Capítulo XXXII
CETOLOGÍA
Ya estamos
atrevidamente lanzados sobre la profundidad, pero pronto nos perderemos en sus
inmensidades sin orillas ni puertos. Antes de que esto ocurra; antes que el
casco lleno de algas del Pequod se balancee flanco a flanco de los cascos
llenos de lapas del leviatán; desde el arranque, no estará de más atender a una
cuestión casi indispensable para una completa comprensión apreciativa de las
variadas revelaciones y alusiones más especialmente leviatánicas que han de
sucederse.
Lo que ahora
querría poner ante vosotros es una exhibición sistematizada de la ballena en sus
amplios géneros. Pero no es tarea fácil. Lo que aquí se intenta es nada menos
que la clasificación de los constitutivos de un caos. Escuchad lo que han
establecido las mejores y más recientes autoridades. «No hay rama de la
zoología tan enredada como la que se titula cetología», dice el capitán Scoresby,
1820.
«No es mi
intencion, aunque estuviera a mi alcance, entrar en la investigación del
auténtico método de dividir los cetáceos en grupos y familias... Entre los
historiadores de este animal (el cachalote) existe completa confusión», dice el
cirujano Beale, 1839.
«Incapacidad para
proseguir nuestra investigación en las aguas insondables.» «Un velo impenetrable cubre
nuestro conocimiento de los cetáceos.» «Un campo sembrado de espinas.» «Todas
estas indicaciones incompletas sólo sirven para torturarnos a los naturalistas.
» Así hablan de la ballena el gran Cuvier, John Hunter y Lesson, esas lumbreras
de la zoología y la anatomía. No obstante, aunque hay poco conocimiento real,
hay abundancia de libros; y así ocurre en pequeña escala con la cetología o
ciencia de las ballenas. Muchos son los hombres, pequeños o grandes, viejos o
nuevos de tierra o de mar, que han escrito sobre la ballena, por extenso o en
breve. Recorred unos pocos: los autores de la Biblia, Aristóteles, Plinio, Aldrovandi,
sir Thomas Browne, Gesner, Ray, Linneo,
Rondeletius, Willoughby Green, Artedi, Sibbald, Brisson, Marten, Lacépède, Bonneterre,
Desmarest, el Barón Cuvier, Frederick Cuvier, John Hunter, Owen, Scoresby, Beale,
Bennett, J. Ross Browne, el autor de Miriam Coffin, Olmstead y el reverendo T
Cheever. Pero las citas antes mencionadas habrán mostrado con qué propósito
definitivo de generalización han escrito todos ellos.
De los nombres que
hay en esta lista de autores balleneros, sólo los que suceden a Owen han visto alguna
vez ballenas vivas, y, salvo uno, ninguno fue un auténtico arponero ni
ballenero profesional. Me refiero al capitán Scoresby. En el tema especial de
la ballena de Groenlandia, o ballena propiamente dicha, él es la mejor
autoridad existente. Pero Scoresby no sabía nada ni dijo nada del gran
cachalote, al lado del cual la ballena de Groenlandia casi no es digna de mención.
Y aquí ha de decirse que la ballena de Groenlandia es una usurpadora en el
trono de los mares. Ni siquiera es la mayor de las ballenas. Pero, debido a la
larga prioridad de sus pretensiones y a la profunda ignorancia que, hasta hace
unos setenta años, rodeaba al fabuloso o totalmente desconocido cachalote,
ignorancia que sigue reinando hasta hoy en todas partes salvo en unos pocos
retiros científicos y puertos balleneros, esa usurpación ha sido completa. La
observación de casi todas las alusiones leviatánicas en los grandes poetas de
tiempos pasados os convencerá de que la ballena de Groenlandia, sin un solo
rival, era entonces la reina de los mares. Pero ha llegado la hora de una nueva
proclamación. Aquí es Charing Cross; ¡escuchad todos, hombres de bien; la
ballena de Groenlandia queda depuesta; ahora reina el gran cachalote!
