Si había un cuento que me gustaba leer y releer cuando era chica era "El gato con botas" de Charles Perrault. ¡Cómo no adorar su picardía! Sin dudas este gato ve la oportunidad hasta en las peores situaciones y de todo sabe sacar provecho, aunque, es cierto, lo hace mediante el engaño y la mentira... pero igual ¿cómo no quererlo?
"El gato con botas" es un cuento popular europeo que Charles Perrault recopiló e incluyó en "Cuentos de mamá ganso" (o "Cuentos de mamá oca" según la traducción). Una versión anterior pertenece a Giambattista Basile en su libro "Lo cunto de li cunti overo lo trattenemiento de peccerille" (1634-1636) algo así como "El cuento de los cuentos o el entretenimiento de los pequeños"
Si nos ponemos en moralistas - más sabiendo que los cuentos de Charles Perrault vienen con moraleja - podríamos cuestionar su valor, sin embargo, yo soy de las que creen que ningún cuento tiene tal nivel de influencia. Me refiero a que ningún niño crecerá creyendo que mentir y engañar es el camino para obtener lo que quiera por leer este cuento. Después de todo, yo crecí leyéndolo y no salí tan mal :P Creo que debemos dejar de rasgarnos las vestiduras con los cuentos de hadas y aceptarlos como lo que son: simples relatos. Los niños reconocen esa diferencia, ¿por qué los adultos no?
La edición que tenía cuando era chica perteneció a mi mamá cuando ella era pequeña. Me hubiera gustado compartir con ustedes esas ilustraciones, de hecho, tenía esa idea cuando comencé a escribir este post ¡las tengo tan presentes! pero, lamentablemente, no sé donde guardé el libro. Créanme que lo tuve en mis manos hace un par de meses ¡pero no sé donde lo puse! Si aparece en estos días, actualizo. De momento les dejo la ilustración de Gustave Doré.
El gato con botas
Un molinero dejó como
única herencia a sus tres hijos, su molino, su burro y su gato. El reparto fue
bien simple: no se necesitó llamar ni al abogado ni al notario. Habrían
consumido todo el pobre patrimonio.
El mayor recibió el
molino, el segundo se quedó con el burro, y al menor le tocó sólo el gato. Este
se lamentaba de su mísera herencia:
—Mis hermanos - decía -
podrán ganarse la vida convenientemente trabajando juntos; lo que es yo,
después de comerme a mi gato y de hacerme un manguito con su piel, me moriré de
hambre.
El gato, que
escuchaba estas palabras, pero se hacía el desentendido, le dijo en tono serio
y pausado:
—No debéis afligiros,
mi señor, no tenéis más que proporcionarme una bolsa y un par de botas para
andar por entre los matorrales, y veréis que vuestra herencia no es tan pobre
como pensáis.
Aunque el amo del
gato no abrigara sobre esto grandes ilusiones, le había visto dar tantas
muestras de agilidad para cazar ratas y ratones, como colgarse de los pies o
esconderse en la harina para hacerse el muerto, que no desesperó de verse
socorrido por él en su miseria.
Cuando el gato tuvo
lo que había pedido, se colocó las botas y echándose la bolsa al cuello, sujetó
los cordones de ésta con las dos patas delanteras, y se dirigió a un campo
donde había muchos conejos. Puso afrecho y hierbas en su saco y tendiéndose en
el suelo como si estuviese muerto, aguardó a que algún conejillo, poco
conocedor aún de las astucias de este mundo, viniera a meter su hocico en la
bolsa para comer lo que había dentro. No bien se hubo recostado, cuando se vio
satisfecho. Un atolondrado conejillo se metió en el saco y el maestro gato,
tirando los cordones, lo encerró y lo mató sin misericordia.
