La sirenita bajó la mirada y vio que su cola de pez había desaparecido y que tenía las más preciosas piernas blancas que una joven pudiera desear. Pero estaba completamente desnuda, así que se envolvió en su abundante y larga cabellera. El príncipe le preguntó quién era y cómo había llegado hasta allí. Ella lo miró dulcemente y con pena, con sus oscuros ojos azules, pues hablarle no podía. Él la tomó de la mano y la llevó hacia el interior del palacio.
A cada paso, como ya se lo había advertido la bruja, sentía como si pisara agudos punzones y afilados cuchillos, pero lo soportaba con gusto. De la mano del príncipe iba tan liviana como una burbuja y él y todos se maravillaban de su gracioso andar ondulante.
Le pusieron preciosos vestidos de seda y muselina; era la más linda de todas en el palacio, pero era muda: no podía cantar ni hablar.
Hermosas esclavas vestidas de seda y oro se adelantaron para cantarles al príncipe y a sus augustos padres; una de ellas cantaba mejor que todas las demás y el príncipe la aplaudió y le sonrió. La sirenita se entristeció porque sabía que ella habría cantado mucho y pensó: "Si él supiera que por estar a su lado he perdido mi voz por toda la eternidad".
Después bailaron las esclavas danzas cimbreantes al son de una música celestial, la sirenita alzó sus hermosos brazos blancos, se levantó sobre la punta de sus pies y se deslizó por el piso bailando como ninguna lo había hecho. A cada movimiento resaltaba más su belleza y sus ojos hablaban más elocuentemente al corazón que los cantos de las esclavas. Todos estaban maravillados, especialmente el príncipe, que la llamaba su huerfanita. Ella siguió bailando más, a pesar de que cada vez que su pie tocaba el suelo era como si pisase afilados cuchillos. El príncipe dijo que quería tenerla siempre a su lado y le permitió dormir delante de la puerta de su dormitorio, sobre un almohadón de terciopelo.
Mandó que le cosiesen un traje de montar para que pudiera acompañarlo cuando salía a caballo. Cabalgaron a través de los perfumados bosques, las verdes ramas les acariciaban los hombros y los pajaritos cantaban entre las frescas hojas.
Trepó con el príncipe a las altas cumbres, a pesar de que sus delicados pies sangraban tanto que todos podían notarlo, peor ella lo tomaba a broma y seguía al príncipe, hasta que llegaban tan alto que veían pasar las nubes por debajo, como si fuesen una bandada de aves que emigra a países extraños.
Cuando por la noche todos dormían en el palacio del príncipe ella salía a la ancha escalera de mármol para refrescarse los ardientes pies en la fresca agua del mar y entonces pensaba en aquellos que estaban en las profundidades del océano.
Una noche llegaron sus hermanas tomadas del brazo, cantando muy tristemente y meciéndose en las olas. Ella las saludó con la mano, las hermanas la reconocieron y le contaron lo afligidos que habían quedado todos por ella. A partir de entonces vinieron todas las noches a visitarla y una noche vio, mar adentro, a su anciana abuela, que hacía muchos años que se asomaba a la superficie, y al rey del mar, con su corona sobre la cabeza; le tendieron los brazos, pero no osaban acercarse tanto a tierra como las hermanas.
Día a día la sirenita se ganaba el afecto del príncipe, que la quería como se quiere a una niña buena y cariñosa pero que jamás había imaginado siquiera la posibilidad de hacerla su reina. Pero la sirenita tenía que llegar a ser su esposa, de lo contrario no tendría nunca un alma inmortal y en la mañana de su boda con otra mujer se convertiría en espuma del mar.
- ¿No me amas a mí más que a todos? - parecía preguntarle con los ojos cuando la tomaba en sus brazos y le besaba la frente.
- Sí, tú eres la que más quiero - contestaba el príncipe -, pues tienes el mejor corazón, eres la más afectuosa y te pareces a una joven que vi una vez y quizá nunca volveré a encontrar. Yo estaba en un barco que naufragó, las olas me arrastraron a una playa, al lado de un templo donde varias jóvenes servían al culto. La más joven me encontró en la orilla y me salvó la vida. Sólo la vi dos veces, ella es la única que podría amar en el mundo. Tú te le pareces, casi suplantas su imagen en mi alma. Ella está consagrada al templo, por eso mi buena estrella te ha enviado a ti y nunca me separaré de ti.