Hay sólo dos
libros existentes que pretendan de un modo o de otro presentaros al cachalote, y
que, al mismo tiempo, tengan el más remoto éxito en su intento. Esos libros son
los de Beale y Bennett, ambos, en su tiempo, médicos en los balleneros ingleses
del mar del Sur, y ambos hombres exactos y de fiar. La materia original
referente al cachalote que se encuentra en sus volúmenes es por fuerza pequeña,
pero hasta donde alcanza, es de excelente calidad, aunque en su mayor parte
limitada a la descripción científica. Sin
embargo, hasta ahora el cachalote, científico o poético, no vive completo en ninguna
literatura. Muy por encima de todas las demás ballenas que se cazan, su vida
está por escribir.
Ahora bien, las
diversas especies de ballenas necesitaban alguna integral clasificación popular, aunque
sólo sea un fácil bosquejo por el momento, que después se rellene en todos sus
departamentos con los sucesivos esfuerzos de otros estudiosos. En vista de que
no hay nadie mejor que se adelante a tomar en sus manos este asunto, ofrezco
por tanto mis propios humildes esfuerzos. No prometo nada completo, porque
cualquier cosa humana que se suponga completa, debe ser infaliblemente deficiente
por esa misma razón. No pretenderé una menuda descripción anatómica de las diversas
especies, ni —al menos en este lugar— muchas descripciones.
Mi objetivo aquí
es sencillamente proyectar el borrador de una sistematización de la cetología. Yo soy
el arquitecto, no el constructor. Pero es una tarea pesada: no hay ningún normal
clasificador de cartas en la oficina de correos que esté a su altura. Bajar a
tientas al fondo del mar detrás de ellas; meter la mano entre los inefables
fundamentos, las costillas y la mismísima pelvis del mundo, es cosa terrible. ¿Quién
soy yo para que intente echar un gancho a la nariz de este leviatán? Los
temibles sarcasmos en el libro de Job me podrían horrorizar muy bien. «¿Hará
contigo (el leviatán) un pacto? ¡Mira, vana es la esperanza de alcanzarlo!»
Pero he nadado a través de bibliotecas y he navegado a través de océanos; he
tenido que habérmelas con ballenas, con estas manos visibles; actúo en serio, y
lo voy a probar. Hay algunos preliminares que arreglar. Primero: el carácter
incierto e inestable de esta ciencia de la cetología queda atestiguado en su
mismo vestíbulo por el hecho de que en diversos círculos todavía sigue siendo
cuestión pendiente si la
ballena es un pez. En su Sistema de la Naturaleza, 1776, Linneo declara: «De
este modo, separo a las ballenas de los peces». Pero, que yo sepa, me consta
que hasta el año 1850, los tiburones y los sábalos, las sabogas y los arenques,
contra el expreso edicto de Linneo, se han hallado compartiendo la posesión de
los mismos mares con el leviatán.
Los motivos por
los cuales Linneo desearía desterrar de las aguas a las ballenas se declaran como
sigue: «A causa de su corazón caliente y bilobular, sus pulmones, sus párpados
móviles, sus oídos huecos, penem intrantem feminam mammis lactantem —y,
finalmente—, ex lege naturae jure meritoque».
Expuse todo esto a
mis amigos Simeon Macey y Charley Coffin, de Nantucket, ambos compañeros míos de
rancho en cierto viaje, y estuvieron concordes en la opinión de que las razones
presentadas eran completamente insuficientes. Charley, desvergonzadamente,
sugirió que eran tonterías.
Sépase que,
eludiendo toda discusión, adopto el punto de vista, pasado de moda, de que la ballena es
un pez, e invoco a mi favor al santo Jonás. Decidido este aspecto fundamental, el
siguiente punto es en qué sentido interno difiere la ballena de los demás
peces. Más arriba, Linneo os ha presentado esos artículos. Pero, en resumen,
son éstos: pulmones y sangre caliente, mientras que todos los demás peces carecen
de pulmones y tienen sangre fría.