Muy ufano con su presa,
fuese donde el rey y pidió hablar con él. Lo hicieron subir a los aposentos de
Su Majestad donde, al entrar, hizo una gran reverencia ante el rey, y le dijo:
—He aquí, Majestad,
un conejo de campo que el señor marqués de Carabás (era el nombre que inventó
para su amo) me ha encargado obsequiaros de su parte.
—Dile a tu amo-
respondió el rey - que le doy las gracias y que me agrada mucho.
En otra ocasión, se
ocultó en un trigal, dejando siempre su saco abierto; y cuando en él entraron
dos perdices, tiró los cordones y las cazó a ambas. Fue en seguida a
ofrendarlas al rey, tal como había hecho con el conejo de campo. El rey recibió
también con agrado las dos perdices, y ordenó que le diesen de beber.
El gato continuó así
durante dos o tres meses llevándole de vez en cuando al rey productos de caza
de su amo. Un día supo que el rey iría a pasear a orillas del río con su hija,
la más hermosa princesa del mundo, y le dijo a su amo:
—Sí queréis seguir mi
consejo, vuestra fortuna está hecha: no tenéis más que bañaros en el río, en el
sitio que os mostraré, y en seguida yo haré lo demás.
El marqués de Carabás
hizo lo que su gato le aconsejó, sin saber de qué serviría. Mientras se estaba
bañando, el rey pasó por ahí, y el gato se puso a gritar con todas sus fuerzas:
—¡Socorro, socorro!
¡El señor marqués de Carabás se está ahogando!
Al oír el grito, el
rey asomó la cabeza por la portezuela y reconociendo al gato que tantas veces
le había llevado caza, ordenó a sus guardias que acudieran rápidamente a
socorrer al marqués de Carabás. En tanto que sacaban del río al pobre marqués,
el gato se acercó a la carroza y le dijo al rey que mientras su amo se estaba
bañando, unos ladrones se habían llevado sus ropas pese a haber gritado ¡al
ladrón! con todas sus fuerzas; el pícaro del gato las había escondido debajo de
una enorme piedra.
El rey ordenó de
inmediato a los encargados de su guardarropa que fuesen en busca de sus más
bellas vestiduras para el señor marqués de Carabás. El rey le hizo mil
atenciones, y como el hermoso traje que le acababan de dar realzaba su figura,
ya que era apuesto y bien formado, la hija del rey lo encontró muy de su
agrado; bastó que el marqués de Carabás le dirigiera dos o tres miradas
sumamente respetuosas y algo tiernas, y ella quedó locamente enamorada.
El rey quiso que
subiera a su carroza y lo acompañara en el paseo. El gato, encantado al ver que
su proyecto empezaba a resultar, se adelantó, y habiendo encontrado a unos
campesinos que segaban un prado, les dijo:
—Buenos segadores, si
no decís al rey que el prado que estáis segando es del marqués de Carabás, os
haré picadillo como carne de budín.
Por cierto que el rey
preguntó a los segadores de quién era ese prado que estaban segando.
—Es del señor marqués
de Carabás- dijeron a una sola voz, puesto que la amenaza del gato los había
asustado.
—Tenéis aquí una
hermosa heredad- dijo el rey al marqués de Carabás.
—Veréis, Majestad, es
una tierra que no deja de producir con abundancia cada año.
El maestro gato, que
iba siempre delante, encontró a unos campesinos que cosechaban y les dijo:
—Buena gente que
estáis cosechando, si no decís que todos estos campos pertenecen al marqués de
Carabás, os haré picadillo como carné de budín.
El rey, que pasó
momentos después, quiso saber a quién pertenecían los campos que veía.
—Son del señor
marqués de Carabás- contestaron los campesinos, y el rey nuevamente se alegró
con el marqués.
El gato, que iba
delante de la carroza, decía siempre lo mismo a todos cuantos encontraba; y el
rey estaba muy asombrado con las riquezas del señor marqués de Carabás.
El maestro gato llegó
finalmente ante un hermoso castillo cuyo dueño era un ogro, el más rico que
jamás se hubiera visto, pues todas las tierras por donde habían pasado eran
dependientes de este castillo.
