Ilustración de Gustave Doré |
Consejo celebrado por las ratas
Rodilardo (así un gato se llamaba)
Tal estrago en las ratas producía,
Que apenas una que otra se encontraba,
Pues casi a todas enterrado había.
Las pocas que a sus garras escaparon,
Abandonar no osado su agujero,
Nunca la cuarta parte contentaron
De su apetito fiero.
Así Don Rodilardo era tenido
Entre toda esa gente miserable,
No por un gato fino y apreciable,
Sino por un demonio mal nacido.
Cierta ocasión se marcha enamorado
A buscar a su esposa en un tejado;
Mientras con ella a platicar se congrega,
Y en rincón apartado
Capítulo celebra muy urgente
Sobre la gran necesidad presente.
Desde luego el Decano,
Persona muy juiciosa y muy prudente
En discurso conciso
Opina que cuanto antes es preciso
Poner al enemigo veterano
Un cascabel al cuello;
Y así cuando avanzara en son de guerra,
Apercibidas de ello
Al punto correrían
Un abrigo a buscar bajo la tierra;
Nunca mejor remedio encontrarían;
La opinión del Decano fue aprobada,
Que a todos pareció muy saludable;
Lo difícil del caso... ¡No era nada!
¿Quién al cuello del gato formidable
El salvador cencerro colgaría?
Dijo una con franqueza que no iría
Porque no era tonta;
Otra manifestó que estaba pronta,
Pero que hacer tal cosa no sabría;
Y la sesión al fin fue levantada
Sin haber hecho nada.
Capítulos he visto numerosos
Que para nada congregados fueron,
Y no ratas, sesudos religiosos
Y canónigos graves los tuvieron
Para deliberar sobre un asunto
El capítulo abunda en consiliarios;
Si acaso para obrar son necesarios,
Se excusan todos sin remedio al punto.
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