A continuación:
¿cómo definiremos a la ballena por sus signos externos evidentes, de modo que
la etiquetemos de modo conspicuo para todo lo sucesivo? Para ser breves,
entonces, una ballena es un pez que lanza chorros y tiene cola horizontal. Ya
la tenéis. Aun tan sucinta, esa definición es resultado de una extensa
meditación. Una morsa lanza chorros de modo muy parecido a una ballena, pero la
morsa no es un pez, porque es un anfibio. Pero el segundo término de la
definición es aún más eficaz al acoplarse con el primero. Casi todo el mundo debe
haber advertido que los peces conocidos de la gente de tierra no tienen la cola
plana, sino vertical, o de arriba abajo. En cambio, entre los peces que lanzan
chorros, la cola, aunque puede tener una forma semejante, invariablemente asume
posición horizontal.
Con la susodicha
definición de lo que es una ballena, no excluyo en modo alguno de la fraternidad
leviatánica a ninguna criatura marina hasta ahora identificada con la ballena
por los más informados de Nantucket; ni, por otra parte, la vinculo con ningún
pez hasta ahora considerado por las autoridades como ajeno a ella. Por tanto,
todos los peces menores que echan chorro y tienen la cola horizontal, deben ser
incluidos en esta planta básica de la cetología. Y entonces, ahora vienen las
grandiosas divisiones de la entera hueste ballenaria. Primero: según el tamaño,
divido a las ballenas en tres LIBROS básicos (subdivisibles en CAPÍTULOS), y
éstos comprenderán, a todas, grandes o pequeñas.
I.
LA BALLENA INFOLIO;
II.
LA BALLENA EN OCTAVO;
III.
LA BALLENA EN DOZAVO.
En cuanto al tipo
del INFOLIO, I, presento el Cachalote,— del EN OCTAVO, el Orco; del EN DOZAVO, la
Marsopa. INFOLIOS. Entre éstas, incluyo los siguientes capítulos: I. El
Cachalote; II. La Ballena franca, o de Groenlandia; III. El Ballenóptero; IV.
El Rorcual; V La Ballena de panza de Azufre. LIBRO I (Infolio). CAPITULO I
(Cachalote). Esta ballena, conocida vagamente desde antiguo entre los ingleses
como la Ballena rumpa, o Ballena Physeter, o Ballena de Cabeza de Yunque, es el
actual cachalote de los franceses, Pottfich de los alemanes y
Macrocephalus de los Palabras-Largas. Es, sin duda, el mayor habitante del
globo, el ballenáto más temible de encontrar; el más majestuoso en aspecto, y finalmente,
con mucho, el más valioso para el comercio, siendo él la única criatura de que
se obtiene esa valiosa sustancia que es el espermaceti. Sobre sus
peculiaridades nos extenderemos en otros muchos lugares. Ahora me ocupo principalmente
de su nombre inglés, spermwhale: filológicamente conssiderado, es absurdo. Hace
unos siglos, cuando la sperm-whale era casi desconocida en su auténtica
personalidad, y cuando su aceite se obtenía sólo accidentalmente de los
ejemplares embarrancados, en esos días parece que el espermaceti se creería vulgarmente
derivado de un animal coincidente con el entonces conocido en Inglaterra como Ballena
de Groenlandia, o Ballena propiamente dicha. Se tenía también la idea de que
ese espermaceti era el esperma fecundante de la Ballena de Groenlandia,
según indican las primeras sílabas de la palabra. En estos tiempos, además, el
espermaceti era enormemente escaso, no usándose para el alumbrado, sino sólo como
unción y como medicamento. Sólo se obtenía de los farmacéuticos, como hoy día
se compra una onza de ruibarbo. Cuando, con el transcurso del tiempo, según
supongo, llegó a conocerse la verdadera naturaleza del espermaceti, los
vendedores conservaron su nombre original, sin duda para realzar su valor con
un término tan llamativamente expresivo de su escasez.
Y así finalmente
debió llegarse a dar esa apelación de sperm-whale a la ballena de que se obtenía
realmente el espermaceti.
LIBRO I (Infolio).