"Ay, él no sabe que fui yo la que le salvé la vida", pensó la sirenita, "yo lo conduje por el mar hasta el bosque donde está el templo, yo estaba en la espuma del mar, cuidándolo para ver si algien se acercaba. Yo ví a la hermosa joven a la que quiere más que a mí". Y la sirenita suspiraba profundamente, pues llorar no podía. "La doncella está consagrada al templo - ha dicho -, así que nunca saldrá al mundo, no se encontrarán nunca, yo estoy con él, lo veo todos los días, lo cuidaré, lo amaré, le consagraré mi vida".
Pero ahora se habla de casar al príncipe con la linda hija del rey del país vecino. Por eso es que están armando un magnífico navío. El príncipe va de viaje para visitar el país del rey vecino, eso dicen, pero en realidad va para conocer a la hija del rey. Llevará un gran séquito.
Pero la sirenita meneaba la cabeza sonriendo. Ella conocía los pensamientos del príncipe mucho mejor que todos los demás.
- Debo viajar - le había dicho el príncipe -, debo conocer a la bella princesa, mis padres me lo exigen, pero obligarme a traerla a casa, como mi novia, eso es algo que no me exigen. No podré amarla; ella no se parece a la doncella del templo como tú te le pareces. Si no tuviera más remedio que elegir una esposa, serías más bien tú, mi huerfanita de la mirada elocuente-. Y la besaba en los labios rojos; jugaba con su largo pelo y apoyaba la cabeza sobre su corazón, que soñaba con la felicidad de los hombres y el alma inmortal.
- ¿No le tienes miedo al mar, mudita? - le preguntó él cuando estaban sobre el magnífico barco que los conduciría al país vecino.
Le hablaba sobre la tempestad y la calma, sobre los raros peces de las profundidades y de lo que los buzos habían visto, y ella sonreía con sus relatos, pues sabía mejor que nadie lo que había en el fondo del mar.
En la clara noche de luna, cuando todos dormían y el timonel estaba en su puesto, la sirenita se sentó en la borda y, traspasando con la mirada el agua clara, creyó ver el castillo de su padre, y más arriba a su anciana abuela con la corona de plata en la cabeza mirando, a su vez, la quilla de plata en la rápida corriente. Sus hermanas salieron a la superficie a contemplarla apenadas y agitaron sus blancas manos. Ella también las saludó por señas, les sonrió y habría querido contarles que le iba bien y que era feliz, pero el grumete se acercó, las hermanas se sumergieron y el muchacho creyó que eso blanco que había visto agitarse era espuma de mar.
A la mañana siguiente el buque entró en el puerto de la magnífica capital del país vecino. Todas las campanas de las iglesias fueron echadas al vuelo y en las altas torres tocaban trompetas, mientras los soldados desfilaban con flamantes banderas y brillantes bayonetas. Todos los días había fiestas. Se sucedían bailes y reuniones pero la princesa no había llegado, la tenían aislada en un lugar distante, en un templo, donde le enseñaban a desempeñar sus reales deberes.
Al fin llegó a la ciudad. La sirenita estaba impaciente por ver su hermosura, y hubo de reconocer que nunca había visto una figura más hermosa. Tenía la pierl tersa y clara y detrás de las largas y oscuras pestañas sonreían unos ojos azul oscuro que delataban fidelidad.
- Eres tú - dijo el príncipe -, eres tú la que me salvaste cuando yacía como un muerto en la playa -. Y estrechó en sus brazos a la rubosa novia.
- ¡Ay, soy demasiado feliz! - dijo dirigiéndose a la sirenita -. ¡Lo que no me atrevía a desear, mi mayor anhelo, se ha cumplido! Te alegrarás con mi dicha porque eres la que más me quiere entre todos.
La sirenita le besó la mano y sintió como si su corazón le fuera a estallar. La mañana de su boda sería la de su muerte, su transformación en espuma de mar.
Echaron las campanas al vuelo, los heraldos cabalgaban por las calles anunciando el compromiso. en todos los altares quemaban perfumadas esencias en sahumerios de plata. Los sacerdotes agitaban incensarios. La novia y el novio se dieron la mano y el obispo los bendijo. La sirenita, vestida con oro y seda, sostenía el velo a la novia, pero sus oídos no escuchaban la música festiva, sus ojos no veían la solemne ceremonia. Sólo pensaba en su muerte esa noche, y en todo lo que perdía de este mundo.
