Blog de Literatura - Fomentando la Lectura

miércoles, 11 de julio de 2012

¿Sueñan los Androides con Ovejas Eléctricas? - Cap X - Philip K. Dick

Viene de "¿Sueñan los Androides con Ovejas Eléctricas? - Cap IX - Philip K. Dick"

 CAPÍTULO X


El edificio de la corte de justicia de la calle Mission, en cuyo terrado se aprestaba a aterrizar, estaba coronado por una serie de ornamentadas y barrocas agujas. La hermosa estructura, moderna y compleja, atrajo a Rick, excepto por un detalle. Jamás la había visto antes.
El patrullero se posó. Pocos minutos después le tomaban los datos.
—Artículo 304 —dijo Crams al sargento sentado detrás del alto escritorio—Y también 612,4 y además..., veamos: hacerse pasar por policía...
—406,7 —dijo el sargento, llenando un formulario. Escribía lentamente, con cierto aire de aburrimiento. Su expresión parecía decir “asunto de rutina, nada importante”.
—Venga aquí —ordenó Crams, llevando a Rick hasta una pequeña mesa blanca donde un técnico manipulaba un equipo conocido—El registro cefálico — explicó—Para su identificación.
—Ya lo sé —respondió Rick, con brusquedad. En los viejos tiempos, cuando él era un mero agente, había conducido a numerosos sospechosos a una mesa semejante. Pero no a esta misma.
Una vez obtenido el registro cefálico lo llevaron a una habitación igualmente familiar. Con filosofía empezó a reunir los objetos de valor que llevaba para entregarlos. No tiene sentido, se repetía. ¿Quién es esta gente? Y si este lugar ha existido siempre, ¿cómo no sabíamos nada? ¿Y por qué ellos no nos conocen? Dos agencias policiales paralelas, se dijo. La nuestra y esta otra. Y por lo que sé, jamás han estado en contacto. Hasta ahora. O quizás haya sido así, y no sea ésta la primera vez. Pero es difícil creer que eso no hubiera ocurrido antes. Siempre que esto realmente sea una institución policial, como pretende ser. 

Un hombre en traje de paisano se acercó a Rick Deckard con paso sereno y medido.

—¿Y éste? —preguntó a Crams.
—Sospechoso de homicidio —respondió el nombrado—Encontramos un cuerpo en su coche, y él afirma que es un androide. Hemos pedido el análisis de médula al laboratorio. Se hacía pasar por un policía, un cazador de bonificaciones. Y así logró penetrar en el camarín de una actriz para hacerle preguntas inmorales. Ella sintió dudas y nos llamó —Crams retrocedió un paso y agregó—: ¿Quiere usted ocuparse de él, señor?
—Sí, está bien —el oficial de paisano tenía ojos azules, nariz fina y boca inexpresiva; miró a Rick y luego cogió su cartera—¿Qué tiene usted aquí, señor Deckard? 
—El equipo necesario para el test de personalidad de Voigt-Kampff — respondió Rick—Aplicaba el test a una persona sospechosa cuando fui arrestado —miró cómo el oficial revisaba el contenido de la cartera, examinando cada objeto—Las preguntas que le hice a la señorita Luba Luft son el cuestionario corriente del test de Voigt-Kampff, impreso en...
—¿Conoce usted a George Gleason y a Phil Resch? —preguntó el funcionario.
—No —replicó Rick. No conocía ninguno de esos dos nombres.
—Son los cazadores de bonificaciones de California del Norte. Ambos pertenecen a nuestro departamento. Quizá los conocerá aquí. ¿Es usted un androide, señor Deckard? Se lo pregunto porque en varias ocasiones hemos visto andrillos fugitivos que se hacían pasar por cazadores de bonificaciones de otro estado. Decían haber venido aquí en busca de un sospechoso.
—No soy un androide —dijo Rick—Puede aplicarme el test de Voigt-Kampff. Ya me lo han hecho y no me importa repetirlo. Pero sé cuál será el resultado. ¿Puedo telefonear a mi esposa?
— Está autorizado para hacer una sola llamada. ¿Prefiere hablar con ella y no con un abogado?
—Llamaré a mi esposa —respondió Rick—Ella me conseguirá un abogado.

El oficial de paisano le alcanzó una moneda de cincuenta céntimos y le indicó:
—Ahí está el videófono —siguió a Rick con la mirada y continuó examinando  el contenido de la cartera.

Rick metió la moneda y llamó a su casa. Esperó lo que le pareció una eternidad.

—Hola —dijo una cara de mujer que apareció en la pantalla. No era Irán.