CAPITULO II (Ballena de Groenlandia o Ballena franca). En un aspecto es el más
venerable de los leviatanes: en ser el primero que los hombres persiguieron
sistemáticamente. Produce el artículo comúnmente conocido como «ballenas», y el
aceite conocido especialmente por «aceite de ballena», un artículo inferior en
el comercio. Entre los pescadores, se le designa indistintamente con los siguientes
títulos: la Ballena; la Ballena de Groenlandia; la Ballena Negra; la Ballena
Grande; la Verdadera Ballena; la Ballena franca. Hay mucha oscuridad en cuanto
a la identidad de esta especie tan múltiplemente bautizada. ¿Cuál es entonces
la ballena que incluyo en la segunda especie de mis infolios? Es el gran
Mysticetus de los naturalistas ingleses; la ballena de Groenlandia de los
balleneros ingleses; la baleine ordinairede los balleneros franceses; la Growlandswalde
los suecos. Es la ballena que desde hace más de dos siglos ha sido cazada por
los holandeses e ingleses en los mares árticos; es la ballena que los
pescadores han perseguido tanto en el océano índico, en los bancos del Brasil,
en la costa del Noroeste, y en otras diversas partes del mundo que reciben por
ella el nombre de Pesquerías de la Ballena.Algunos han querido ver una
diferencia entre la Ballena de Groenlandia de los ingleses y la «ballena» de
los americanos. Pero concuerdan exactamente en todos sus rasgos principales, y
hasta ahora no se ha señalado un solo hecho determinado en que basar tan
radical distinción. Las subdivisiones interminables basadas en diferencias sin
significado es lo que hace tan repelentemente intrincados ciertos departamentos
de la historia natural. La ballena franca será
tratada en otro lugar con cierta extensión, con intención de distinguirla del cachalote.
LIBRO I (Infolio).
CAPíTUL0 III (El Ballenóptero). Dentro de este apartado sitúo a un monstruo que,
bajo los variados nombres de Ballenóptero, Chorro Alto, o «Juanito el Largo», se
ha visto en casi todos los mares, y es comúnmente esa ballena cuyo distante
chorro describen tan a menudo los pasajeros que cruzan el Atlántico en las
rutas Regulares de Nueva York. En la
longitud que alcanza, y en las «ballenas » que produce, el ballenóptero se
parece a la ballena propiamente dicha, pero es de circunferencia menos imponente y
de color más claro, cercano al aceitunado. Sus grandes labios presentan un
aspecto como de cables formados por los pliegues entrelazados y oblicuos de amplias
arrugas. Su gran rasgo distintivo, la aleta, de que deriva su nombre inglés de
finback, es a menudo un objeto muy sobresaliente. Esta aleta tiene tres o
cuatro pies de longitud, y crece verticalmente desde la parte de atrás del lomo,
en forma angular y con un extremo de punta muy aguda. Cuando el mar está medianamente
tranquilo, y levemente marcado por arrugas circulares, y esa aleta se eleva
como una varilla y lanza sombras sobre la arrugada superficie, podría muy bien
suponerse que el círculo de agua que la rodea parece un reloj de sol, con su
índice y sus onduladas líneas horarias grabadas en él. En ese reloj de Ahaz la sombra
a menudo marcha hacia atrás. El Ballenóptero no es gregario. Parece detestar a las
ballenas, como ciertos hombres detestan a los hombres. Muy huidizo, siempre
andando solitario, elevándose inesperadamente a la superficie en las aguas más
remotas y sombrías, con su derecho y solitario chorro elevado como una alta lanza
misantrópica en una llanura yerma; dotado de tan prodigiosa fuerza y velocidad
de natación que desafÍa todas las actuales persecuciones del
hombre, este leviatán parece el desterrado e inconquistable Caín de su raza, llevando
como señal esa vara en el lomo. Por tener en la boca las «barbas» de ballena o
«ballenas », el ballenóptero a veces se incluye con la ballena propiamente
dicha, formando una especie teórica llamada Whalebone whales, o sea, ballenas
que producen «barbas» de ballena. De las así llamadas, parecería haber diversas
variedades, la mayor parte de
las cuales, sin embargo, son poco conocidas: ballenas de nariz ancha y ballenas
con pico, ballenas de cabeza de pica; ballenas apiladas; ballenas de mandíbula, y ballenas con
hocico, son los nombres de los pescadores para unas pocas variedades.
