Blog de Literatura - Fomentando la Lectura

sábado, 31 de agosto de 2013

Los brujos caníbales

Hace tiempo que tengo ganas de subir más leyendas patagónicas. Decidí hacer una seguidilla de publicaciones al respecto a partir de hoy y durante septiembre. 
La primera es "Los brujos caníbales", una leyenda mapuche extraída del libro "Lo que cuentan los mapuches", recopilada y redactada por Miguel Angel Palermo.
Miguel Ángel Palermo es un escritor argentino. Nació en Buenos Aires en 1948. Es Licenciado en Ciencias Antropológicas por la Universidad Nacional de Buenos Aires y fue docente en la Universidad de Buenos Aires e investigador del CONICET). Escribió numerosos trabajos sobre la vida de las comunidades aborígenes, y la conquista de América. Entre ellos, el libro que les comentaba y de dónde tomé esta leyenda adaptada a cuento infantil. 
El libro fue editado por Secretaría de Cultura de la Nación, Ediciones Culturales Argentinas en 1986 e ilustrado por Delia Contarbio.




Los Brujos Caníbales

Había una vez una familia muy pobre: el padre y la madre - los dos muy viejitos - y tres hijos varones.

Un día, el mayor de los hermanos dijo:

- Así no podemos seguir. Tenemos muy poco ganado, tenemos muy poca tierra. Voy a salir de viaje para ver si encuentro algún trabajo. Dentro de un tiempo vuelvo y les cuento como me ha ido.

Ensilló su caballo y se fue. Al trote, al trote, viajó varios días hasta que llegó a una zona que no conocía; nunca había viajado tan lejos. Vio una casa y se acercó, no vio a nadie, pero en eso oyó una voz que venía de arriba de un árbol que estaba junto a esa casa:

- ¡Ay, ay, ay, ay! - decía en tono quejoso.

Miró para arriba y vio a un hombre muy viejo, subido en una rama. "¡Qué cosa más rara!", pensó. "Un señor tan mayor, trepado a un árbol". Como era muy educado, lo saludó: 

-¡Mari-mari, chao! - que así se saluda en mapuche, y quiere decir más o menos "¡Buenos días, señor!"
- ¿Adónde vas, hijo? - le preguntó el hombre.
- Soy muy pobre y vengo de lejos, busco trabajo para poder ayudar a mi familia - contestó.
- Bajate un rato del caballo y tomá algo caliente, que hace frío - le dijo el otro, y él mismo empezó a bajarse del árbol.

El muchacho desmontó. Entonces apareció la mujer de ese viejo tan raro, que parecía también muy vieja.

- Por acá, por acá - le dijeron -. Pasá, nomás - y le abrieron la puerta de la casa, que era de madera muy fuerte.

Adentro estaba todo oscuro; cuando el invitado empezó a entrar, medio indeciso, le pegaron un empujón, lo metieron de cabeza en la casa, cerraron la puerta con una tranca, se restregaron las manos y se pusieron a bailar, muy contentos. Agarraron el caballo y lo encerraron en un corral.

¿Qué pasaba? Es que estos dos, que parecían nomás unos viejitos medio raros, eran en realidad un par de brujos que había decidido, después de muchas otras maldades, hacerse caníbales. Así que apenas aparecía alguien por su casa, el hombre, que espiaba desde el árbol, le avisaba a la bruja diciendo "Ay, ay, ay", haciéndose el quejosito; ella se preparaba, engañaban al que había llegado, lo encerraban y lo iban engordando para comérselo cuando estuviera bien a punto.

Pasó el tiempo y como el hermano mayor no volvía, el segundo hermano salió a buscarlo. Por el camino le iba preguntando a la gente que lo había visto pasar y así fue encaminando para aquella casa.

La historia se repitió: el hombre del árbol dijo "Ay, ay, ay", el muchacho saludó (y ahora preguntó por su hermano), lo invitaron a tomar algo y ¡de cabeza a la casa y encerrado! Y su caballo, al corral.