Colgó y retornó lentamente al lado del funcionario.
—¿No ha tenido suerte? —preguntó éste—Puede hacer otra llamada. Tenemos una política abierta en ese sentido. No puedo ofrecerle la oportunidad de llamar a un fiador, porque su delito no es excarcelable, por ahora. Sin embargo, cuando se inicie el proceso...
—Lo sé —dijo secamente Rick—Estoy familiarizado con los procedimientos policiales.
—Aquí está su cartera —dijo el oficial, extendiéndosela—Venga a mi despacho... Me gustaría hablar más con usted —se dirigió a un pasillo lateral, seguido por Rick. En el despacho, se volvió—Mi nombre es Garland —le tendió la mano y cambiaron un apretón—Siéntese —dijo Garland, dirigiéndose hacia el lado opuesto de un gran escritorio muy ordenado.
Rick se sentó.
—Este test de Voigt-Kampff a que usted se refiere, y el material que trae — Garland indicó la cartera de Rick mientras llenaba y encendía una pipa—, ¿es un instrumento analítico para detectar androides? —echó una bocanada. 
—Es nuestro método básico —respondió Rick—El único que empleamos normalmente, y el único que puede distinguir la nueva unidad cerebral Nexus-6. ¿No ha oído hablar de él?
—Conozco varios métodos de análisis de perfil aplicables a los androides.

Pero éste no continuó estudiando a Rick con interés. Su rostro inexpresivo no permitía que Rick adivinara sus pensamientos.
—Y esas copias al carbón que tiene usted en la cartera —continuó Garland—, Polokov, señorita Luft... Sus misiones como cazador... Según esa lista, el próximo soy yo.

Rick lo miró y cogió su cartera.
En un momento las copias estuvieron desplegadas ante sus ojos. Garland había dicho la verdad. Rick examinó la hoja. Ningún hombre, o al menos ni él ni Garland, habló durante un tiempo. Finalmente, Garland carraspeó y tosió nerviosamente.

—No es una sensación agradable encontrar de repente que uno se cuenta entre las personas que debe retirar un cazador de bonificaciones. O lo que sea usted, Deckard —oprimió una tecla en su intercomunicador y habló—: Envíeme a alguno de los cazadores de bonificaciones, no me importa cuál. Está bien, gracias —soltó la tecla— Phil Resch estará aquí dentro de un momento. Me gustaría ver su lista antes de proseguir.
—¿Cree usted que yo podría figurar en la lista de él? —preguntó Rick.
—Es posible. Pronto lo sabremos. En un asunto crítico, como éste, es mejor asegurarse y no dejar nada librado a la casualidad. Ese informe —señaló la copia al carbón— no me cita como inspector de policía. Erróneamente afirma que mi profesión es la de vendedor de pólizas de seguro. En otros aspectos la descripción física, la edad, los hábitos personales, la dirección personal, es correcto. Sin duda se trata de mí. Examínelo usted mismo —le extendió el folio a Rick, que lo cogió y lo leyó.

Se abrió la puerta y entró un hombre alto, delgado, de rasgos duros, con gafas de asta y una enmarañada barba a lo Van Dick. Garland se puso de pie y presentó a Rick.

—Phil Resch, Rick Deckard. Por ser ambos cazadores de bonificaciones, conviene que os conozcáis.