En conexión con
ese apelativo para las que producen «barbas» de «ballena», es muy importante señalar
que, aunque tal nomenclatura sea conveniente para facilitar alusiones a cierto tipo
de ballenas, es vano, sin embargo, intentar una clara clasificación de los
leviatanes fundada en que produzcan «barbas», o en que tengan joroba, o aleta,
o dientes, a pesar de que esas partes destacadas parecen más adecuadas para proporcionar
la base de un sistema regular de cetología que cualesquiera otras distinciones corporales
que presente la ballena en sus variedades.
¿Y entonces qué? Las «barbas de ballena», la joroba, la aleta en el lomo
y los dientes son cosas cuyas peculiaridades están dispersas sin discriminación
entre toda clase de ballenas, sin consideración a lo que pueda ser la
naturaleza de su estructura en otros particulares más esenciales. Así, tanto el
cachalote como el rorcual, o ballena jorobada, tienen joroba, pero ahí termina
la semejanza. Y lo mismo ocurre con las demás partes antes mencionadas. En
diversas clases de ballenas, forman tan irregulares combinaciones, y tan
irregular aislamiento, al separarse en el caso de alguna de ellas, que se resisten
completamente a todo método general formado sobre tal base. En esta roca han
venido a estrellarse todos los naturalistas de la ballena.
Pero puede
concebirse como posible que, en las partes internas de la ballena, en su
anatomía, al menos, podamos dar con la adecuada clasificación. No: ¿qué cosa,
por ejemplo, hay en la ballena de Groenlandia que sea más llamativa que las
«barbas» o «ballenas»? Sin embargo, hemos visto que por esas «ballenas» es imposible
clasificar correctamente a la ballena de Groenlandia. Y si descendemos a las
entrañas de los diversos leviatanes, bien, entonces no encontraremos
distinciones que sean ni la quincuagésima parte de útiles al sistematizador que
las características externas ya enumeradas. ¿Qué queda entonces? Nada sino
tomar a las ballenas corporalmente, en su entero y generoso volumen, y
clasificarlas atrevidamente de ese modo. Y ése es el sistema bibliográfico aquí
adoptado, y el único que puede tener éxito, pues es el único practicable. Continuemos.
LIBRO I (Infolio).
CAPÍTULO IV (Rorcual). Esta ballena se ve frecuentemente en la costa norte de América.
Frecuentemente se la ha capturado allí, remolcándola al puerto. Lleva encima un gran
bulto, como un vendedor ambulante; se la podría llamar la ballena «Elefante-y-Castillo».
En cualquier caso, su nombre corriente inglés, Hump-back, o ballena jorobada,
no la distingue bastante, ya que el cachalote tiene también una joroba, aunque más
pequeña. Su aceite no es muy valioso. Produce «barbas» o varillas de
«ballenas». Es la más juguetona y frívola de todas las ballenas, haciendo por lo
general más alegre espuma y más agua blanqueada que ninguna otra.
LIBRO I (Infolio).
CAPITULO V (De Dorso de Navaja). De esta ballena se conoce muy poco más que el
nombre. Yo la he visto a distancia a lo largo del cabo de Hornos. De
temperamento retirado, elude tanto a los cazadores como a los filósofos. Aunque
no es cobarde, no ha mostrado más parte que el lomo, que se eleva en un largo
filo agudo. Dejémosla pasar. Sé poco más de ella, y nadie sabe más.
LIBRO I (Infolio).
CAPITULO VI (De Panza de Azufre). Otra personalidad retirada, con barriga sulfúrea,
indudablemente de ese color a fuerza de rascarse por los tejados del Tártaro en
algunas de sus zambullidas más profundas. Se ve raramente; al menos, yo no la
he visto sino en los remotos mares del Sur, y entonces a distancia demasiado
grande como para estudiar su fisonomía. Nunca se la persigue: se escaparía llevándose
cordelerías enteras de estacha. Se cuentan prodigios de ella. ¡Adiós, Panza de
Azufre! No puedo decir de ti nada más que sea cierto, ni lo puede decir el más viejo
de Nantucket.
Así termina el
LIBRO I (Infolio) y empieza el LIBRO II (en Octavo).
EN OCTAVO.
Incluyen las
ballenas de magnitud media, entre las cuales se pueden enumerar actualmente:
I.
El orco;
II.
El Pez Negro;
III.
El Narval;
IV.
