Hoy vamos con otra fábula de La Fontaine. En esta ocasión, un cuervo pretende llevarse un cordero... ¿Te ha pasado alguna vez de actuar sin pensar o sin medir una situación?¿Cuáles fueron las consecuencias? A continuación, La Fontaine nos cuenta que le pasó a este pobre cuervo por no planificar bien cómo hacer para llevarse el cordero.
De esta misma fábula existen versiones de Esopo y Samaniego pero en sí el mensaje se mantiene. Si no sos águila, si no tenés sus garras, no podrás llevarte el cordero.
El Cuervo queriendo imitar al Águila
De Júpiter el ave, de un cordero
Apoderóse un día;
El Cuervo la veía,
Y no tan fuerte, sí tan carnicero,
Imitarla quería.
Adonde está el rebaño se dirige,
Atento vuela en torno y cuidadoso.
Y en cien corderos con pericia elige
El más gordo, más grande y más hermoso,
Verdadero animal de sacrificio
De los dioses al ara reservado;
Con ojo muy propicio
Le contemplaba el Cuervo entusiasmado,
Y así con voz meliflua le decía:
- No sé quién te nutrió, pero a fe mía,
Tu cuerpo está en maravilloso estado
Y tú servirás de desayuno.
A estas palabras, sin temor alguno
a la bestia se arroja,
Pero pesaba más que cualquier queso,
Su vellón era ríspido y espeso,
De Polifemo cual la barba roja.
Del Cuervo allí las garras se prendieron
Llegó a poco el pastor y le echó mano;
Le puso en una jaula, y del villano
Los chicuelos con él se divirtieron.
Medir sus propias fuerzas es preciso;
Es neta y natural consecuencia;
El ladroncillo que ladrón ser quiso
En el pecado halló la penitencia.
Es el ejemplo cebo aventurado,
No todos los tiranos son señores;
Donde pasa la avispa sin temores,
El mosquito se queda aprisionado.
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