Esa misma noche los novios se embarcaron en el navío; los cañones deban salvas, todas las banderas ondeaban y sobre cubierta habían levantado una rica tienda de oro y púrpura con los más preciosos cojines, allí pasarían la noche los novios, gozando del silencio y la frescura.
Las velas se hinchaban con el viento, el barco se deslizaba ligero y suave por el agua clara. Cuando oscureció encendieron luces de colores y los marineros bailaron alegremente sobre cubierta.
La sirenita pensaba seguramente en aquella primera vez que había salido a la superficie y visto aquel mismo esplendor y alegría. Se deslizó también entre los bailarines, zigzagueando, como hace la golondrina cuando huye. Todos la ovacionaban admirados, nunca había bailado tan divinamente; afilados cuchillos le cortaban los delicados pies, pero ella ni lo sentía; era en el corazón donde sentía los dolores. Sabía que era la última noche que lo veía a aquél por quien había dejado su familia y su hogar, por quien había dado su hermosa voz y por quien había sufrido infinitos tormentos, sin que él tuviera la menor sospecha de todo ello. Era la última noche que respiraba el mismo aire que él, que veían el profundo mar y estrellado cielo azul. Le esperaba una noche eterna, sin pensamientos ni sueños, pues no tenía alma ni podía ya conseguirla.
Todo era alegría y dicha a bordo hasta muy pasada la medianoche; la sirenita reía y bailaba, con la muerte en el alma.
El príncipe besaba a su linda novia y ella jugaba con sus cabellos negros y, tomados del brazo, se fueron los dos a descansar en la preciosa tienda.
Todo era calma y silencio a bordo, sólo el timonel estaba en su puesto. La sirenita apoyó sus blancos brazos sobre la borda, mirando hacia el este, esperando el resplandor rojizo del amanecer; sabía que el primer rayo del sol la mataría.
De pronto vio a sus hermanas salir del agua. Estaban pálidas como ella; sus largos y hermosos cabellos ya no ondeaban al viento, se los habían cortado.
- Se los dimos a la bruja para que nos ayudara a que no murieses esta noche. Nos dio un cuchillo. Aquí está. Mira qué afilado es. Antes de que asome el sol, debes clavarlo en el corazón del príncipe, y cuando su sangre caliente te salpique los pies, éstos se unirán formando una cola de pez y serás una sirena nuevamente, podrás saltar al mar con nosotras y vivir trescientos años antes de que te vuelvas muerta y salada espuma del mar. Apúrate, él o tú deben morir antes de que despunte el sol. Nuestra anciana abuela se aflige tanto que ha perdido todo su cabello blanco, como nosotras bajo las tijeras de la bruja. Mata al príncipe y vuelve. Apresúrate, ¿ves la raya roja en el cielo? Dentro de unos minutos saldrá el sol y morirás - y con un hondo suspiro, se hundieron tras las olas.
La sirenita descorrió el tapiz púrpura que cerraba la tienda y vio a la linda novia dormida con la cabeza apoyada sobre el pecho del príncipe; se inclinó y lo besó en la frente, miró el cielo que se teñía de rojo, miró el afilado cuchillo, fijó nuevamente sus ojos en el príncipe, que en sueños llamaba a su novia por el nombre: sólo ella estaba en sus pensamientos. El cuchillo temblaba en la mano de la sirenita. Lo tiró lejos entre las olas. Se vio el resplandor rojizo. Pareció como si brotaran gotas de sangre del agua en el lugar donde había caído. Todavía una vez más miró al príncipe con desmayados ojos y se arrojó al mar, y sintió cómo su cuerpo se disolvía en espuma.
El sol se levantó del mar. Los rayos caían suaves y cálidos sobre la espuma fría como la muerte, pero la sirenita no se sentía muerta, veía el sol, y por encima de ella flotaban centenares de seres transparentes, bellísimos; a través de ellos veía las blancas velas del barco y las nubes rojas en el cielo, sus voces eran melodías tan espirituales que ningún oído humano las percibía, como tampoco podía verlas ningún ojo humano. Sin alas, flotaban en el aire por su propia naturaleza etérea.
La sirenita vio que tenía un cuerpo como el de ellos y que se elevaba en el aire desde la espuma.
- ¿Adónde vas? - preguntó, y su voz soñó como la de aquellos seres, tan espiritual que ninguna música terrena se le podía comparar.
