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jueves, 14 de marzo de 2013

Cantos de Inocencia - William Blake

William Blake fue un poeta y pintor inglés. Nació en 1757 y falleció en 1827. Encontré por ahí (pego fragmento y enlace) que "fue para algunos un místico iluminado, un religioso atrapado en su propio mundo, y para otros un pobre loco que sobrevivía gracias a los pocos amigos". Pero, a pesar del poco reconocimiento que tuvo Blake en su época, es en la actualidad un referente destacado del Romanticismo. Suele pasar en el arte cuando el artista se adelanta a su tiempo...
Días atrás, leí algo suyo y pensé en conocer más para compartirlo con ustedes ya que algunos me han pedido más poesía. No recuerdo bien donde lo mencionaba pero, pensándolo un poco, tal vez, no estoy segura, fue en "Los niños del agua" de Kingsley, libro que estamos leyendo actualmente en el blog; y pienso en Kingsley porque en "Cantos de Inocencia" hay un poema llamado "El deshollinador" que cuenta la historia de un niño llamado Tom...
"Songs of Innocence" se publicó en 1789. El poema "Introducción" me pareció muy bonito y musical. De hecho, me lleva a la infancia imaginar un flautista tocando para un niño. Además, que el niño quiera una canción sobre un cordero me recuerda al principito cuando le pide al piloto que le dibuje uno... Es decir, me compró, y eso me decidió a subir el libro completo. Van entonces todos los cantos del pastor de "Songs of Innocence"
La traducción es de Jesus David Curbelo y Susana Haug Morales, publicada por la "Revista Eutomia Ano II – Nº 01"
En este otro post del blog "Songs of Innocence - William Blake"   encontrarán los poemas en idioma original (inglés) para el que guste la comparación ya que en toda traducción, por mejor que sea, se pierde algo.


Cantos de Inocencia

Introducción

Con mi flauta iba por valles,
Tocando alegres canciones,
Y vi a un niño en una nube,
Que me dijo, sonriente:

“¡Toca acerca de un Cordero!”
Yo toqué con alegría.
“Toca, toca tu canción”;
Yo toqué y él sollozaba.

“Deja tu jovial flautín,
Canta tus felices cantos”.
Así los canté otra vez
Y él lloraba de alborozo.

“Siéntate, escribe, flautista
En libro que todos lean”.
Se esfumó así ante mis ojos,
Y tomé un junco ahuecado,

Hice una rústica pluma,
Y teñí las claras aguas,
Y escribí mi canto alegre
De los chicos regocijo.

El pastor

¡Dulce es la dulce suerte del pastor!
De la mañana al ocaso anda errante;
Seguirá a su rebaño todo el día
Y cubrirá su lengua de alabanzas.

Oye el casto balar de los corderos
Y el tierno replicar de las ovejas;
Él los vigila mientras van tranquilos,
Porque saben cercano a su Pastor.

Prado sonoro

El sol se levanta
Y alegra los cielos;
Dobla el feliz címbano
Por la primavera.
El tordo y la alondra,
Las aves del bosque,
Más alto aquí trinan
Al son de los címbanos.
Se ven nuestros juegos
En prado sonoro.

El viejo John ríe,
Con su pelo blanco.
Bajo el roble está
Con la vieja gente.
Y viéndonos gozan,
Y al punto comentan:
“Así eran las dichas
Que igual se veían,
Cuando éramos niños,
En prado sonoro”.

Hasta que, cansados,
Están los pequeños;
El sol ya desciende,
Nuestro juego acaba:
Y en torno a sus madres,
Hermanas y hermanos,
Como el ave al nido
El descanso buscan.
Ya no hay diversión
En el prado oscuro.

El cordero

Corderillo, ¿quién te hizo?
¿Sabes acaso quién fue?
¿Quién te dio alimento y vida
Junto al arroyo y el prado,
Te dio un manto delicioso,
De suavísimo vellón,
Y te dio una voz tan tierna
Que a los valles regocija?
Corderillo, ¿quién te hizo?
¿Acaso sabes quién fue?

Corderillo, te diré,
Corderillo, te diré:
A él lo llaman por tu nombre,
Pues se nombra a sí Cordero.
Él es manso y es humilde;
Encarnó en niño menudo.
Yo un infante y tú un cordero,
Por su nombre nos llamamos.
Corderillo, ¡Dios te salve!
Corderillo, ¡Dios te salve!

