Lo primero que me llamó la atención de este cuento es la ausencia de puntuación. La puntuación la dan los espacios y no me dí cuenta de que faltaba hasta ya avanzada la lectura.
No es la primera vez que publico algo de J. J. Saer, pueden buscar en el blog con las etiquetas más de sus cuentos. Este lo tomé de la antología "El cuento argentino" (1979). "El viajero" pertenece a "La mayor" publicado en 1976.
Viajar, viajar en círculos, viajar sin rumbo, viajar sin pensar, viajar a ciegas. Viajar, para mí, metáfora de la vida en este caso. ¿Se deja siempre huella o simplemente se está de paso? Aunque leí por ahí que en realidad representa la división entre hombre y naturaleza.
El viajero del tiempo. Lauralen.com |
El viajero
Rompió el reloj el vidrio que protegía el gran
cuadrante en el que los números romanos terminaban en unas filigranas prolijas delicadas lo diseminó
sobre el montón de ceniza húmeda que dos noches atrás había sido la hoguera
temblorosa que él mismo había encendido
Estuvo acuclillado un momento entregado al trabajo pueril
de espolvorear de vidrio la masa grisácea y pegoteada de la ceniza después se paró y miró a su alrededor
La llovizna seguía impalpable lenta adensándose pareciéndose más y más a la niebla a medida
que se alejaba hacia el gran horizonte circular
Su cara permaneció más dura y más tranquila que si la hubiese alzado para mirar la hora en el Big Ben
Estaba tan acostumbrado a esa llanura que parecía retroceder a medida
que él avanzaba que sentía por momentos la ilusión de no progresar se
había familiarizado tanto con ella y al mismo tiempo se concebía a sí mismo
como un hombre tan resignado y gentil que el hecho de vagabundear por ella desde
hacía cinco días su
caballo había tropezado en un agujero se había quebrado la pata delantera el hecho de dar vueltas en redondo sin poder
encontrar un punto de referencia
un rancho un árbol ni la posibilidad de guiarse por las
estrellas porque apenas si había dejado de lloviznar unas horas en cinco días y
en todo caso en ningún momento el cielo se había despejado
el hecho de estar perdido en la llanura sin
nada con qué alimentarse sin hablar otra cosa que inglés sin haber visto nada
viviente como no hubiesen sido unos pájaros negros rígidos altos en el cielo
que emigraban no parecían
producir en él ningún sentimiento
la comprobación serena la
desesperación fría la
perplejidad
Un momento antes de romper el reloj la perplejidad creció un poco
descubrir que después de caminar dos días parándose únicamente de tanto en
tanto para jadear más cómodo se llegaba otra vez al punto en que la
tregua de la llovizna había permitido encender una hoguera débil con la
esperanza de que alguien divisase su resplandor la perplejidad creció un poco instalándose en su cara
bajo la forma de una semisonrisa
Nadie había divisado nada ni
la hoguera que había encendido ni las otras hogueras la cara rojiza las ojeras azuladas los cabellos color zanahoria
rodeando la gran frente y la coronilla calva el agua implacable las hace relucir
Está otra vez en el punto de la hoguera sacó el reloj de su bolsillo lo rompió
diseminó los pedacitos de vidrio sobre la ceniza acuclillado
Se paró y miró el horizonte el
pajonal no sabía que se llamaba así se extendía hasta el horizonte gris
parejo monótono
Le llegaba a la altura de las caderas
A veces entre las matas había claros estrechos estrictos un hombre podía tenderse y desaparecer había
que estar ahí para saber que existían
Cuando avanzaba las hojas filosas se abrían chasqueando
se cerraban por detrás se paraba se daba vuelta ni rastro de su paso estaba dado vuelta no notaba ninguna diferencia ninguna
su lengua su recuerdo decían me he dado vuelta me
he dado vuelta no estuve todo el tiempo mirando en esta dirección
No se percibe la más mínima diferencia
Es exactamente igual la lluvia más transparente o más densa ya
está más lejos o más cerca del horizonte el cielo gris bajo el pajonal no sabía que se llamaba
así hasta el horizonte gris parejo
monótono
Razonable y gentil acepto me he dado vuelta estoy en otra dirección
ahora giro otra vez estoy de nuevo en la antigua yo creo persevero Jeremy
Blackwood en nombre de la Compañía establece los puntos cardinales encontrará el saladero
Miró el montón de ceniza el
reloj roto diseminado siguió caminando
Anduvo un tiempo incalculable negrura más pareja todavía que el pajonal
más densa que la llovizna chasquido de las hojas flexibles se hundía hasta las caderas sonaba y resonaba en la mente en
el recuerdo durante
horas incluso y más si
se paraba un momento no dejó
grieta el silencio no se
pudo colar
Un chasquido seco terminando en una especie de deslizamiento al volver hacia atrás las hojas desplegaban ese sonido y lo hacían cimbreante y resonante
Amaneció
Todo sigue ahí idéntico férreo implacable la llovizna el cielo el horizonte el
pajonal
Sé que avancé la Compañía
desde Londres sabe que caminé que avancé veo en el alba un punto idéntico a los otros un punto idéntico no
el mismo estoy seguro es mi propia palabra contra los pajonales el
cielo el horizonte la llovizna
Jadea
Está todo mojado el
sacón de cuero retorcido
pegoteado al cuerpo el
agua chorrea por la cara los cabellos rojos color
zanahoria oscurecidos
llameantes
Caminó todo el día voy
a parar cuando el agua pare
parándose únicamente para jadear
llegó la noche y la llovizna
Paró
Se dejó caer hacia adelante sobre
los pajonales que se abrieron y se cerraron como un látigo
Quedó dormido inmóvil
Al alba únicamente el sueño se desplegó un
abanico fosforescente vio Londres flotando iluminada como una
catedral transparente Londres ladrillos rojos el ruido de los coches de los caballos
resonando sobre el empedrado gritos
de comadres de ventana a ventana mercados
pirámides truncas de tomates pescados blandos blancos abiertos
como en los mostradores de las pescaderías reses rojas mujeres cangrejos todavía vivos arrastrándose impúdicas descuartizadas prostitutas mostrando sus senos
manchados de pecas chicos
corriendo entre los vendedores ambulantes la música de las tabernas y de los mendigos
ciegos elevándose por encima de la muchedumbre
Se despertó inmóvil la cara aplastada contra los pajonales se
movió un poco los oídos todavía cerrados la sonrisa deshecha por la posición y por
el estremecimiento
Llegaré al saladero porque la Compañía me eligió digno honrado predestinado
Jeremy Blackwood pelirrojo y gentil con la razón y la memoria de su
parte para vencer la tentación de lo idéntico de lo inmóvil
Bendita sea Londres
Bendita sea la muchedumbre que camina por sus veredas benévolas
Bendita sea la luz que sale por las ventanas de sus casas
Benditos sean el ruido y el color de las ciudades
Jeremy se sentó despacio se quedó un momento con los ojos
abiertos orgullosos
Baja la cabeza y ve otra vez el
montón de ceniza negruzco los
fragmentos de vidrio diseminados el reloj roto abierto el gran cuadrante circular en que los
números romanos terminan en unas filigranas prolijas delicadas
Gloria
A los viajeros ingleses y sobre todo
Gloria
A Jeremías Blackwood que no dejó ni rastro de su viaje
Relato extraordinario, impersonal y no tanto, único por sus características y la producción de este santafesino genial.
ResponderEliminar