- Con las hijas del aire - le respondieron las otras -, las sirenas no tienen un alma inmortal y nunca la tendrán, a menos que consigan el amor de un hombre. Su eterno destino depende de un poder extraño. Las hijas del aire tampoco tienen un alma inmortal pero pueden ganarse una con sus buenas obras. Volamos a los países calurosos donde el aire sofocante y pestilente mata a la gente, nosotras les soplamos frescura. Esparcimos el perfume de las flores en el aire; enviamos alivio y curación. Si hacemos el bien durante trescientos años, podemos obtener un alma inmortal y participar de la felicidad eterna que se concede a los hombres. Tú, pobre sirenita, has tendido a lo mismo que nosotras, con toda tu alma has sufrido y te has resignado; te has elevado al mundo de los espíritus del aire. Ahora podrás procurarte tú misma un alma inmortal con tus buenas obras durante trescientos años.
La sirenita levantó hacia Dios sus transparentes brazos y por primera vez sintió lágrimas. En el navío había nuevamente vida y bullicio, vio que el príncipe la buscaba junto con su linda novia, que escudriñaban apenados la burbujeante espuma, como si supieran que se había arrojado a las olas.
Invisible, besó la frente de la novia, le sonrió a él, y se elevó con las otras criaturas etéreas a una nube sonrosada que flotaba en el aire.
- Dentro de trescientos años nos remontaremos así, al reino de Dios.
- Podemos abreviar el tiempo - susurró una - si invisibles volamos por las casas de la gente donde hay niños. Si encontramos un niño bueno, que hace felices a sus padres y merece su cariño, Dios nos acorta el plazo de prueba. Los niños no saben cuándo volamos por sus cuartos, y si sonreímos de gozo se nos descuenta un año de los trescientos. Pero si vemos un niño malo debemos llorar de pena y cada lágrima que vertimos, nos agrega un día de plazo.
El príncipe besaba a su linda novia y ella jugaba con sus cabellos negros y, tomados del brazo, se fueron los dos a descansar en la preciosa tienda.
Todo era calma y silencio a bordo, sólo el timonel estaba en su puesto. La sirenita apoyó sus blancos brazos sobre la borda, mirando hacia el este, esperando el resplandor rojizo del amanecer; sabía que el primer rayo del sol la mataría.
De pronto vio a sus hermanas salir del agua. Estaban pálidas como ella; sus largos y hermosos cabellos ya no ondeaban al viento, se los habían cortado.
- Se los dimos a la bruja para que nos ayudara a que no murieses esta noche. Nos dio un cuchillo. Aquí está. Mira qué afilado es. Antes de que asome el sol, debes clavarlo en el corazón del príncipe, y cuando su sangre caliente te salpique los pies, éstos se unirán formando una cola de pez y serás una sirena nuevamente, podrás saltar al mar con nosotras y vivir trescientos años antes de que te vuelvas muerta y salada espuma del mar. Apúrate, él o tú deben morir antes de que despunte el sol. Nuestra anciana abuela se aflige tanto que ha perdido todo su cabello blanco, como nosotras bajo las tijeras de la bruja. Mata al príncipe y vuelve. Apresúrate, ¿ves la raya roja en el cielo? Dentro de unos minutos saldrá el sol y morirás - y con un hondo suspiro, se hundieron tras las olas.
La sirenita descorrió el tapiz púrpura que cerraba la tienda y vio a la linda novia dormida con la cabeza apoyada sobre el pecho del príncipe; se inclinó y lo besó en la frente, miró el cielo que se teñía de rojo, miró el afilado cuchillo, fijó nuevamente sus ojos en el príncipe, que en sueños llamaba a su novia por el nombre: sólo ella estaba en sus pensamientos. El cuchillo temblaba en la mano de la sirenita. Lo tiró lejos entre las olas. Se vio el resplandor rojizo. Pareció como si brotaran gotas de sangre del agua en el lugar donde había caído. Todavía una vez más miró al príncipe con desmayados ojos y se arrojó al mar, y sintió cómo su cuerpo se disolvía en espuma.
El sol se levantó del mar. Los rayos caían suaves y cálidos sobre la espuma fría como la muerte, pero la sirenita no se sentía muerta, veía el sol, y por encima de ella flotaban centenares de seres transparentes, bellísimos; a través de ellos veía las blancas velas del barco y las nubes rojas en el cielo, sus voces eran melodías tan espirituales que ningún oído humano las percibía, como tampoco podía verlas ningún ojo humano. Sin alas, flotaban en el aire por su propia naturaleza etérea.