El niño negro

Mi madre alumbróme en el yermo sur,
Y yo nací negro, mas oh, mi alma es blanca.
Blanco como un ángel es el niño inglés:
Pero yo soy negro, cual de luz privado.

Mi madre educóme debajo de un árbol,
Y sentados antes del calor del día,
Me puso en su falda, después me dio un beso,
E indicando al este, empezó a decir:

“Mira el sol naciente: allí Dios habita,
Y brinda su luz, su calor obsequia;
Y hombres, bestias, árboles y flores reciben
Solaz en el alba, ventura en la tarde.

Y nos da en la tierra un exiguo tiempo
para que aprendamos a sobrellevar del amor los rayos;
Y estos cuerpos negros, y este ardiente rostro,
Son sólo una nube, cual bosque sombrío.

Cuando nuestras almas el calor resistan,
La nube se irá, oiremos su voz:
“Salid de la fronda, mis hijos amados,
Y en torno a mi tienda gozad cual corderos”.

Así habló mi madre, después me besó,
Y así yo le digo al pequeño inglés:
Cuando ambos de negra y alba nube libres,
En torno a la tienda de Dios retocemos,

Del sol guardarelo hasta que al fin pueda
Feliz reclinarse sobre nuestro padre;
Después tocaré su pelo de plata,
Seré como él y ha de amarme entonces.

El Capullo

Alegre Gorrión,
Bajo hojas muy verdes
Un feliz capullo
Te ve ágil cual flecha
Buscar lecho exiguo
Cerca de mi pecho. 

Lindo Petirrojo,
Bajo hojas muy verdes
Un feliz capullo
Oye tus suspiros,
Lindo Petirrojo,
Cerca de mi pecho.

El deshollinador

Cuando era muy niño mi madre murió,
Me vendió mi padre cuando aún mi lengua
Apenas podía gemir: “¡limpia, limpia!”
Hoy vuestro hogar limpio, y en el hollín duermo.

He al chico Tom Dacre, lloró por sus rizos
De oveja al raparlo, y entonces le dije:
“Shh, Tom, ya no importa, pues así afeitado
Verás que el hollín no daña tu pelo”.

Por fin se aquietó y esa misma noche,
Mientras Tom dormía, rara visión tuvo
En que mil fumistas, Dick, Joe, Ned y Jack,
Estaban metidos en negros sarcófagos.

Y descendió un Ángel con fulgente llave,
Y abrió los cajones y los liberó.
Por un prado corren, saltando, riendo,
Lávanse en un río, y brillan al sol.

Desnudos y blancos, dejaron los bultos,
Y en nubes trepados, al viento retozan.
Y a Tom dijo el Ángel que si era buen chico
Tendría a Dios por padre y dicha por siempre.

Y Tom despertó, y alzados a oscuras
Con sacos y escobas fuimos al trabajo.
Pese al alba fría, Tom era feliz:
Si el deber se cumple nada hay que temer.

El niño perdido

“Padre, padre, ¿a dónde vas?
Oh, no marches tan aprisa.
Habla, padre, habla a tu hijito,
Que si no me perderé”.

La noche era oscura, no regresó el padre;
Estaba el pequeño bañado en rocío;
Profundo era el lodo y el niño lloraba,
Y entonces la niebla se desvaneció.

El niño encontrado

El niño perdido en yerma marisma,
Guiado por una vagabunda luz,
Rompió a sollozar, mas Dios, siempre cerca,
Bajó cual su padre vestido de blanco.

Besó al niño y lo condujo
De la mano hasta su madre,
Que llorosa por el páramo
A su pequeño buscaba.

Canción de la risa

Cuando ríe el bosque con la voz del júbilo,
Y corren sonrientes las aguas rizadas;
Cuando el aire ríe con nuestra agudeza,
Y ríe la cuesta con tal alboroto;

Cuando ríe el prado con vivo verdor,
Ríe el saltamontes en la alegre escena,
Cuando Mary y Susan y Emily también,
Con sus dulces bocas cantan “¡Ja, Ja, Ja!”;

Cuando ocultas ríen las aves jaspeadas,
Donde nueces, bayas, cubren nuestra mesa,
Ven, vive y alégrate, y súmate a mí,
Para el dulce coro del “¡Ja, Ja, Ja, Ja!”