Como los dos hermanos no volvían, salió el menor a buscarlos; también iba a caballo pero a él lo acompañaba su perro, que se llamaba Fayuwentru (que en mapuche quiere decir "Hombre Bayo", porque era clarito, del mismo color que los caballos bayos). Preguntando, preguntando, llegó a la casa de los brujos.

- ¡Ay, ay, ay! - dijo el viejo en el árbol.
- ¡Buenos días, señor! - dijo el muchacho.
- ¿Adónde vas, hijo? - preguntó el hombre desde arriba.
- Ando buscando a mis hermanos. El mayor salió para conseguir trabajo y, como no volvía, mi otro hermano fue a ver si lo encontraba, pero tampoco él volvió, así que ahora salí yo a buscar a los dos.
- No los vi - mintió el hombre -. Nosotros somos unos viejitos solitos, nadie nos visita. Pero bajate del caballo y tomá algo caliente en la casa.

El brujo se bajó del árbol y el muchacho del caballo, pero en ese momento el perro empezó a gruñir y gruñir. El caballo se puso nervioso y relinchó, y desde el corral se oyeron otros relinchos que le contestaban y que al mapuche le parecieron familiares: ¡eran los caballos de sus hermanos! Entonces se dio cuenta de que algo malo pasaba y de que los hermanos seguramente estaban presos por allí. Así que le ordenó al perro:

- ¡A pelear, Fayuwentru!

Fayuwentru se tiró encima del hombre y empezó a morderlo, y aunque el brujo trató de defenderse y hacer magias para sacárselo de encima, el perro no le dio tiempo a nada y lo llenó de tarascones, lo revolcó por el piso y le rompió toda la ropa. El hombre tuvo miedo, tanto como nunca había tenido en su vida de brujo y salió corriendo, bastante estropeado, y corrió hasta que se perdió la vista.
Con el alboroto, apareció la bruja, y el muchacho volvió a ordenar:

- ¡A pelear, Fayuwentru! - y el perro también se le tiró encima y tampoco le dio tiempo a ésta para usar su magia mala para defenderse. Igual que su marido, la mujer tuvo mucho miedo, salió corriendo y corrió y corrió hasta perderse de vista.

Entonces el muchacho abrió la puerta de la casa y de adentro salieron sus dos hermanos y como cien personas más: estaban todos encerrados ahí, como gallinas en un gallinero oscuro, esperando que a los brujos se les ocurriera comérselos cuando los vieran bien gordos.

Así fue como todos se salvaron, gracias al menor de los hermanos y a su perro, Fayuwentru. Los brujos se asustaron tanto que nunca más volvieron; con el miedo, perdieron sus poderes y ya no pudieron hacer más el mal.

3 comentarios:

  1. ¡Wow! que buena leyenda! yo que soy de México casi no conozco leyendas de Argentina y me ha gustado mucho ... me ha dado algo de susto! menos mal que es de día jejeje y así como en la leyenda también tengo mi perrito guardián ;) no me canso de decirte que haces un gran trabajo ... de admirarse!!!! un abrazo xoxo Abril

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  2. Me encantan las leyendas de miedo :3 ¿hay muchas leyendas mapuches? se de algunas pero no sé si hay muchas, me parece una gran idea que nos las quieras compartir este mes :D un saludo y un abrazo eliz

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  3. Hola chicas ¡gracias! Uff si leyendas hay muuuchas. Desde mitos hasta cosmovisión. No sólo mapuches sino tehuelches, onas, yamanas etc etc Varios son los pueblos originarios de la patagonia. Ya hacia el norte hay Qoms, guaranies, coyas, etc etc aunque de dicha zona no tengo libros que las recopilen debido a que por ser yo patagónica siempre me interesé más por mi lugar. Subiré algunas pero no todas jajja porque son demasiadas pero sirve para acercarse a otras culturas y como disparador de ansias de conocimiento :D
    Les agradezco nuevamente por estar presentes. Un abrazo a ambas. y si desean ver que otras leyendas se encuentran ya subidas al blog, miren a la derecha en etiquetas :D

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