La sirenita vio que tenía un cuerpo como el de ellos y que se elevaba en el aire desde la espuma.
- ¿Adónde vas? - preguntó, y su voz soñó como la de aquellos seres, tan espiritual que ninguna música terrena se le podía comparar.
- Con las hijas del aire - le respondieron las otras -, las sirenas no tienen un alma inmortal y nunca la tendrán, a menos que consigan el amor de un hombre. Su eterno destino depende de un poder extraño. Las hijas del aire tampoco tienen un alma inmortal pero pueden ganarse una con sus buenas obras. Volamos a los países calurosos donde el aire sofocante y pestilente mata a la gente, nosotras les soplamos frescura. Esparcimos el perfume de las flores en el aire; enviamos alivio y curación. Si hacemos el bien durante trescientos años, podemos obtener un alma inmortal y participar de la felicidad eterna que se concede a los hombres. Tú, pobre sirenita, has tendido a lo mismo que nosotras, con toda tu alma has sufrido y te has resignado; te has elevado al mundo de los espíritus del aire. Ahora podrás procurarte tú misma un alma inmortal con tus buenas obras durante trescientos años.
La sirenita levantó hacia Dios sus transparentes brazos y por primera vez sintió lágrimas. En el navío había nuevamente vida y bullicio, vio que el príncipe la buscaba junto con su linda novia, que escudriñaban apenados la burbujeante espuma, como si supieran que se había arrojado a las olas.
Invisible, besó la frente de la novia, le sonrió a él, y se elevó con las otras criaturas etéreas a una nube sonrosada que flotaba en el aire.
- Dentro de trescientos años nos remontaremos así, al reino de Dios.
- Podemos abreviar el tiempo - susurró una - si invisibles volamos por las casas de la gente donde hay niños. Si encontramos un niño bueno, que hace felices a sus padres y merece su cariño, Dios nos acorta el plazo de prueba. Los niños no saben cuándo volamos por sus cuartos, y si sonreímos de gozo se nos descuenta un año de los trescientos. Pero si vemos un niño malo debemos llorar de pena y cada lágrima que vertimos, nos agrega un día de plazo.
A mi en lo personal, me encanta la versión de Disney, pero la historia original es demasiado hermosa y hubiera sido maravilloso que la película hubiera sido así. Muchas gracias por compartirlo, ya quería leerlo completo. xoxo
ResponderEliminarMe pasa como a vos, la peli de Disney es una de mis favoritas de cuando era chica pero el cuento no tiene comparación :D
EliminarGracias por leer hasta el final y comentar
EliminarMe alegra saber de alguien que piensa como yo!. Desde siempre, la "sirenita original" ha sido uno de mis cuentos preferidos. Hermosisimo. Ya lo conocía de antes.
EliminarDisney, ha destrozado el cuento original, convirtiéndolo en una historia de "teenager" con el manido argumento de que "hijo persigue su sueño, saltándose todas las normas y poniéndose en peligro, se sale con la suya y papá tiene que ceder", substituyendo toda la espiritualidad del cuento por el más que banal "beso de amor", "príncipe guapo" y por cuatro animales cantarines.
Me gustan muchas películas de Disney... pero esta, en concreto, no la trago.
Hola José. la peli me gustó. Me pareció entretenida y me gustaron las canciones pero... comparto todo lo que decís. Cuenta otra historia, habla de cosas que no habla el libro, plantea un amor platónico muy simplista, muy alejado de lo real y el "persevera y triunfarás" que todos sabemos tampoco es real mucho menos cuando implica esa rebeldía sin causa del "has lo que quieras"... Además, como decís, deja de lado la espiritualidad del cuento - la espiritualidad en general - siendo que es un tema central en la literatura de Andersen. Los cuentos de Anderson son maravillosos porque nos tocan el alma y eso no está en la película. El cuento, como escribí al comienzo del post, habla de otras cosas y no es esa historia banal que Disney nos mostró..."La Sirenita" de Disney no debería llamarse así... tal vez la "Niña pez" o "La niña que deseaba piernas" jajajaja
EliminarCreo que es más bonita que la de Disney, además hay gente que dice que la sirenita se tira al mar y se convierte en espuma.
EliminarGracias, me habéis aclarado que no es verdad.