Canción de cuna

Dulces sueños, formad una sombra
En la cabeza de mi niñito;
Dulces sueños de amables corrientes
Bajo los mudos rayos de luna. 

Dulce sueño, con suave plumón
Teje tu frente pueril corona.
Dulce sueño, benévolo ángel,
Mécete sobre mi feliz niño.

Dulces sonrisas, en esta noche
Revolotead sobre mi deleite;
Dulces sonrisas, risas de Madre,
Toda la noche llenan de encanto.

Dulces quejas, suspiros de tórtola,
No ahuyentéis el sopor de tus ojos.
Dulces quejas, sonrisas más dulces,
Los lamentos de tórtola encantan.

Duerme, duerme, mi niño feliz,
La creación durmió y rió;
Duerme, duerme, mi sueño feliz,
Mientras tu madre sobre ti llora.

Dulce pequeño, allí en tu rostro
Sagrada imagen puedo trazar.
Dulce niño, una vez, como tú,
Tu creador vino, lloró por mí.

Lloró por mí, por ti, por todos,
Cuando era él un niño pequeño.
Su imagen tú verás por siempre,
Celestial rostro que te sonríe.

Sonríe a ti, a mí, a todos,
Quien se volvió menudo infante.
Risa de niño es su propia risa,
Cielo y tierra conduce a la paz.

La imagen divina

A Paz, Piedad, Amor, Gracia
Todos ruegan en desdicha;
Y a estas virtudes amables
Devuelven su gratitud. 

Pues Paz, Piedad, Amor, Gracia
Es Dios, nuestro padre amado,
Y Paz, Piedad, Amor, Gracia
Es el Hombre, hijo y desvelo.

Gracia, corazón humano,
Piedad, rostro humano tiene,
Amor, sacra forma humana,
Y Paz, humano atavío.

Así el hombre en todo clima
Que reza en su adversidad,
Reza a lo humano divino,
Paz, Piedad, Amor y Gracia.

Y han de amar la humana forma,
En gentil, turco o judío;
Donde Amor y Gracia habitan,
Allí habita Dios también.

Jueves Santo

Era un Jueves Santo; iban, con su rostro limpio y puro,
Los niños de dos en dos, de rojo, verde y azul,
Delante, canos bedeles, con varas blancas cual nieve,
Hasta que al domo de Pablo como el Támesis fluyeron.

¡Qué multitud parecían aquellas flores de Londres!
Sentados juntos estaban, con su propio resplandor.
Qué rumor de multitud, mas multitud de corderos,
Cientos de niños y niñas alzando sus castas manos.

Como fuerte viento elevan la voz de su canto al cielo,
O cual truenos armoniosos entre los tronos celestes.
Debajo están los ancianos, sabios guardianes del pobre;
Apreciad, pues, la piedad, no huya un ángel de tu puerta.

Noche

El sol declina al oeste,
La estrella nocturna brilla;
Calla el pájaro en su nido,
Debo yo el mío buscar.
La luna como una flor
En la glorieta del cielo,
Con silencioso deleite
Se sienta y ríe a la noche.

Adiós, bosque y verde campo,
Donde el rebaño gozó;
Donde corderos pacían,
Ahora andan en silencio
Los pies de fúlgidos ángeles,
Que derraman invisibles
Bendición y dicha eternas.
En capullos y retoños,
Y en los pechos que descansan.

Visitan los calmos nidos
Donde las aves se abrigan;
Las cuevas de cada bestia,
Para cuidarlas del mal.
Y si ven alguien lloroso
Que debiera estar durmiendo,
Vierten sueño en su cabeza
Y velan junto a su cama.

Cuando los tigres y lobos
Van aullando por su presa,
Se detienen píos, lloran,
Buscan apagar su sed
Y alejarlos del rebaño;
Mas si se lanzan terribles,
Los ángeles, bien atentos,
Reciben las almas mansas,
Nuevos mundos a heredar.

Y allí el ojo del león
Se llenará de áureas lágrimas,
Lo apiadarán tiernos llantos,
Y dirá en torno al aprisco:
“La ira por su humildad,
Y por su salud, los males,
Han sido apartados todos
De nuestro día inmortal.

