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jueves, 22 de noviembre de 2012

El Norte lucha con el Sur - Leyenda fueguina

Hace un tiempito conseguí un libro titulado "Leyendas de tierra del fuego". Se trata de una recopilación hecha por Arnoldo Canclini de todos los mitos y leyendas que se contaban los onas y los yaganes. 
Los aborígenes fueguinos están actualmente extintos. La razón siempre fue motivo de discusión ¿fue culpa de la llegada del blanco y las enfermedades que trajeron? ¿Fue consecuencia de su modo de vivir? ¿De la pelea entre los distintos clanes? Tal vez una suma de factores. Pero lo cierto es que alguna vez fueron alrededor de 10.000 personas entre onas, yaganes, alcalufes etc.
Las diferencias entre ellos eran varias, desde físicas a estilos de vida (los invito a investigar un poco) pero también tenían puntos en común que se ven reflejados en los mitos y leyendas. 
Su vocabulario era muy extenso, utilizaban más de 35.000 palabras, y gustaban de conversar y contarse historias. Poseían una vida espiritual riquísima.
Los mitos y leyendas de los onas fueron originalmente recopilados por los salescianos y los de los yaganes por los anglicanos. Los de otras tribus se han simplemente perdido...
La leyenda que elegí, "El norte lucha con el sur", nos cuenta la pelea entre ambos puntos cardinales por una muchacha, Waukelnama, la hija de Kamuk (el norte). Me llamó la atención descubrir la personificación. La leyenda anterior a la que elegí es "La gran reunión del principio", y nos cuenta algo así como el inicio o el origen del mundo, y cómo se dividieron la tierra entre los puntos cardinales: Wintek, Kenenik, Kamuk y Kreikut (Este, Oeste, Norte y Sur respectivamente). Allí vemos no sólo la personificación de los puntos cardinales sino de la lluvia, la nieve, la luna etc. Por ejemplo, el Sol, que es del oeste, se casa con Luna que es del sur. Nieve resulta marido de Lluvia, esto une el Sur con el Norte. Curioso, ¿no?
Los dejo ahora con esta leyenda, espero que les guste :D



El Norte lucha con el Sur

Kreikut, el Sur, siempre sintió celos de Kamuk, el Norte, y quería ir a su haruwen. Pero Kamuk era muy poderoso y era voz corriente que muchos habían tratado de vencerlo, sin tener éxito. Taremkelas, el padre de Kreikut, quería convencerlo de que no lo hiciera, pero él insistía con que viajaría allá. Un día explicó la razón: Kamuk tenía una hija extraordinariamente hermosa que se llamaba Waukelnama, y se había enamorado de ella, aunque no lo decía a nadie. Uno de sus motivos era que se había enterado de que la bella tenía otro pretendiente. Se trataba de Sinu, el Sudeste, que muchas veces se había encaminado hacia el Norte acompañado por un grupo de gente fiel. Pero era un viaje muy penoso y se volvieron. Por eso, Sinu, había quedado recluido en su tierra, lejos de todos, aunque viviera con su padre Kiakka y se hubiera casado con Knaneka, que también era muy bonita, y era hermana de Oeste. Para complicar más las cosas, Kreikut - o sea el Sur - había planeado esa boda para sí y eso le enojaba aún más.

Le contaron las penurias de su vecino y entonces tuvo aún más deseos de conquistar a Waukelnama. Se sentía muy dichoso de que nadie hubiera logrado alcanzar la morada de la hermosa por las dificultades del camino, que quizá eran puestas allí por su celoso padre. Por eso, en aquellos tiempos, desalentó a Sinu y consiguió que éste abandonara sus intentos.

Kreikut reunió un buen grupo de gente muy valerosa y se lanzó a la aventura. Pronto se dieron cuenta de que Sinu no había exagerado, porque realmente era muy difícil ir del Sur al Norte. Se les acabó la comida y se les destrozaron las capas y los mocasines de cuero de guanaco. Al fin, tuvieron que volverse.

Tardaron mucho tiempo y eso les disgustó, porque habían avanzado muy poco. Pero eso mismo los animó a hacer un nuevo intento, ya que habían descansado todo lo necesario. Con gran decisión, lograron avanzar rápidamente, hasta que llegaron a una tierra muy agradable donde no se sentía el frío como en el Sur. Les sorprendía que allí el sol diera mucho más calor y disfrutaban quedándose bajo sus rayos. Y además, se saban cuenta de algo muy importante: ¡Ahora el Sur estaba en el Norte!

Mientras conversaban largamente sobre las peripecias del viaje, el Norte se enteró de lo que pasaba y mandó todo su poder contra los invasores: lluvias, granizo, nieblas y sobretodo viento. Después de un tiempo, sintió simpatía por gente tan luchadora y se acercó a saludarlos. Pero los del Sur no estaban dispuestos a una buena relación y aclamaron a Kreikut cuando los convocó a la lucha.