El gato, que tuvo la
precaución de informarse acerca de quién era éste ogro y de lo que sabia hacer,
pidió hablar con él, diciendo que no había querido pasar tan cerca de su
castillo sin tener el honor de hacerle la reverencia. El ogro lo recibió en la
forma más cortés que puede hacerlo un ogro y lo invitó a descansar.
—Me han asegurado-
dijo el gato- que vos tenias el don de convertiros en cualquier clase de
animal, que podíais, por ejemplo, transformaros en león, en elefante.
—Es cierto - respondió
el ogro con brusquedad -, y para demostrarlo, veréis cómo me convierto en león.
El gato se asustó
tanto al ver a un león delante de él que en un santiamén se trepó a las
canaletas, no sin pena ni riesgo a causa de las botas que nada servían para
andar por las tejas.
Algún rato después,
viendo que el ogro había recuperado su forma primitiva, el gato bajó y confesó
que había tenido mucho miedo.
—Además me han
asegurado- dijo el gato- pero no puedo creerlo, que vos también tenéis el poder
de adquirir la forma del más pequeño animalillo; por ejemplo, que podéis
convertiros en un ratón, en una rata; os confieso que eso me parece imposible.
—¿Imposible?- repuso
el ogro- ya veréis - y al mismo tiempo se transformó en una rata que se puso a
correr por el piso.
Apenas la vio, el
gato se echó encima de ella y se la comió.
Entretanto, el rey
que al pasar vio el hermoso castillo del ogro, quiso entrar. El gato, al oír el
ruido del carruaje que atravesaba el puente levadizo, corrió adelante y le dijo
al rey:
—Vuestra Majestad sea
bienvenida al castillo del señor marqués de Carabás.
—¡Cómo, señor
marqués -exclamó el rey - este castillo también os pertenece! Nada hay más bello
que este patio y todos estos edificios que lo rodean; veamos el interior, por
favor.
El marqués ofreció la
mano a la joven princesa y, siguiendo al rey que iba primero, entraron a una
gran sala donde encontraron una magnífica colación que el ogro había mandado
preparar para sus amigos que vendrían a verlo ese mismo día, los cuales no se
habían atrevido a entrar, sabiendo que el rey estaba allí.
El rey, encantado con
las buenas cualidades del señor marqués de Carabás, al igual que su hija, que
ya estaba loca de amor, viendo los valiosos bienes que poseía, le dijo, después
de haber bebido cinco o seis copas:
—Sólo dependerá de
vos, señor marqués, que seáis mi yerno.
El marqués, haciendo
grandes reverencias, aceptó el honor que le hacia el rey; y ese mismo día se
casó con la princesa. El gato se convirtió en gran señor, y ya no corrió tras
las ratas sino para divertirse.
MORALEJA
En principio
parece ventajoso
contar con un
legado sustancioso
recibido en
heredad por sucesión;
más los
jóvenes, en definitiva
obtienen del
talento y la inventiva
más provecho
que de la posición.
OTRA MORALEJA
Si puede el
hijo de un molinero
en una princesa
suscitar sentimientos
tan vecinos a
la adoración,
es porque el
vestir con esmero,
ser joven,
atrayente y atento
no son ajenos a
la seducción.
Este cuento es entrañable para mi, yo también adoro al gato que aunque sea mentiroso es adorable, y coincido contigo en que los cuentos de hadas hay que tomarlos como lo que son, CUENTOS :D espero que encuentres tu libro y GRACIAS por traerme mi niñez de regreso xoxo, Abril
ResponderEliminarAyy ojalá!!! Seguro está en la casa de mis padres!!! Tengo que meter la nariz entre los estantes de su biblioteca jajajaa
EliminarHay un objeto magico en el cuento,cual?
ResponderEliminarEl amo se enter de que el gati engaño al rey porque?
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