puede creerme que es demasiado tiempo para una señorita!

El trompo no contestó nada; pensaba en su vieja novia, y cuanto más la oía más seguro estaba de que era la misma.

Vino la criada a tirar la basura y lo vio:

- ¡Ay, aquí está el trompo!

El trompo volvió al cuarto para gran alegría de todos. De la pelota no se supo más.

El trompo no volvió a hablar de su viejo amor. Eso había terminado. Cuando la amada ha estado pudriéndose cinco años en una canaleta uno no la reconoce entre la basura.



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