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domingo, 11 de mayo de 2014

Algunas Rimas de Bécquer (Rimas III-V-XXV-XXVI-LVII y XCIV)

Es tiempo de cumplir lo prometido. Me he demorado por diversas cuestiones pero hoy iniciaré con lo charlado: El mes de la poesía.
Comenzaré con Bécquer. Hay quienes opinan que es "pedorro" (como decimos por aquí a lo ordinario, de poco valor o poca calidad), sin embargo, Bécquer, además de representar una época, continúa vigente. 
Gustavo Adolfo Bécquer nació en Sevilla, España, en 1836 y fue uno de los representantes claves del romanticismo (o casi post-romanticismo) español. Recuerdo haber leído alguna vez que muchos de sus amores fueron meramente platónicos y que esas rimas estaban dedicadas a mujeres que amó de lejos.
Leí "Rimas y leyendas" cuando tenía unos 14 años... 


 Rima XVII
Hoy la tierra y los cielos me sonríen;
hoy llega al fondo de mi alma el sol;
hoy la he visto.., la he visto y me ha mirado...
¡Hoy creo en Dios!

¡Hoy lo he visto y me ha mirado! :D ahhh la ilusión adolescente... jajaja. A esa edad me pareció encontrar un autor que me entendía ¡¡¡tanto!!! Estimo que es justamente por el tipo de emociones que despierta en los ilusionados que no se lo olvida y sus rimas se reproducen, aún hoy, tanto en los muros de redes sociales como en los muros callejeros reales.
Pero "Rimas y leyendas" no es su única obra aunque seguramente es la más conocida. En vida fue reconocido por su prosa y sus ilustraciones, no por su poesía; la fama de sus rimas es póstuma y "Rimas y leyendas" es una recopilación posterior a su muerte. 
La salud de Bécquer fue precaria y su muerte, prematura. Falleció en 1970 con apenas 34 años. Imagino, sin embargo, que para un romántico morir joven y enfermo era un ideal, ¿quién sabe?
Bien, he hecho una pequeña selección de aquellas rimas. Mi selección no las hace ni mejores ni más famosas, ni más bellas ni más merecedoras de aplausos que el resto y eso es algo a tener en cuenta. Simplemente elegí algunas entre las que me gustan y que siento no están tan difundidas como otras. Lo mío es un intento de demostrar que Bécquer es más que rimas "cursis"
:D







Rima III

Sacudimiento extraño
que agita las ideas,
como huracán que empuja
las olas en tropel;
murmullo que en el alma
se eleva y va creciendo
como volcán que sordo
anuncia que va a arder;
deformes siluetas
de seres imposibles;
paisajes que aparecen
como un través de un tul;
colores que fundiéndose
remedan en el aire
los átomos del Iris
que nadan en la luz
ideas sin palabras
palabras sin sentido;
cadencias que no tienen
ni ritmo ni compás;
memorias y deseos
de cosas que no existen;
accesos de alegría
impulsos de llorar;
actividad nerviosa
que no halla en qué emplearse;
sin rienda que lo guíe
caballo volador;
locura que el espíritu
exalta y enardece
embriaguez divina
del genio creador...
¡Tal es la inspiración!
gigante voz que el caos
ordena en el cerebro,
y entre las sombras hace
la luz aparecer;
brillante rienda de oro
que poderosa enfrena
de la exaltada mente
el volador corcel;
hilo de luz que en haces
lo pensamientos ata;
sol que las nubes rompe
y toca en el cénit;
inteligente mano
que en un collar de perlas
consigue las indóciles
palabras reunir;
armonioso ritmo
que con cadencia y número
las fugitivas notas
encierra en el compás;
cincel que el bloque muerde
la estatua moldeando
y la belleza plástica
añade a la ideal;
atmósfera en que giran
con orden las ideas,
cual átomos que agrupa
recóndita atracción;
raudal en cuyas ondas
su sed la fiebre apaga;
oasis que al espíritu
devuelve con vigor...
¡Tal es nuestra razón!
Con ambas siempre en lucha
y de ambas vencedor,
tan sólo el genio puede
a un yugo atar las dos.


