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miércoles, 27 de enero de 2016

Las exequias de la Leona - La Fontaine

Enero ya está terminando por lo que la fábula de hoy será la última de esta seguidilla que propuse. Tengo elegida la próxima lectura pero se las revelaré más adelante ;)
La siguiente fábula me hizo pensar en lo laboral - y ni hablar en la política - porque si bien han cambiado mucho los tipos de liderazgo desde la época de las fábulas, no han dejado de existir ni aquellos jefes con liderazgo coercitivo ni los obsecuentes que le dicen lo que quieren oír. En lo personal lo último me es muy difícil, no suelo medir las consecuencias y digo lo que pienso y siento. Y así me ha ido con algún jefe... aunque por suerte salvo por aquella vez, no puedo quejarme de los jefes que he tenido porque siempre fueron grandes personas. 
Pero más allá de mi anécdota, convengamos que la fábula algo de razón tiene... 



Las exequias de la Leona

Del León murió la esposa,
Y de todos los ámbitos del mundo
Acudió muchedumbre numerosa
A consolar doliente y lacrimosa
al viudo rey en su dolor profundo.
¡Consuelos singulares
Que aumentan la aflicción y los pesares!
El afligido y tétrico monarca
pregonar hizo en toda la comarca
Que los honores fúnebres se harían
A tales horas y en lugares tales,
Y que allí sus prebostes se hallarían
para arreglar los regios funerales,
Y colocar los muchos invitados;
Ni uno solo faltó de los citados.
Se dejó el rey llevar de sus dolores
Y su antro resonó con sus clamores,
Pues que nunca tuvieron otro templo
Los leones soberanos;
Y en el acto, a su ejemplo,
Rugieron los señores cortesanos.
Es para mí la corte chico imperio
Donde todas las gentes
Con faz alegre o con semblante serio,
Prestas a todo, a todo indiferentes,
no sirven por sí mismas para nada
Son lo que al rey agrada,
Y si por un azar no pueden serlo,
Procuran por lo menos parecerlo.
Un pueblo camaleón, un pueblo mono,
Que a voluntad del amo cambia de tono;
Que mil cuerpos anima se diría
un espíritu solo, y a fe mía
Que en ninguna otra parte que en las cortes
Son las gentes no más simples resortes
pero para volver a nuestro asunto
El Ciervo no lloraba, y yo pregunto
¿Cómo llorar el infeliz podía
Si la difunta estrangulado había
Con saña desastrosa
Sus hijos y su esposa?
Al punto fue a decirlo un lisonjero
Sosteniendo que el Ciervo con su risa
Acompañaba el canto plañidero.
Según el sabio Salomón precisa,
La cólera del rey es muy terrible,
La ley del rey de las bestias sobre todo;
Que el Ciervo lo ignorase es muy posible,
Pues nunca tuvo para instruirse modo.
El monarca le dijo: - "miserable
Huésped de las florestas, ¿de esa guisa
A profanar te atreves con tu risa
Dolor tan respetable.
En vez de que tu acento se confunda
Con tanta voz doliente y gemebunda?
Nuestras sagradas uñas no pondremos
En tus miembros profanos,
venid al punto, lobos inhumanos,
A la reina venguemos,
Y perezca el traidor en vuestras manos
Inmolado a sus manes soberanos"
El Ciervo replicó: - "Señor augusto,
Pasó ya el tiempo del acerbo llanto;
El dolor ya no es justo,
Ni es conveniente atormentarse tanto.
En un lecho de flores
Vuestra digna mitad aparecida
Aquí cerca encontré. "No más dolores"
Me dijo cuando fue reconocida,
No gimas al mirar mis funerales,
Porque estoy con los dioses inmortales,
Y en los Campos Elíseos mil encantos
He gustado dichosa
En plática sabrosa
Con mis colegas los señores santos.
Deja que a su dolor mi regio esposo
Se entregue algunos días,
Pues mirarle tan fiel y tan lloroso,
Aquí acrecienta las delicias mías".
No bien hubo acabado,
Gritó a una voz la cortesana alegre: 
"¡Apoteosis! ¡Milagro sorprendente!"
Y en vez de ser el Ciervo castigado
Le dio el rey magnífico presente.

Divertid a los reyes con quimeras,
Aduladlos, historias agradables
Contadles y mentiras lisonjeras;
Y por más que con iras formidables,
Encono sumo y vengativo anhelo
Esteís amenazado de un castigo,
Tragarán el anzuelo,
Sereís al punto su mejor amigo.


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