El Azotador;
V.
El Matador.
LIBRO II (en
Octavo). CAPITULO I (Orco). Aunque este pez, cuyo sonoro y ruidoso respiro, o más
bien soplo, ha llegado a ser proverbial para la gente de tierra, es un conocido
habitante de lo profundo, no suele clasificarse vulgarmente entre las ballenas.
Pero poseyendo todas las principales características distintivas del leviatán,
muchos naturalistas lo reconocen por ballena. Es de un moderado tamaño en
octavo, variando desde quince a veinticinco pies de longitud, y de dimensiones
de cintura en proporción. Nada en rebafios; nunca es cazado de modo
sistemático, aunque su aceite es considerable en cantidad y bastante bueno para
el alumbrado. Algunos pescadores consideran su acercamiento como preludio al avance
del gran cachalote.
LIBRO II (en
Octavo). CAPITULO II (Pez Negro). A todos estos peces les doy sus Nombres corrientes entre los pescadores, pues
suelen ser los mejores. Cuando algún nombre, por casualidad, sea vago o
inexpresivo, lo diré, y sugeriré otro. Ahora lo haré así, en cuanto al llamado
Pez Negro, pues la negrura es la regla entre casi todas las ballenas. De modo
que, por favor, llámenle la Ballena Hiena. Su voracidad es bien conocida, y por
la circunstancia de que las comisuras de sus labios están torcidas hacia arriba, ostenta en
su cara una perpetua mueca mefistofélica. Esta ballena alcanza por término medio
dieciseis o dieciocho pies de longitud. Se encuentra en casi todas las
latitudes. Tiene un modo peculiar de mostrar su ganchuda aleta dorsal al nadar,
que parece algo así como una nariz romana. Cuando no tienen ocupación más
provechosa, los cazadores de cachalotes a veces capturan la Ballena Hiena, para
mantener el repuesto de aceite barato para uso doméstico, igual que ciertos
frugales dueños de casa, en ausencia de visitas, y muy a solas, queman
desagradable sebo en vez de olorosa cera. Aunque su capa de aceite es muy
delgada, algunas de estas ballenas llegan a dar más de treinta galones de
aceite.
LIBRO II (en
Octavo). CAPITULO III (Narval). Esto es Nostrilwhale, ballena de nariz; otro ejemplo
de ballena de nombre curioso, llamada así, supongo, por su peculiar cuerno, que
al principio se confundió con una nariz en pico. Esta criatura tiene unos
dieciséis pies de largo, mientras que el cuerno alcanza unos cinco, por término
medio, aunque a veces excede de diez, y aun llega a quince pies. Hablando
estrictamente, este cuerno no es sino un colmillo alargado, que surge de la
mandíbula en línea un poco descendente desde la horizontal. Pero se encuentra
sólo en el lado izquierdo, lo que produce un
desagradable efecto, dando a su poseedor un aspecto análogo al de un zurdo inhábil.
Sería difícil responder a qué propósito exacto responde este cuerno o lanza de
marfil.
No parece usarse
como la de hoja de pez-espada o pez-aguja, aunque algunos marineros me dicen que el
narval lo emplea como una badila revolviendo el fondo del mar en busca de
alimento. Charley Coffin decía que se usaba como rompehielos, pues el narval,
al subir a la superficie del mar polar y encontrarlo cubierto de hielo, mete el
cuerno para arriba y se abre paso. Pero no se puede demostrar que sea correcta
ninguna de esas hipótesis. Mi propia opinión es que, de cualquier modo que este
cuerno unilateral sea usado por el narval, de cualquier modo que sea, le
resultaría muy conveniente como plegadera para leer folletos. He oído llamar al
narval la ballena con colmillo, ballena con cuerno y ballena unicornio.