Mientras apretaba la mano de Rick, Phil Resch dijo:
—¿En qué ciudad trabaja? 
Garland respondió por Rick:
—En San Francisco. Mire las instrucciones que tiene, y el próximo caso que se le encomienda—alcanzó a Phil Resch el folio que Rick había estado examinando.
—Pero ¿cómo Gar? —dijo Phil Resch—Es usted.
—Y hay más —continuó Garland—También está Luba Luft, la cantante de ópera, y Polokov. ¿Recuerda a Polokov? Ahora está muerto. Este cazador de bonificaciones o androide o lo que sea lo ha matado, y en este momento están haciendo el análisis de médula en el laboratorio, para ver si hay algún motivo de...
—He hablado con Polokov —recordó Phil Resch— Es esa especie de Santa Claus de la policía soviética, ¿verdad? —reflexionó, tironeando de su barba—No me parece mala idea hacerle un análisis de médula.
—¿Qué quiere decir? —preguntó Garland, visiblemente fastidiado—Lo hacemos solamente para eliminar toda posible base legal del crimen. De otro modo este hombre, Deckard, podría afirmar que no ha matado a nadie, que se ha limitado a “retirar un androide”.
—Polokov me pareció un hombre muy frío —dijo Resch—Extremadamente cerebral, calculador, distante...
—Muchos policías soviéticos son así —repuso Garland con irritación.
—A Luba Luft no la he visto nunca —continuó Resch—, pero he oído sus grabaciones. ¿Le hizo el test? —preguntó a Rick.
—Había empezado —respondió éste—, pero no pude obtener resultados concluyentes. Llamó a un policía que me detuvo.
—¿Y a Polokov?
—No tuve la posibilidad.
—Y supongo que tampoco la ha tenido para hacerle el test al inspector Garland —dijo Resch, casi para sí mismo.
—Por supuesto que no —exclamó Garland, con la cara contraída de indignación, en tono amargo y cortante.
—¿Qué test emplea?
—El de Voigt-Kampff.
—No lo conozco —tanto Resch como Garland parecían sumidos en rápidas y profundas reflexiones profesionales, aunque muy distintas—Pero siempre he creído que el lugar más seguro para un androide era una gran organización policial como la WPO. Desde que lo conocí, siempre quise aplicarle el test a Polokov, pero no había un pretexto válido. Y jamás habría existido. Por eso digo que un lugar así sería ideal para un androide emprendedor.
Poniéndose lentamente de pie, Garland encaró a Phil Resch.
—Y ha pensado también en aplicarme el test a mí, ¿verdad?
En la cara de Resch apareció una discreta sonrisa. Empezó a responder, luego se encogió de hombros y guardó silencio. No parecía temer a su superior, a pesar de la evidente furia de Garland.
—Este hombre —dijo Garland—, o este androide, Rick Deckard, dice venir de una institución policial fantasmagórica, alucinatoria, inexistente, que funciona en el viejo cuartel de la calle Lombard. Emplea un test del que nadie ha oído hablar. No tiene una lista de androides, sino de seres humanos. Ya ha matado a uno. Y si la Luft no hubiese logrado adelantarse, probablemente la habría matado, para venir luego a olisquear a mi alrededor.
—Hm —dijo Resch.
—Hm —imitó Garland, enfadado. Parecía estar al borde de la apoplejía— ¿Eso es todo lo que se le ocurre? 
Una voz de mujer dijo por el intercomunicador:
—Inspector Garland: ha llegado el informe del laboratorio acerca del cadáver del señor Polokov.
—Deberíamos enterarnos —dijo Resch.

Garland lo miró indignado. Luego se inclinó y tocó la tecla.

—Díganos, señorita French.
—El análisis de médula revela que el señor Polokov era un robot humanoide —dijo la señorita French—¿Desea usted el informe detallado?
—No, es suficiente —Garland se sentó en su sillón mirando hacia la pared opuesta, en silencio. 
Resch preguntó:
—¿Cuál es el fundamento del test de Voigt-Kampff, señor Deckard?
—La respuesta empática en varias situaciones sociales. En su mayoría relacionadas con animales.
—El nuestro es probablemente más sencillo —dijo Resch—El arco reflejo que se produce en los ganglios superiores de la columna vertebral demora varios microsegundos más en el robot humanoide que en el sistema nervioso humano — se inclinó sobre el escritorio del inspector Garland y cogió un bloc de Papel, en el que trazó un esbozo con un bolígrafo—Utilizamos una señal sonora o un flash luminoso. El entrevistado oprime un botón y se mide el tiempo transcurrido. Por supuesto, hay que hacer varias medidas, porque ese tiempo varía tanto en el andrillo como en el ser humano. Pero después de diez ensayos el resultado puede considerarse digno de confianza. Y como le ha ocurrido a usted en el caso de Polokov, el análisis de médula confirma ese resultado.
Hubo un intervalo de silencio. Luego, Rick dijo:
—Puede aplicarme su test. Estoy listo. Y naturalmente, me agradaría ponerlo a usted a prueba, si está de acuerdo.
—Naturalmente —respondió Resch, mientras miraba a Garland—Durante años he sostenido que el test del Arco Reflejo de Boneli debería ser aplicado rutinariamente al personal policial, y de modo especial en el personal de alta graduación. ¿No es así, inspector?
—Así es —reconoció Garland—Y yo me he opuesto siempre por considerar que afectaría la moral del departamento.
—Pues se me ocurre que ahora debería usted reconsiderarlo —dijo Rick—, en vista del informe de su laboratorio acerca de Polokov.

Continúa la historia leyendo "¿Sueñan los Androides con Ovejas Eléctricas? - Cap XI - Philip K. Dick"

No hay comentarios:

Publicar un comentario