A tu lado, corderillo,
Puedo tenderme y dormir;
Pensar en quien ha tu nombre,
Pacer tras de ti y llorar.
Pues mi melena, lavada
En los ríos de la vida,
Brillará siempre cual oro
Mientras custodio el redil”

Primavera

¡Suena la flauta!
Ahora está muda.
Las aves gozan
Noches y días;
El Ruiseñor
En la cañada,
La Alondra arriba,
Alegremente,
Alegremente, alegremente, para acoger
el Nuevo Año.

Pequeño Niño,
Lleno de júbilo;
Pequeña Niña,
Menuda y dulce;
El gallo canta,
Igual que tú;
Alegre voz,
Ruido infantil,
Alegremente, alegremente, para acoger
el Nuevo Año.

Mi corderillo,
Aquí me tienes;
Ven a lamer
Mi blanco cuello;
Deja que tire
Tu suave lana;
Deja que bese
Tu suave rostro:
Alegremente, alegremente, así
acogemos el Nuevo Año.

Canción de nodriza

Cuando en la pradera hay voces de niños
Y llegan sus risas hasta la colina,
Mi corazón halla descanso en el pecho
Y en derredor todo permanece inmóvil.

“A casa, hijos míos, el sol se ocultó
Y brota el rocío del anochecer;
Venid a dormir, dejad ya los juegos,
Hasta que en los cielos el alba despunte”.

“No, no, jugar déjanos, puesto que es de día
Y aún no podemos irnos a dormir;
Además, las aves vuelan en el cielo
Y están las colinas cubiertas de ovejas”.

“Bien, bien, jugad hasta que la luz se esfume
Y regresad luego a casa a dormir”.
Los niños brincaron, gritaron, rieron,
Y todos los montes un eco formaron.

Alegría infantil

“No tengo nombre:
Sólo dos días”.
¿Cómo llamarte?
“Yo feliz soy,
Dicha es mi nombre”.
¡Que te acompañe dulce alegría!

¡Hermosa dicha!,
Júbilo dulce de dos jornadas,
Dulce alegría, así te llamo:
Tú te sonríes,
Yo canto mientras,
¡Que te acompañe dulce alegría!

Un sueño

Un día un sueño tejió una sombra
Sobre mi lecho que el Ángel guarda,
Hizo a una Hormiga perder el rumbo
Por hierbas donde creí yacer.

Sola, extraviada, y sin consuelo,
Presa en la noche, del viaje exhausta,
Entre las ramas de los zarzales,
Llena de angustia la oí decir:

“¡Ay de mis hijos! ¿Están llorando?
¿No oyen al padre como suspira?
Ahora tratan de atisbar fuera,
Ahora vuelven, lloran por mí”.

Enternecido, vertí una lágrima,
Pero vi cerca una luciérnaga,
Que replicó: “¿Qué ser doliente
Llama al guardián de cada noche?

Me hicieron para alumbrar la tierra
Mientras camina el escarabajo,
Sigue tú ahora este zumbido;
Vagabunduela, ve pronto a casa”.

Sobre la pena de otro

¿Puedo ver la pena de otro
Sin sentirme parte de ella?
¿Puedo ver dolor ajeno
Sin buscar gentil alivio?

¿Puedo ver caer las lágrimas
Sin sentir del dolor parte?
¿Puede un padre ver al hijo
Llorar sin penar por dentro?

¿Puede una madre escuchar
Un llanto, un miedo infantil?
No, no, jamás puede ser.
Jamás, jamás puede ser.

¿Puede el que sonríe a todos
Oír las penas del régulo,
La congoja de las aves,
El dolor que a un niño aqueja,

Sin sentarse junto al nido,
Y dar piedad a sus pechos;
Sin velar junto a la cuna,
Y llorar sobre su llanto;

Sin sentarse noche y día,
Enjugando nuestras lágrimas?
Oh, no, jamás podrá ser.
Jamás, jamás podrá ser.

Él brinda a todos su dicha;
Él se torna tierno infante;
Él se torna hombre doliente;
Él también sufre el dolor.

Ni un suspiro exhalar puedes
Sin que el Creador esté cerca;
Ni derramar una lágrima
Sin que esté cerca el Creador.

Oh, él nos brinda su gozo
Para abatir nuestra pena,
Y hasta que el pesar se esfume,
Entre nos se sienta y gime.


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