Ciertamente, es curioso ejemplo del unicornismo que se encuentra en casi todos
los reinos de la naturaleza animada. Por ciertos antiguos escritores claustrales
he sabido que este mismo cuerno de unicornio marino se consideraba en épocas pasadas
como el gran antídoto contra el veneno, y que, en cuanto tal, los preparados hechos
de él alcanzaban precios inmensos. También se destilaba en sales volátiles para
damas que se desmayaban, del mismo modo que los cuernos del ciervo se elaboran
como amoníaco. Originariamente se consideraba en sí mismo como objeto de gran
curiosidad. Letra Negra me dice que sir Martín Frobisher, al volver de aquel
viaje en que la reina Isabel le saludó galantemente con su mano enjoyada desde
una ventana del palacio de Greenwich, al descender su atrevido barco por el
Támesis: «Cuando sir Martín
volvió de ese viaje —dice Letra Negra—, arrodillado, presentó a Su Majestad un
cuerno prodigiosamente largo de narval, que durante un largo período después colgó
en el castillo de Windsor». Un autor irlandés asegura que el conde de
Leicester, de rodillas, presentó igualmente a Su Majestad otro cuerno que había
pertenecido a un animal terrestre de naturaleza unicórnea.
El narval tiene un
aspecto muy pintoresco de leopardo, por ser de un color de fondo blanco como la
leche, salpicado de manchas negras redondas y alargadas. Su aceite es muy superior,
claro y fino; pero tiene poco, y rara vez se le persigue. Se le encuentra sobre
todo en los mares circumpolares.
LIBRO II (en
Octavo). CAPÍTULO IV (Matador). De esta ballena, los de Nantucket saben poco
con exactitud, y nada en absoluto los naturalistas de profesión. Por lo que yo
he visto de él a
distancia, diría que tenía cerca del tamaño de un orco. Es muy salvaje; una
especie de pez de Fidji. A veces agarra por el labio a la gran ballena infolio,
y se cuelga ahí como una sanguijuela, hasta que el poderoso bruto muere de
dolor. Nunca se caza al Matador. Nunca he oído qué clase de aceite tiene., Se
podría objetar al nombre otorgado a esta ballena, por causa de que es poco
claro. Pues todos nosotros somos matadores, en tierra y en mar, Bonapartes y tiburones
incluidos.
LIBRO II (en
Octavo). CAPITULO V (Azotador). Este caballero es famoso por su cola, que usa
como fusta para azotar a sus enemigos. Se sube al lomo de la ballena infolio, y
mientras ésta nada, él se hace transportar dándole azotes, igual que ciertos
maestros de escuela se abren paso en el mundo por un procedimiento semejante.
Se sabe aún menos del Azotador que del Matador. Ambos son proscritos, incluso
en los mares sin ley.
Así concluye el
LIBRO II (en Octavo) y empieza el LIBRO III (en Dozavo).
EN DOZAVO.
Éstos incluyen las
ballenas menores:
I.
La Marsopa «Hurra»;
II.
La Marsopa Argelina;
III.
La Marsopa Hipócrita.
A los que no hayan
tenido ocasión de estudiar el tema, quizá les parezca extraño que unos peces que no
suelen exceder de cuatro o cinco pies sean puestos en formación junto a las BALLENAS,
palabra que, en su sentido corriente, siempre da una idea de grandeza. Pero las
criaturas indicadas antes como en dozavo son infaliblemente ballenas, según los
términos de mi definición de lo que es una ballena: esto es, un pez que echa
chorro, con cola horizontal.
LIBRO III (en
Dozavo). CAPITULO I (Marsopa «Hurra»). Es la marsopa corriente, que se encuentra por todo
el globo. El nombre es de mi propia concesión, pues hay más de una clase de
marsopas y había que hacer algo para distinguirlas. Las llamo así porque
siempre nadan en manadas de gran hilaridad, que van por el ancho mar lanzándose
al cielo como gorras de marinero en una multitud del Cuatro de Julio. Su
aparición suele ser saludada con regocijo por los marineros. Llenas de buen
humor, invariablemente vienen de las olas
con brisa a barlovento. Son esos tipos que siempre viven viento en popa. Se
consideran como señal de buena suerte. Si podéis conteneros y no lanzar tres hurras
al observar esos vivaces peces, entonces, el Cielo os ayude; no hay en vosotros
espíritu juguetón ninguno. Una Marsopa «Hurra» bien cebada y gorda da un buen
galón de buen aceite. Pero el fino y delicado fluido que se extrae de sus
mandíbulas es enormemente valioso. Está muy solicitado entre los joyeros y
relojeros. Los marineros lo ponen en sus casas. La carne de marsopa es buena
para comer, ya saben. Quizá no hayan caído ustedes nunca en la cuenta de que
las marsopas echan chorro. Desde luego, el chorro es tan pequeño que no se advierte
fácilmente. Pero la próxima vez que tengan ocasión, obsérvenlas, y verán
entonces al propio gran cachalote en miniatura.