Rima V 
Espíritu sin nombre,
indefinible esencia,
yo vivo con la vida
sin formas de la idea.
Yo nado en el vacío
del sol tiemblo en la hoguera
palpito entre las sombras
y floto con las nieblas.
Yo soy el fleco de oro
de la lejana estrella,
yo soy de la alta luna
la luz tibia y serena.
Yo soy la ardiente nube
que en el ocaso ondea;
yo soy del astro errante
la luminosa estela.
Yo soy nieve en las cumbres,
soy fuego en las arenas,
azul onda en los mares
y espuma en las riberas.
En el laúd soy nota,
perfume en la violeta,
fugas llama en las tumbas
y en las ruinas hiedra.
Yo atrueno en el torrente,
y silbo en la centella
y ciego en el relámpago
y rujo en la tormenta.
Yo río en los alcores
susurro en la alta yerba,
suspiro en la onda pura
y lloro en la hoja seca.
Yo ondulo con los átomos
del humo que se eleva
y al cielo lento sube
en espiral inmensa.
Yo, en los dorados hilos
que los insectos cuelgan
me mezclo entre los árboles
en la ardorosa siesta.
Yo corro tras las ninfas
que en la corriente fresca
del cristalino arroyo
desnudas juguetean.
Yo, en bosque de corales,
que alfombran blancas perlas,
persigo en el océano
las náyades ligeras.
Yo, en las cavernas cóncavas,
do el sol nunca penetra,
mezclándome a los gromos
contemplo sus riquezas.
Yo busco de los siglos
las ya borradas huellas,
y sé de esos imperios
de que ni el nombre queda.
Yo sigo en raudo vértigo
los mundos que voltean,
y mi pupila abarca
la creación entera.
Yo sé de esas regiones
a do rumor no llega,
y donde informes astros
de vida un soplo esperan.
Yo soy sobre el abismo
el puente que atraviesa;
yo soy la ignota escala
que el cielo une a la tierra.
Yo soy el invisible
anillo que sujeta
el mundo de la forma
al mundo de la idea.
Yo soy, en fin, ese espíritu,
desconocida esencia,
perfume misterioso
de que es vaso el poeta.



Rima XXV

Cuando en la noche te envuelven
las alas de tul del sueño
y tus tendidas pestañas
semejan arcos de ébano,
por escuchar los latidos
de tu corazón inquieto
y reclinar tu dormida
cabeza sobre mi pecho,
diera, alma mía,
cuanto poseo,
la luz, el aire
y el pensamiento!
cuanto se clavan tus ojos
en un invisible objeto
y tus labios ilumina
de una sonrisa el reflejo,
por leer sobre tu frente
el callado pensamiento
que pasa como la nube
del mar sobre el ancho espejo,
diera, alma mía,
cuanto deseo,
la fama, el oro,
la gloria, el genio!
Cuanto enmudece tu lengua
y se apresura tu aliento
y tus mejillas se encienden
y entornas tus ojos negros,
por ver entre sus pestañas
brillar con húmedo fuego
la ardiente chispa que brota
del volcán de los deseos,
diera, alma mía,
por cuanto espero,
la fe, el espíritu,
la tierra, el cielo.



Rima XXVI
Voy contra mi interés al confesarlo;
no obstante, amada mía,
pienso cual tú que una oda solo es buena
de un billete del banco al dorso escrita.
No faltará algún necio que al oírlo
se haga cruces y diga:
Mujer al fin del siglo diez y nueve
material y prosaica... ¡Boberías!
¡Voces que hacen correr cuatro poetas
que en invierno se embozan con la lira!
¡Ladridos de los perros a la luna!
Tú sabes y yo se que en esta vida,
con genio es muy contado el que la escribe,
y con oro cualquiera hace poesía.

Rima LVII

Este armazón de huesos y pellejo
de pasear una cabeza loca
cansado se halla al fin, y no lo extraño;
pues, aunque es la verdad que no soy viejo,
de la parte de vida que me toca
en la vida del mundo, por mi daño
he hecho un uso tal, que juraría
que he condensado un siglo en cada día.
Así, aunque ahora muriera,
no podría decir que no he vivido;
que el sayo, al parecer nuevo por fuera,
conozco que por dentro ha envejecido.
Ha envejecido, sí, ¡pese a mi estrella!,
harto lo dice ya mi afán doliente;
que hay dolor que al pasar su horrible huella
graba en el corazón, si no en la frente.


Rima XCIV

Patriarcas que fuisteis la semilla
del árbol de la fe en siglos remotos,
al vencedor divino de la muerte
rogadle por nosotros.
Profetas que rasgasteis inspirados
del porvenir el velo misterioso,
al que sacó la luz de las tinieblas
rogadle por nosotros.
Almas cándidas, Santos Inocentes,
que aumentáis de los ángeles el coro,
al que llamó a los niños de su lado
rogadle por nosotros.
Apóstoles que echasteis en el mundo
de la Iglesia el cimiento poderoso,
al que es de la verdad depositario
rogadle por nosotros.
Mártires que ganasteis vuestra palma
en la arena del circo, en sangre rojo,
al que os dio fortaleza en los combates
rogadle por nosotros.
Vírgenes semejantes a azucenas
que el verano vistió de nieve y oro
al que es fuente de vida y hermosura
rogadle por nosotros.
Monjes que de la vida en el combate
pedisteis paz al claustro silencioso,
al que es iris de calma en las tormentas
rogadle por nosotros.
Doctores cuyas plumas nos legaron
de virtud y saber rico tesoro,
al que es raudal de ciencia inextinguible
rogadle por nosotros.
Soldados del Ejército de Cristo,
Santas y Santos todos,
rogadle que perdone nuestras culpas
a Aquél que vive y reina entre vosotros.

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