Muchísimas gracias por publicar.
Es que aún en lugares donde dicen colocar el cuento completo me ha pasado de encontrar algunos con un final en el que sólo que se convierte en espuma, le falta el final-final. Pero tengo dos ediciones, una muy vieja que es traducción directa y otra actual que es una recopilación también de la fuente directa y bueno, ya ves como es que termina jajaja
EliminarHermosa historia gracias por publicarla te lo agradesco
ResponderEliminarDe nada
EliminarHermosa historia, la estuve buscando hasta que la encontré, gracias por publicarla ♥
ResponderEliminarGracias a vos por llegar al blog. Es una historia muy manoseada. Hay sitios que la tienen más o menos completa pero le cortan el final en cuando se convierte en espuma. Una pena. Para evitar ese tipo de cosas, la copie directamente del libro.
Eliminares una historia muy hermosa y trágica :( gracias por publicarla :) llore tantísimo XD :'(
ResponderEliminarDe nada. Gracias por leerla. Generalmente le cortan el final. Me alegra que lo hayas leído completo :)
EliminarSaludos!! afortunadamente encontre su pagina. Lei varias versiones, ya que la que encontre estaba incompleta, aqui la pude leer completa. Igualmente me gusto la version de Disney, pero creo que no supera la original. Gracias por compartirla. Estamos en Contact!
ResponderEliminarSaludos e igualmente! Gracias por comentar :D
EliminarGenial que la hayas copiado del libro! Gracias, sólo una pregunta al final cuando dice que los espíritus lloran si ven un niño mal??? O es niño malo? Creo que es malo pero no estoy segura!
ResponderEliminarEs "malo" :)
EliminarMe encanto la historia amo la pelo de Disney ame el cuento original llegaran a hacer una peli de este cuento tal cual lloraría muchísimo
ResponderEliminarMuy cierto!!
EliminarExiste una pelicula que sigue la versión original, yo vi parte del final por pura casualidad cuando tenia unos 7 años, pero no sabia el titulo o algo que me diera una idea de la pelicula... solo recordaba vagamente lo dl puñal y a la sirenita que debia matar al principe... trate de ver esa historia otra vez xq queria conocer el final. Habia visto la versión de Disney y leido el cuento reeditado y la historia era tan diferente que me preguntaba si era la misma o alguna similar... hasta hace unos meses todavia me preguntaba si lo que recordaba no era algo q imagine, pero un dia q revisaba un articulo d peliculas anime japonesas encontre una con el titulo "Andersen Dowa: Ningyo Hime" o Cuentos de Andersen: La Princesa Sirena... el titulo me parecio bastante curioso y para mi sorpresa resulto que era la pelicula que habia visto y que por cierto fue hecha antes que la de Disney... la vi completa y si va mucho mas con la historia original, asi que los que quieran verla ya saben por donde buscar
EliminarAlguien me puede decir por favor cinco ideas principales de este cuento ? Se los agradecería muchísimo
ResponderEliminarBueno, eso es relativo. A vos que te parece? Hace un planteo y lo debatimos
EliminarHace poco más de 30 años tuve la dicha de leer el cuento original de la sienita, lloré muchísimo y lo releí hasta que tuve que devolver el libro que era prestado y nunca más lo volví a encontrar, luego salió la versión Disney y la odié por lo ñoña y totalmente distinta al cuento original. Cuando le decía a la gente que esa historia terminaba con la muerte de la sienita muchos se negaron a creerme pero que feliz me siento de haber encontrado el cuento original aquí. Es una historia maravillosa con su final trágico. Por cierto, la versión que leí cuando tenía 11 años terminaba con la sienita convirtiéndose en espuma de mar. Pero me gustó mucho más ahora que leí el final completo. Muy espiritual.
ResponderEliminarQue bueno, me alegro mucho mine Walker :D
EliminarDesconozco porque lo suelen truncar cuando se convierte en espuma (yo también he visto versiones con ese final). Me atrevo a decir que es una censura religiosa pero no lo sé. Esta versión es traducción directa del original. Y tengo la misma tanto en un libro recopilatorio de literatura juvenil como en un recopilatorio de literatura universal. Es el final que va... :P
No conocía la historia completa. Muy interesante. Seguiré investigando el mundo de las sirenas y estos seres del aire. Gracias por compartirlo. Saludos
ResponderEliminarDe nada, que lindo que lo hayas encontrado
Eliminar