LIBRO III (en
Dozavo). CAPITULO II (Marsopa Argelina). Pirata. Muy salvaje. Creo que sólo se
encuentra en el Pacífico. Es algo mayor que la Marsopa «Hurra», pero de forma muy
parecida. Si se la provoca, se echará contra un tiburón. He arriado lanchas
muchas veces para cazarla, pero nunca la he visto capturada.
LIBRO III (en
Dozavo). CAPÍTULO III (Marsopa Hipócrita). El tipo más grande de la marsopa, y sólo se
encuentra en el Pacífico, que se sepa. El único nombre con que hasta ahora se ha
designado es el de los pescadores: Marsopa de la Ballena de Groenlandia, por la
circunstancia de que se encuentra principalmente en cercanía de ese infolio. En forma, difiere
hasta cierto punto de la Marsopa «Hurra», siendo de cintura menos rotunda y jovial;
en efecto, es de figura muy esbelta y caballeresca. No tiene aletas en el lomo
(la mayoría de las demás marsopas las tienen); tiene una bonita cola y unos
sentimentales ojos indios de color de avellana. Pero su boca hipócrita la echa a
perder. Aunque todo su lomo, hasta sus aletas laterales, es de un negro
profundo, sin embargo una línea divisoria, tan clara como la línea de flotación
en el casco de un barco, y llamada la
«cintura clara», la marca de popa a proa con dos colores separados, negro por arriba y blanco
por abajo. El blanco comprende parte de la cabeza y el total de la boca, lo que
le da un aspecto vil e hipócrita. Su aceite se parece mucho al de la marsopa
corriente.
Más allá del en
dozavo, no continúa el sistema, ya que la marsopa es la más pequeña de las ballenas.
Por encima, tenemos a los famosos leviatanes. Pero hay una chusma de ballenas
inciertas, fugitivas y medio fabulosas, que yo, como ballenero americano,
conozco por reputación, pero no personalmente. Las enumeraré tal como se las
llama en el castillo de proa, pues es posible que tal lista sea valiosa para
futuros investigadores, que podrán completar lo que yo aquí no he hecho sino
empezar. Si en lo sucesivo se capturan y señalan algunas de las siguientes
ballenas, podrán incorporarse fácilmente a este sistema, según su formato,
infolio, en octavo o en dozavo: la Ballena de Nariz de Botella, la Ballena
Junco, la Ballena de Cabeza de Flan, la Ballena del Cabo, la Ballena
Conductora, la Ballena Cañón, la Ballena Flaca, la Ballena de Cobre, la Ballena
Elefante, la Ballena Iceberg, la Ballena Quog, la Ballena Azul, etc. Según
antiguas autoridades islandesas, holandesas e inglesas podrían citarse otras
listas de ballenas inciertas, obsequiada con toda clase de nombres grotescos.
Pero las lomito como completamente extinguidas, y no puedo menos de sospechar
que son meros sonidos, llenos de leviatanismo, pero que no significan nada.
Finalmente: se
dijo al comienzo que este sistema no sería llevado a término aquí y en seguida. No se
dejará de ver claramente que he cumplido mi palabra. Pero ahora haré que mi sistema
cetológico quede así inacabado, igual que quedó la gran catedral de Colonia,
con la grúa aún erguida en lo alto de la torre incompleta. Pues las pequeñas
construcciones pueden terminarlas sus propios arquitectos; las grandes y
auténticas dejan siempre la piedra de clave a la posteridad. Dios me libre de
completar nada. Este libro entero
no es más que un borrador; mejor dicho, el borrador de un borrador. ¡Ah, Tiempo,
Energía, Dinero y Paciencia!
Continúa leyendo esta historia en "Moby Dick - Cap XXXIII, XXXIV y XXXV- Herman Melville"
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