Los dos grupos avanzaron y, desde lejos, calcularon las fuerzas del otro, eligiendo cada uno un hombre con el cual se enfrentaría. Kreikut comenzó por mandar a los más débiles, para engañar a Kamuk, quedando él a la espera de lo que ocurriera. Como se podía suponer, al principio los norteños dominaban la pelea, porque eran mucho más ligeros. Entre los que debieron huir estaba Arcoiris; su oponente lo tomó por la cintura y se la dobló de tal manera que aunque salvó la vida, ha quedado encorvado para siempre. Poco a poco, todos los hombres de Kreikut fueron eliminados y él comenzó a preocuparse y a comprender que, antes que nada, aquello era asunto suyo.

Avanzó a paso firme, y aferrando a uno de los adversarios, lo dejó enseguida fuera de combate. Una victoria siguió a otra, hasta que se encontró cara a cara con el mismo Norte. Marcaron el campo en que lucharían, colocando en cada extremo un cuchillo en el suelo. Y aunque Kamuk era mejor luchador que Kreikut, éste recordó a la bella Waukelnama y sus fuerzas aumentaron hasta que logró mandar a su enemigo más allá de la señal. Todos los hombres de Sur se alegraron y bailaron con entusiasmo.

Pero la muchacha seguía bien vigilada en su choza de cueros de guanaco, que la ocultaban. Sur se dio cuenta de que aquello era una barrera infranqueable y forjó un plan. Con un gran esfuerzo, corrió hasta la morada y la levantó con todo lo que tenía dentro, inclusive a la joven. De inmediato, reunió a toda su gente y se apuró a retomar el camino al Sur. Se imaginaba que Norte no se quedaría quieto, ya fuera porque la venganza era una ley inexcusable para un fueguino. Anduvieron a toda la velocidad que les fue posible, hasta que llegaron a un río muy ancho, que no se podía vadear. Pero Kreikut usó los poderes de su hechicero y se encontraron del otro lado. Alentaba a sus hombres describiéndoles el furor de Kamuk. También organizó las fuerzas con que contaba, mandando vientos y lluvias, que se pusieron en el camino del Norte. Cuando Kreikut supo que Kamuk seguía avanzando, desató un temporal aún más terrible, pero Kamuk no se detuvo.

Por lo contrario, el Sur tuvo que descansar, pues todos sus hombres estaban agotados, y el Norte hizo otro tanto. Kamuk había llegado a las montañas y éstas se pusieron tan resbaladizas que era imposible avanzar. Cuando cayeron rodando, se encontraron en medio de la gente enemiga. Pero éstos también resbalaron y los dos grupos quedaron separados, porque algunos de los sureños habían llegado a la cima, pero los de Kreikut se encontraban muy lastimados y debilitados.

Aunque estaba seguro de que llegarían a su tierra, Kreikut mandó un mensajero a Taremkelas, su anciano padre, para que le hiciera saber todas las novedades. Le tenía que explicar que preparara todo para un gran combate con los del Norte y también para recibir a su nuera, la más bella de las fueguinas. Como Taremkelas era un hombre muy sabio, ya lo había previsto y los que habían quedado en el Sur se organizaron para resistir cualquier ataque.

Mientras tanto, Kreikut usaba todas sus artimañas para detener a la gente de Kamuk. Éstos estaban débiles por el agotamiento y buscaban afanosamente guanacos para cazar. Vieron algunos a la distancia, se acercaron lo necesario y los atacaron con sus flechas. Cuando los derribaron, corrieron hacia ellos y se llevaron un gran chasco, porque eran sólo bultos que habían armado los del Sur, que miraban desde lo alto de la montaña y se reían.

En esos momentos, llegó allí un temporal que había sido mandado por Taremkelas. Como en realidad Nieve residía en el Sur, era fácil tener su ayuda y Norte quedó muy confundido, porque aquello era peor que todo lo que había conocido. Además, los asustaban los fuertes chillidos de Lechuza, que no los dejaba dormir. Sus hombres se desanimaron y no quisieron seguir. De ese modo, vencidos por el clima del Sur, la gente de Kamuk comenzó a regresar hacia el Norte. Avergonzado y apenado por su hija. Kamuk tuvo que seguirlos. Hasta hoy, el Sur manda sus tormentas de nieve para castigar al Norte por no haber querido ceder a la amada Waukelnama sin pelea.

Formaron su hogar con mucha felicidad, porque ella amó a Kreikut desde el principio. Sin embargo, Norte no se quedó satisfecho y, de vez en cuando, como Lluvia vive con él, va a incomodar la vida de los que jamás ha perdonado.


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